Lo que el Aquarius revela de la sociedad italiana

El Gobierno italiano ha querido lanzar un mensaje interno de dureza con el caso Aquarius, mientras sigue punto por punto las instrucciones de la Unión Europea en materia económica.

El barco Aquarius ha llegado a Valencia con niños, niñas, hombres y mujeres después de una semana de navegación. Un viaje evitable, consecuencia de la decisión del Ministro del Interior y del Ministro de los Transportes del Estado italiano de cerrar los puertos a los barcos de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), seguido por la decisión idéntica del Estado de Malta.

En Italia se ha desarrollado un fuerte debate público, que, entre palabras machistas y patrióticas, ha olvidado completamente a las personas náufragas salvadas por la tripulación del barco: seres humanos reducidos a simple instrumento de propaganda, objetos sin importancia.

El debate se ha caracterizado por contenidos explícitamente nacionalistas. Los políticos en el Gobierno han protagonizado una carrera a través de palabras de firmeza, dureza y choque. Una carrera realizada, enteramente, en el campo del discurso del honor nacional, del hecho de que, finalmente, después de muchos años, hay gobernantes que hacen respetar a los italianos, no bajan la cabeza y no obedecen a la Unión Europea. Estos fueron los contenidos expresados por el ministro de Interior —Matteo Salvini— y no negados por el ministro de Infraestructuras —Danilo Toninelli—.

Se ha producido una fuerte propaganda nacionalista liderada por Matteo Salvini, a costa del prolongado sufrimiento de las personas en el barco Aquarius, y un fortalecimiento de los sentimientos nacionalistas y antimigrantes. Desde el punto de vista de las políticas se ha abierto la posibilidad concreta de cancelar la presencia de los barcos de la ONG, que ya se había reducido fuertemente después de la campaña jurídica, política y mediática del verano pasado.

Desde el punto de vista más general de las políticas migratorias, en realidad, ha cambiado poco, como ha confirmado el encuentro entre Emmanuel Macron, el presidente francés, y Giuseppe Conte, el presidente del Gobierno italiano, celebrada el 15 de junio, en la que han confirmado su voluntad de abrir centros hot spot en África subsahariana, como ya está previsto en la Agenda europea de las migraciones del 2015 y del 2017.

Otras consideraciones políticas, jurídicas y morales se pueden hacer, pero es importante reconocer el uso que el Gobierno, y de manera particular su líder Matteo Salvini, está haciendo en Italia de las migraciones.

Hay una relación estricta con el tema del orgullo nacional. En este asunto, se ha expresado de la peor manera, a través de un nacionalismo minúsculo, que quiere ejercitar un poder regional pero no sabe cómo hacerlo y, entonces, actúa en contra de los más débiles en este momento, las personas migrantes en el mar.

Es un nacionalismo que, incapaz de imponerse a los gobiernos centrales de la Unión Europea, como una reciente entrevista del ministro de Economía ha destacado, solo puede poner cara feroz contra quienes no pueden defenderse.

El orgullo nacional que se expresa al abandonar a la gente en el mar, jugando a ser fuertes con otros Estados mediante la piel viva de las personas, no es orgullo sino barbaridad. No hay amor por la patria en esta decisión, sino solo odio y propaganda. El orgullo se expresa construyendo justicia y respetando a la humanidad. Cerrar los puertos a los barcos que transportan personas rescatadas en el mar no es un acto de coraje, sino un acto cínico, que ofrece otro impulso a la sociedad italiana hacia el deshonor y la infamia masiva.

Sin embargo, esta deriva no es natural y no es necesaria. La oposición social e institucional a la decisión del Gobierno italiano ha sido importante. Los alcaldes de algunas ciudades han declarado abiertos los puertos. Muchas personas se han manifestado en algunos puertos y frente a los palacios de las prefecturas, las sedes locales del Ministerio del Interior, para decir que no estaban de acuerdo.

Se ha mostrado el conflicto en la sociedad italiana sobre el tema de las migraciones, que, realmente, es un tema más general, que incluye la cuestión del nacionalismo y la manera de combatir la crisis económica que no se resuelve para una gran parte de la población, mientras las desigualdades crecen.

Abrir los puertos, abrir las posibilidades al conflicto social y abrir otras políticas de migración y recepción que se traduzcan en políticas para la vivienda y políticas de libre circulación de las personas son las únicas alternativas a las jerarquías de la diferenciación basadas en los factores raciales, nacionales y sexuales de la mano de obra, que solo favorece a las empresas contra el trabajo: esta es la alternativa que el Gobierno liderado por el ministro del Interior quiere imponer a la sociedad italiana.

Gennar



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