Tho: Fui yo, Tío Ho, para que entrara aire fresco…

A Nguyen Van Tho se le considera como uno de los poetas populares vivos más representativos de su género en Hanói, Vietnam. Su obra constituye un valioso aporte historiográfico que consiste en escribir y leer en público, temas que a su juicio merecen ser preservados en la memoria colectiva de su pueblo. El poeta Tho se convierte así en una suerte de rapsoda, como aquellos de la Grecia arcaica.

De no haber sido por seres especiales como este poeta, próximo a los ochenta años de edad, de imaginación e inventiva prodigiosas, quizá la humanidad no contaría con tantas riquezas literarias, orales y escritas, entre las que me atrevo citar las legadas por Homero, a pesar de su ceguera que nadie curó: la Ilíada y la Odisea, para mencionar las más conocidas. Y en este contexto cómo no recordar al sabio, al gran filósofo de todos los tiempos: Sócrates, el de las lecciones peripatéticas.

Y más aún. Retrotraigo aquí —en honor a la idiosincrasia de este valeroso pueblo indochino— las expresiones del patriota Nguyen Trung Truc, quien en 1868 antes de ser fusilado por los invasores franceses, les dijo:

—Mientras broten las hierbas sobre el suelo de Vietnam quedarán hombres para hacer resistencia a los invasores…

Oportuno citar también en este momento al propio héroe Ho Chi Minh, quien mientras purgaba prisión bajo el régimen policial de Chang Kai-shek, en condiciones deplorables e inhumanas, por las noches se retiraba al baño para escribir y de ese entonces es su libro Diario de prisión, de extraordinario contenido sociopolítico, del cual transcribo el siguiente poema:

El sol de la mañana traspasa la prisión / barriendo niebla y humo, dispersando la bruma. / Un aire nuevo sopla de pronto sobre el mundo. / Cien rostros enclaustrados sonríen a la aurora.

Muchos de los textos escritos por el poeta Tho quizá carezcan del reconocimiento que por su valor merezcan. No obstante, cabe dar tiempo al tiempo y aguardar por los resultados que el futuro les deparará. Dejemos que la valentía de su esfuerzo literario fragüe, que esa "finalidad sin fin" del arte creador se curta en la esencia y contenido de su canto.

El poeta Tho es un veterano diplomático formado en las academias de estudios de política internacional de la ex Unión Soviética; jubilado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Vietnam, después de treinta años de haber ejercido cargos de distintas jerarquías en Hanói y en embajadas de su país en Cuba, Nicaragua, México y África, durante épocas difíciles para Vietnam, en plena guerra defensiva contra voracidades imperiales harto conocidas.

De las numerosas conversaciones con el poeta Tho, recuerdo anécdotas aún vivas en su memoria; por ejemplo, siendo muy joven:

-Mientras formaba parte del equipo que apoyaba en labores de traducción y secretaría al Gobierno revolucionario conducido por el presidente Ho Chi Minh, un día había llegado la hora de almorzar y el calor apretaba por encima de los cuarenta grados. A Tho se le ocurrió comer en su sitio de trabajo, pero abrió las ventanas cercanas para recibir las bondades del viento. Ho Chi Minh se movía rápidamente de un lugar a otro; Tho almorzaba en silencio. De repente el líder se detuvo y preguntó en voz alta:

—¿Quién abrió estas ventanas?

Tho se puso de pie y nervioso asumió su responsabilidad:

—Fui yo, Tío Ho, para que entrara aire fresco.

—¡No! —dijo Ho Chi Minh, y acotó en voz baja, como secretamente—: Usted no sabe que nosotros estamos clandestinos —sonrió, cerró las ventanas y prosiguió su marcha.

También me contó, en otra ocasión, que siendo diplomático en Nicaragua fue invitado a dictar una conferencia ante un contingente de las fuerzas sandinistas de liberación en una montaña cercanas a Honduras. Cuando se encontraba en el lugar anunciaron que un comando de la "contra" se aproximaba; a Tho le entregaron una ametralladora para que se defendiera y tuvo que caminar varias leguas sosteniendo el pesado armamento, a pesar de su poca estatura y limitadas fortalezas físicas.

Largas fueron las conversaciones que tuve la dicha de sostener en mi paso por Vietnam con este poeta revolucionario poseedor de una sencillez especial de sabios. Él cumple un papel importantísimo porque canta con su verbo todo acontecimiento ocurrido en el mundo que por su calidad y trascendencia merece ser reseñado para las presentes y futuras generaciones. Sus panfletos están llenos de mensajes solidarios y militantes que muchos conocimientos y experiencias pueden aportar a las nuevas generaciones de vietnamitas. Elabora sus poemas a base de símbolos, de un compromiso eterno con los nobles movimientos sociales del mundo.

En Hanói, tiempos después, Tho cumplió responsabilidades de solidaridad prestando apoyo a guerrilleros venezolanos que acudían a Vietnam para ampliar sus conocimientos en materia de guerra de guerrilla. Así fue como conoció a Luis Correa, el comandante "Gregorio", quien anunció al pueblo de Venezuela, en transmisión radial, la captura del teniente coronel Michael Smolen, de la embajada de Estados Unidos, con la cual se iniciaba la operación Van Troi en Caracas; y conoció también en sus funciones de solidaridad a Édgar Rodríguez Larralde, "el Catire".

Rodríguez Larralde, en un momento inesperado, se desempeñó como traductor de Ho Chi Minh ante una delegación de venezolanos en la que se encontraba el médico Eduardo Gallegos Mancera, destacada figura del Comité Central del Partido Comunista de Venezuela (PCV).

En Ciudad de México, Tho conoció al premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, con quien mantuvo una relación amistosa muy cordial y solidaria. Vietnam, para García Márquez, es un pueblo digno de admiración; y en sus pláticas con el poeta Tho siempre expresó los mejores elogios al pueblo vietnamita por su valentía y logros sin parangón en batallas.

El tránsito por México fue para el poeta Tho una experiencia inolvidable. Sus ojos, en el momento de nuestra conversación, revelaban el amor y agradecimiento que profesa por el pueblo azteca, donde recibió expresiones solidarias que aún vibran en sus sentimientos.

Este poeta tenía en su casa una pequeña sala para recibir a sus amigos y degustar un aromático té que él solía preparar. Allí ocurrían muchas de nuestras tertulias, que de acuerdo al interés terciaban entre temas de la política del momento y aspectos de cultura general.

Prefería preparar el té para tomarlo al instante con sus amigos, por lo cual el visitante formaba parte del ritual en la confección de la estimulante bebida.

Un poco de agua caliente, hojas secas de té verde, galletitas tradicionales vietnamitas o emparedados de apetitosos sabores de la variada granjería popular nacional, a base de almendras y otros ingredientes, eran suficientes.

Al poeta le mantenía su esposa, en una bandeja, varias tazas de cerámica y vasos de vidrio que como parte del ritual él enjuagaba con agua caliente; luego colocaba en una jarra las hojas de té y las bañaba con agua humeante; al desprenderse las propiedades aromáticas de la infusión, él lo iba sirviendo para disfrute de sus contertulios.

Esa sala del poeta Tho era muy particular. Al extremo derecho estaba un lugar destinado a sus ancestros: reproducciones fotográficas de sus padres y parientes cercanos fallecidos. Costumbre de corriente budista que siempre admiré en los vietnamitas. El sitio dedicado a los antepasados no siempre está donde lo tenía el poeta Tho; puede estar en cualquier parte de la casa. Algunos hogares dedican hasta una habitación completa a este tipo de altar. Las familias valoran este sitio como un lugar sagrado del inmueble, como un templo. Por lo general se colocan flores y frutas frescas diversas, se rezan oraciones y se hacen meditaciones, según el caso.

Un día, al concluir una larga conversación, el poeta Tho notó la atracción que me produjeron unos hermosos mangos que estaban en el altar. Me dijo: "Vamos a comer uno de estos mangos". Le pregunté si eso era posible y respondió: "Tranquilo, que tenemos permiso, y miró con un gesto ‘connivente’ las fotos de sus padres…".

Me llama la atención, positivamente, esta práctica religiosa porque en ella observo que el ser querido que se ha ido no desaparece del todo. Su imagen no se borra, persiste allí, en la casa, donde se le ve a cada rato. Esos muertos no producen miedo como los de otras religiones.

En días pasados, el poeta Tho leyó y distribuyó un texto alusivo a Venezuela que como colofón transcribo:

Venezuela…

Contando con la cultura milenaria / Aquí el paisaje se presenta bello todo el año / Venezuela se encuentra en las dificultades / Existen los riesgos de pérdida gradual de las conquistas logradas / Sin embargo, el Gobierno junto con su pueblo se unen decididos a defenderlas / manteniendo la paz, independencia, soberanía y la estabilidad / Que es la tarea primordial / Profundizando e intensificando la Revolución / Todo el pueblo se hace un bloque para enfrentarse al peligro / Dejando a un lado las discrepancias grandes y pequeñas / Realizar los diálogos nacionales constructivos / es el requisito primordial / pese a las contradicciones entre las partes / Porque se debe poner la Patria Bolivariana por encima de todo.

Puedo dar fe de que allá, en la bucólica Hanói, dejé a un contertulio brillante y solidario, cual más, con las causas nobles de la Revolución Bolivariana; una persona que trata de mantenerse al día con los últimos acontecimientos políticos y sociales ocurridos en Venezuela, a pesar de la distancia geográfica; infatigable lector y defensor de la nobleza con la cual el pueblo venezolano defiende los postulados libertarios legados por el Padre de la Patria, Simón Bolívar.

Tho, bardo amigo. Rapsoda de su tiempo.

 



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Nelson A. Rodríguez A.

Periodista y diplomático. Autor de ensayos, cuentos y poesía.

 nelsonrodrigueza@gmail.com

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