La Tecla Fértil

Coletas e izquierdismo, una fanfarria para el militarismo y terrorismo de Estado

Cataluña está conmocionada porque se quiere levantar unos artilugios para llenarla de terror, el espanto del madurismo recorre sus calles bajo el manto de Podemos que, solo quiere diálogos superfluos y cosméticos para lograr al final, el derrocamiento de la monarquía y la salida de Franco de los Valles de Los Caídos. Estamos en un verdadero juego entre el nazismo y el stalinismo, no puede haber paz, porque José Luis Rodríguez Zapatero dejo entrar al islam radical que no permite personas extrañas, ni prácticas religiosas de otro estilo y costumbre fuera de su estructura geopolítica y sentimental. Luego vino Angela Merkel, se creyó una diosa y acepto millones de inmigrantes para repartírselo a toda Europa y ahora, los residentes antiguos deben aguantar las periploadas de estas personas que, sin la documentación debida, ingreso a su territorio.

Es que la nueva izquierda, sus integrantes expresan que son el nuevo orden y mediante su populismo quieren perpetuarse en el poder y en una actitud despótica representan un momento de angustia para la estabilidad de cualquier región. Desean mantenerse en el poder a costa de cualquier costo. El gran problema es que nadie desea escuchar y menos el líder principal. Allí, todos tienen la razón, pero la lucha tiene su razón y sentido. Todos los dirigentes comunistas limpios se sienten descontentos, esto vale para chavistas y sandinistas, a los nacidos en Cataluña y ven como unos yuppies desean romper con una monarquia que es historia política en España. Hay un peso en la conciencia y, al final una apelación al dialogo sincero, a la propia pareja gobernante que se olvida del pueblo, dejando al pueblo en manos del militarismo y terrorismo de Estado, mediante sus cuerpos orgánicos y judiciales.

El llamado de la unidad nacional es falso, debe privar la sensatez para evitar a futuro una ola represiva a gran escala.

Los gobiernos de izquierda, se tornan neoliberales y sus miembros tienen escasas ideologías y se muestran débiles y vulnerables, como dispersos en el mismo gobierno, todos andan confundidos, pero el pacto Allup- MUD- Psuv esta funcionando, sin olvidar los compromisos de Julio Borges con altos dirigentes del oficialismo, comprometiendo a su partido Primero Justicia. Todos están comprometidos con el neoliberalismo y en el caso del Psuv, con la causa revolucionaria.

Nadie, retornara a una ideología de izquierda en América Latina, jamás han leído las cinco tesis de Mao Zedong, nos encontramos ante un Estado Delictivo y una revolución fallida, claro, en el caso Venezuela.

Para Vladimir Putin estabilizar La Cuenca del Caribe y Sudamérica es un verdadero impacto de digitalización, porque, los presidentes progresistas están fallando en sus estrategias territoriales.

Pues bien: desde la izquierda, cualquiera que ésta sea, es imperioso reconocer que la derecha está ganando la lucha ideológica. ¡Y está ganando agigantadamente! ¿Cómo es posible que poblaciones hundidas en la miseria, violentadas, alejadas de los logros del desarrollo social que trae el mundo moderno, opten por estar con su verdugo?

Fenómenos así se repiten con mucha frecuencia: triunfo de un racista xenófobo, machista y homofóbico como Donald Trump en Estados Unidos, una derecha anti-inmigración de corte neofascista que va ganando posiciones en Europa, poblaciones atemorizadas que votan por opciones de "mano dura" en distintos países, británicos que apoyan el Brexit para salirse de la Unión Europea –como respuesta racista– o candidatos con posiciones de ultraderecha visceral que ganan elecciones apelando a mensajes religioso-apocalípticos. ¿Cómo entenderlo? ¿Síndrome de Estocolmo? Quizá la explicación psicológica no termina de dar cuenta de la complejidad del fenómeno.

Lo dicho por Teitelbaum es sumamente coherente. Lo cual nos lleva a profundizar preguntas que se hacía Edgar Borges, y que hago mías aquí: "¿Son estos sujetos ultraderechistas marcianos que ganan elecciones en la Tierra, o son interpretaciones de lo que piensa una mayoría?" (manipulada y asustada, deberíamos agregar), "¿Acaso el avance mundial de la ultraderecha no se debe a que la izquierda, desde los años 80, quedó desubicada de la actual metamorfosis del capitalismo?" Pero para demostrar esto que estoy afirmando no necesitaré hacerlo solamente desde una investigación histórica sino también, y principalmente, razonando sobre la filosofía política del fenómeno imperialista, lo que nos llevará a la conclusión de que las masacres y el terrorismo no son "accidentes", "excesos", "errores", en la forma de hacer la guerra del Imperio, sino que son, precisamente, la esencia de su doctrina militar.

Podemos denominar de muchas maneras la dualidad dialéctica de lo moral: el Bien y el Mal, obreros y parásitos, trabajadores y capitalistas, nacionalistas e imperialistas, o justicieros y abusadores… Ésta última es para mí una de las maneras más apropiadas de sintetizar la disyuntiva moral de cualquier sujeto político, tanto en el plano individual como colectivo: luchar por la justicia o ser parte del ejercicio de la injusticia, que es el abuso del poder (entendido el concepto de poder en un sentido amplio, no solamente estatal). O sea, ser un justiciero, un protagonista de la lucha por el Bien Común, o ser un abusador, un execrable oportunista al acecho de necesidades, debilidades y débiles, para sacar provecho de ello.

En este sentido ¿Qué es un capitalista? Es la expresión característica del abuso sobre los trabajadores y el pueblo. Y esto es así porque siendo los trabajadores los únicos sujetos políticos de la producción (en tanto capaces, a diferencia de las máquinas, de desplegar ejecución y conducción de manera multidimensional y social, y de intervenir en la lucha en torno de cómo es la organización social de producción), son éstos los sujetos últimos, o primeros (según desde dónde lo miremos), de la creación de valor en la economía (recordemos que el valor objetivo de una mercancía viene definido por el tiempo socialmente necesario para producirla). El capitalista es la personalización del fenómeno categorizado como Capital. El Capital es trabajo acumulado, trabajo acumulado que tiene sus promotores, sus propietarios fraccionales, que luchan, movidos por la codicia, para expropiar a los trabajadores la mayor cantidad posible del valor creado con su actividad productiva. El capitalista, en síntesis, es un abusador, un sujeto "entrenado", día a día, en el abuso, en la codicia, en el vampirismo. Su moral, entonces, es el abuso, el ventajismo (ya en la época de Cristo, donde el capitalismo aún no existía como sistema social, entre sus mayores enemigos se encontraban "los mercaderes del templo"). La competencia entre las diferentes fracciones capitalistas en su lucha por imponerse exacerba al máximo esta característica: el mejor capitalista será el que, a iguales medios a disposición, logre abusar mejor de la fuerza de trabajo, acumulando así más capital para su propia fracción. Y la expresión más desarrollada del capitalismo son las corporaciones (donde las diferentes expresiones del Capital, en sentido amplio: financieras, industriales, territoriales, militares, etc., se conglomeran en una determinada estructura propietaria, la que constituye una fracción del total) y, en términos de Estado, el Estado imperialista.

Y, sin duda, Venezuela es un Estado imperialista y neoliberal al igual que Nicaragua, nunca será revolucionaria, fue despojada de esas atribuciones.

De esta filosofía política, del corpus orgánico del abuso como fórmula de relación social, surge entonces la doctrina militar. Si el fin es la explotación de los trabajadores y el saqueo de los recursos naturales, si el fin es acumular la mayor cantidad de riqueza en pocas manos, mal puede constituirse la estrategia política y militar que actúa como medios de esos fines con otra cosa que nos sean métodos execrables y perversos. ¿Ha existido alguna guerra de conquista que no empleara métodos consistentes con sus fines? ¿Si el fin es dominar y arrebatar lo de otro, por qué el invasor se privaría de abusar de quienes quiere dominar, si ya el mismo objetivo, dominar y arrebatar, es la base moral de los métodos, la estrategia y la táctica? ¿Quién te agrede para imponerse y dominarte, por qué razón no lo haría de una manera oprobiosa, si oprobioso es su objetivo? Vemos cómo medios y fines se relacionan en una misma concepción, en un mismo tipo característico de relación social: el imperialismo. Al ultraje de la explotación del hombre por el hombre se corresponderá necesariamente la masacre y el terrorismo en el plano militar, y la política de bandera falsa como toda política.

La parte fundamental de la doctrina militar del Imperio está constituida por las masacres y el terrorismo. Eso es todo. Nada de honor. El honor es incompatible con el Imperio contemporáneo, si es que alguna vez lo fue. Y mucho menos el honor militar. Quien es cabal no hace propaganda de sus buenas acciones. En todo caso sólo habla de ellas como necesaria autodefensa ante la difamación, y como Verdad Histórica, como patrimonio de las nuevas generaciones. La grandilocuencia, la propaganda en el sentido proselitista, es una necesidad de los mentirosos para poder sostener sus mitos. Por eso los rusos y los chinos y los norcoreanos y los cubanos y los vietnamitas y los iraníes, y etc., etc., no tienen una profusa producción espectacular de propaganda de su heroísmo como pueblos, que es verdadero y real, a diferencia del de los imperialistas, que no es más que un cuento de Hollywood. El heroísmo de esos pueblos habla por sí mismo. Pero como sí puede haber mucha forma sin contenido, el de las naciones imperialistas es invento, sobredimensión de alguna que otra hazaña de sus huestes para encubrir el núcleo constitutivo de su doctrina, que es oprobiosa, cobarde y artera.

La agenda de izquierda ya no es atractiva de cambios sustanciales, todos son falsos dirigentes y el modelo de Chávez fue usurpado por otros dirigentes que le traicionaron y engañaron por un neoliberalismo que mata de hambre al pueblo



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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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