Brasil, la gran farsa electoral

Los grandes vencedores de la primera vuelta electoral en la hermana República Federativa de Brasil son el presidente de facto, Michel Temer y todos los conjurados en el proceso golpista orquestado entre el Supremo Tribunal de Justicia, el Supremo Tribunal Electoral y las cámaras de diputados y senadores, con su golpe de Estado amañado, mediante el impeachment contra Dilma Rousseff, seguido del encausamiento, cárcel y prohibición de participación electoral contra el expresidente Luiz Inácio (Lula) Da Silva, quien habiendo estado apartado del poder y de la lucha partidista, tuvo que asumir las riendas y conducción del Partido de los Trabajadores (PT), de manera fallida, lo que devino en que el izquierdista profesor universitario y curtido político, Fernando Haddad asumiera el fiel de tan alto reto, con bastante éxito y entereza, que no han sido suficientes para alcanzar el triunfo electoral el pasado domingo, como tampoco lo alcanzará el próximo veintiocho de octubre (28/10/2018), debido a amplias razones y condiciones objetivas, más allá de los buenos deseos. Además, en matemáticas, uno más uno es igual a dos.

El caso es que con la materialización de la gran farsa electoral en Brasil, todos los conjurados golpistas de la derecha extrema han quedado exentos de todo encauzamiento judicial y se han legitimado, mediática, social e institucionalmente, dentro y fuera de la nación, porque, además, en esta comparsa, unos cayeron como única opción en el desespero, mientras que otros, como la Organización de Estados Americanos (OEA), cual Ministerio de las Colonias al Servicio Imperial (MINCSI), la cohonestaron, pues son celestinos de este tipo de delitos.

Ahora bien, los resultados, más allá del avasallamiento mediático liderado por la televisora O Globo y el resto de cadenas transnacionales, como CNN, FOX et al, del ventajismo institucional y de cualquier otra variable interviniente, el Pueblo de Brasil ha perdido en grande, sobre todo, esa mayoría en pobreza externa que supera el setenta por ciento (70%) de la población, porque no se trata de la derrota cantada contra Lula o Dilma, ni contra Fernando Haddad o el PT, ya que, a fin de cuentas, la Nomenklatura del partido y sus principales cuadros, vivirán de lo habido, sobrevivirán políticamente en la escena nacional e internacional, preservarán sus relaciones con la burguesía nacional y no serán pocos los que serán asimilados por la derecha extrema gobernante.

Esta derrota del Pueblo, del PT y del candidato Fernando Haddad, va a ser sellada a fines de mes, por razones fundamentales, de fondo, entre las que cuentan:

1. Durante los gobiernos de Lula Da Silva y Dilma Rousseff, ellos insistieron mucho en coquetear con sus verdugos, es decir, con la derecha recalcitrante heredada de la dictadura militar que gobernó a Brasil hasta 1985, en una ilusa y falsa convivencia con los enemigos de clase, con aquello que por otros lares, todavía hoy, intentan copiar en la conseja de un supuesta "burguesía revolucionaria" y alianzas arteras, como la que tuvieron con el vicepresidente de la Presidenta Dilma, Michel Temer, en una cuasi tradición de traiciones de clase, como la de Lenin Moreno con el otro llamado progresista, Rafael Correa o de Luis Almagro con José "Pepe" Mujica;

2. El gobierno del PT, con Lula Da Silva y Dilma Rousseff, aunque fue contestatario de palabras, nunca fue revolucionario, ni socialista, mucho menos, comunista, porque "progresismo" como ellos lo invocan no es "revolución", ni reformismo o revisionismo, tampoco es "socialismo", en donde lo popular y lo populista fue la nota característica que atendió remedialmente a los pobres del Brasil, pero no les elevó la conciencia de clase, ni los emancipó, lo que ha derivado en los resultados electorales desfavorables, en los que ese mismo Pueblo -hoy más empobrecido y devuelto a la miseria y lumpen- ha votado y votará para preservar en el poder a sus verdugos y enemigos de clase;

3. Una diferencia que pudo haber marcado el voto femenino en defensa de su identidad, se ha perdido en esta oportunidad, porque la mujer brasileña, en su mayoría, aunque híbrida culturalmente, es heredera del patriarcado con acento portugués, italiano, árabe y judío, por lo que, pese a que Jair Bolsonaro es misógino, machista, fascista y un gorila militar prusiano de esvástica calada, culturalmente, en su mayoría, el sujeto femenino no ha elevado su conciencia de clase, porque entre los antivalores culturales y del capitalismo, ha aprendido a ser un sujeto de segunda, objeto de mercado y subordinada a los dictámenes falocéntricos, con la carga del esclavismo heredado como sujeto afrodescendiente, acicates que son reforzados en el hogar, en la escuela, la universidad y los medios de comunicación, razón por la cual, tampoco tiene nada qué buscar en el PT, como opción emancipadora;

4. El PT, Lula y Dilma desaprovecharon la oportunidad de gobernar y hacer una revolución profunda, al dejarse avasallar por la corrupción en sus gobiernos, servir a la expansión del gran capital (progresismo de corte liberal) y poner las instituciones del Estado al servicio de la burguesía nacional y del desarrollo privado que los enriqueció y convirtió en la más pujante economía de la América del Sur, a cambio de un índice de pobreza paradójico entre el setenta y noventa por ciento (70% y 90%) de la población;

5. El racismo contra los negros y mestizos, el marginamiento de los habitantes de las favelas y campesinos, aunados a la incorporación de fetiches religiosos como corporación económica que ha prosperado en Brasil (iglesias cristianas, como la de "El evangelio cambia", "Pare de sufrir", etcétera), que con la estupidez e ignorancia aprendida, además de haberse convertido en un jugoso negocio, han segmentado un tipo de población embrutecida y con complejo de inferioridad frente al rico, al que temen y veneran religiosamente, gracias a esta forma de dominación político-religiosa.

Ante este dantesco panorama, ha sido inmensa la capacidad demostrada por Fernando Haddad, que si por la fuerza de la perseverancia y la constancia llegase al poder en cualquier momento posterior a esta farsa electoral del 2018, muchos en el mundo vemos en él, un gran líder que podría sacar al Brasil del oscurantismo político-social en el que se encuentra. Mientras tanto, todos los países hermanos del nuevo mundo multicéntrico y pluripolar debemos estar atentos para ayudar a que este Pueblo se emancipe y asuma nuevos derroteros de democracia participativa, protagónica y revolucionaria. A los de fuera, nos toca estar atentos a cualquier locura o desmanes de Jair Bolsonaro, mientras que al Pueblo, más que resistir, le tocará librarse de sus complejos y rebelarse contra la burguesía embrutecedora del criollo brasileño.

Mientras tanto, Dilma Rousseff fue liquidada electoralmente; a Lula le esperan doce (12) años de cárcel injusta; a la burguesía se le abren las alamedas para concentrar más capital; a los blancos se le despejan los caminos como raza aria y a los mestizos, negros y campesinos les tocará seguir siendo la caña amarga en el trapiche de la historia brasileña.



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Luis Alexander Pino Araque


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