De Angostura a una nueva América Nuestra

Las palabras del gran tribuno de Angostura esparcidas como semillas
por los vientos libérrimos del Orinoco de 1819, fueron dictadas por la
pasión, y la fuerza del amor a la libertad, la justicia y la
humanidad.

Durante mucho tiempo había analizado el Libertador los sistemas de
gobierno que habían brillado sobre la tierra para sugerirnos caminos y
cartas de navegación que condujeran a la estructuración de gobiernos,
que concebidos pensando en lo mejor para sus pueblos, produjesen la
mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y
mayor suma de estabilidad política.

Sin copiar códigos extranjeros, y recurriendo a leyes propias
redactadas con el limo terroso de nuestra geografía y nuestras
costumbres, pero siempre con la bendición del soberano que es el
pueblo, quería Bolívar leyes justas, legítimas y sobre todo útiles.

Estimaba que para formar un gobierno estable se requiere la base de un
espíritu nacional, que recogiendo el sentir del soberano, reduzca el
roce entre los gobernantes y los gobernados, lo cual exige al frente
de las instituciones a mujeres y hombres virtuosos que amen la patria,
ciudadanos de moral intachable, no corruptos ni ladrones; Servidores
públicos que nunca pierdan de vista que sólo están autorizados por la
Constitución para hacer el bien y no el mal. Y que el pueblo no es ni
rebaño ni manada, ni el polígono de la maldad de pastores crueles y
tiránicos. El pueblo es el soberano, es el que manda. Y al pueblo se
le respeta. Él mismo sabrá dispensar amor a los altos cargos más
virtuosos y justos.

Las bases de un gobierno republicano -predicaba El Libertador Simón
Bolívar hace 200 años en Angostura- deben ser la soberanía del pueblo,
la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la
esclavitud, la abolición de la monarquía y los privilegios.
Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo,
la especie de los hombres, las opiniones politicas y las costumbres
públicas.

La necesaria sinfonía de los poderes para hacer la felicidad del
pueblo, que reforzada con un cuarto movimiento o potestad cuyo dominio
era la infancia y el corazón de los hombres, "un cuarto poder que
purifique lo que se haya corrompido en la república, que acuse la
ingratitud y el egoísmo, la frialdad del amor a la patria, el ocio, la
negligencia de los ciudadanos", dimanaban del deseo de Bolívar de
robustecer el establecimiento social y lograr a través de la unidad y
la conciencia el imperio de la libertad, la paz y la justicia.

Pareciera que desde entonces el tiempo se hubiese congelado, y con
ello, la visión y el sueño del Padre de Nuestra América. Desde 1825
Estados Unidos, el santanderismo continental y la Santa Alianza
europea -que sigue viva- se coaligó para anular el proyecto de
Bolívar. Nada ha cambiado. Los representantes de los Estados Unidos en
Lima y Bogotá, Tudor y Harinson, conspiraban con Santander y la
aristocracia de Lima para derrocar a Bolívar. Sus objetivos eran:
Dividir y desmoralizar al ejército libertador. Sabotear el Congreso
Anfictiónico de Panamá. Desmembrar a Colombia. Asesinar a Bolívar y a
Sucre, y abolir la obra política y legislativa bolivariana.

Y hoy, el autodenominado "Grupo de Lima" liderado por el santanderismo
de Colombia, Washington y algunos gobiernos europeos, luchan para
derrocar al presidente constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro,
pero buscando al mismo tiempo borrar de nuestra historia a Bolívar
para enterrarlo definitivamente en las catacumbas yertas del pasado y
el olvido. Le temen a su proyecto que sigue vivo, y por eso en
Colombia, desde hace rato, ya no se enseña historia patria en los
planteles educativos.

Sin duda, la Gran Nación de Repúblicas que dominaba el sueño de
Bolívar, su persistente empeño en la unidad de los pueblos como escudo
de nuestro destino, como trinchera de resistencia a los embates de
potencias coloniales, y su revolución social que amenazaba
insoportables privilegios, fueron la causa del odio de los Estados
Unidos y de la oligarquía colombiana.

Odiaban al Bolívar libertador de esclavos. Detestaban al transformador
social, al alfarero de repúblicas y creador de Estados sobre la base
de la soberanía popular, al organizador de la hacienda pública y
administrador pulquérrimo, al estratega de las relaciones
internacionales y adalid de la unidad, al apóstol de la igualdad y de
la ruptura de las barreras étnicas, al forjador de conciencia de
patria y de soberanía, al fundador de periódicos, de hospitales e
ingeniero de caminos, a ese poliedro de espejos que destellaba luces
en todas las direcciones de la rosa de los vientos, en fin, a esa
especie de Quijote, "arquitecto de castillos en el aire".

Pensando en el pueblo, en su dignificación, Bolívar declaró la
educación como la primera necesidad de la República y decretó que esta
debía ser gratuita, laica y generalizada; y para ello no se cansó de
fundar escuelas, colegios y universidades en toda la extensión del
teatro de sus campañas liberadoras.

Santander acusaba a Bolívar de "hablar de soberanía del pueblo y
guardar silencio sobre las libertades individuales". Y creía socavar
al héroe difundiendo entre las élites de aquellos años 20, que
"Bolívar quiere provocar una guerra interior en que ganen los que nada
tienen, que siempre son muchos, y que perdamos los que tenemos, que
somos pocos". Estaban molestos con esa potencia moral que tronaba: "yo
antepongo siempre la comunidad a los individuos".

Resentidos los poderosos por la abolición de la servidumbre y por las
medidas de justicia agraria que devolvía las tierras a los indígenas,
protestaban infamemente que con ello Bolívar levantaba las "heces de
la sociedad". Para los santanderistas el pueblo era "gente baja", o
simplemente una "manada de carneros". En cambio, para Bolívar,
-llamado por las oligarquías, caudillo de los descamisados- "la ofensa
hecha al justo es un golpe contra mi corazón". Proscribía las
distinciones, los fueros y los privilegios. "Tales son nuestros
liberales –denunciaba-: crueles, sanguinarios, frenéticos,
intolerantes y cubriendo sus crímenes con la palabra libertad que no
temen profanar".

¡Qué les iba a gustar a los predicadores del libre comercio la
prohibición de las importaciones de manufacturas para forzar, mediante
la producción diversificada, el desarrollo de la industria nacional!
Ellos lanzaron contra Bolívar sus anatemas de fuego cuando tomó la
decisión de nacionalizar las minas del suelo y el subsuelo.

"Santander es un pérfido, no tengo confianza ni en su corazón",
-expresaba Bolívar- y por eso escribe a Soublette: "Ya no pudiendo
soportar más la pérfida ingratitud de Santander, le he escrito hoy que
no me escriba más, porque no quiero responderle ni darle el título de
amigo". Ya lo había advertido: "En cuanto a Santander, este hombre
perverso ya nada le queda por hacer, toca todos los resortes de la
intriga, de la maldad, y la maldad es para dañarme y formarse su
partido… La existencia de ese monstruo de iniquidad y de perfidia es
una asechanza perpetua al gobierno, a mí mismo y a Colombia".

En conspiración con el representante de los Estados Unidos en Lima,
Santander alentó al general Lamar a invadir a Colombia tomándose
Guayaquil, empeño miserable que fue derrotado por Sucre en la batalla
del Portete de Tarqui.

Pero al final asesinaron a Sucre en total indefensión. Santander
condecoró con la Cruz de Boyacá a los asesinos del gran Mariscal de
Ayacucho, los generales bandidos, José María Obando y José Hilario
López.

Con esa herencia maldita del santanderismo, la actual Colombia no
tendrá futuro. No tendrá paz porque su esencia es la perfidia, la
trampa y el incumplimiento. El movimiento social y político del país,
sus liderazgos, la juventud que contiene la fuerza arrolladora del
cambio, las mujeres, los políticos honrados, los militares y policías
virtuosos que aun anidan en su corazón el legado de Bolívar, si reúnen
sus fuerzas, constituirán la potencia transformadora, la fuerza capaz
de construir el futuro delineado por Simón Bolívar en el Congreso de
Angostura.

Retomemos el discurso del Libertador a orillas del Orinoco: "Dignaos
Legisladores concedernos… un Gobierno eminentemente popular,
eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la
anarquía y la culpa. Un Gobierno que haga reinar la inocencia, la
humanidad y la paz. Un Gobierno que haga triunfar bajo el imperio de
leyes inexorables, la igualdad y la libertad".

Bolívar tiene quehacer en América todavía.

Iván Márquez, Oscar Montero, Aldinéver Morantes, Edinson Romaña,
Albeiro Córdoba, Iván Alí, Enrique Marulanda, Iván Merchán, Rusbel
Ramírez, Villa Magdalena, Nelson Robles y otros



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