España: El plebiscito

1. El escándalo desatado por el chalet de Iglesias y Montero puede analizarse desde muchas ópticas. Suscita cuestiones y dilemas en varios planos distintos. Uno de ellos, muy discutido estos días, es el de la ética política en lo que concierne especialmente a la interacción entre vida cotidiana y cambio social y a la relación entre esfera privada y pública. No es sin embargo el aspecto que voy a tratar aquí. El linchamiento mediático contra Iglesias y Montero y la cultura de aversión al debate existente en Podemos hacen difícil abordar de manera consistente dicho terreno. Mejor dejarlo para momentos más pausados en los que ni los juicios sumarísimos ni los cierres de filas unilaterales tengan cabida. Más bien, entonces, voy a centrarme en la ligazón del escándalo con el proyecto político de Podemos, con la lógica de su liderazgo, y con su concepción de la discusión política. Más allá de si la decisión de comprar un chalet de estas características "está bien o mal", el hecho en sí y, sobre todo, su posterior gestión política, son una síntesis, dramática y esperpéntica a la vez, de buena parte de los defectos del modelo Vistalegre I y de su evolución posterior tras Vistalegre II ya bajo mando exclusivo "pablista", tras la marginalización de Errejón y sus partidarios. El gris errejonismo sin Errejón que hemos tenido hasta entonces, con su combinación peculiar de caudillismo y burocracia, parece haber hecho un absurdo salto al vacío como consecuencia de sus propias contradicciones. ¿Es el escándalo el síntoma de la entrada en la etapa senil del modelo Vistalegre?

2. El grueso de la línea argumental de defensa sostenida por Iglesias y Montero es que el establishment mediático injustamente no les aplica el mismo rasante a ellos que al resto de dirigentes políticos. Pues claro. Y la sociedad tampoco. Pero esto es sumamente positivo. La prueba de que realmente son percibidos como distintos. El día que Iglesias y su partido fueran juzgados con el mismo rasante habrían perdido toda su fuerza. Clamar por ser evaluado con el mismo baremo de los demás es clamar por ser homologado a los demás. Por ser como ellos. Pero un Iglesias como ellos carece de valor y atractivo alguno. Es uno más. Su fuerza radica(aba?) en ser otra cosa. O, más bien, en parecerlo. Y éste es el núcleo del asunto. Bajo la batuta de Errejón Podemos emprendió un proceso acelerado de homologación política, de intento de normalización de su condición. Iglesias siempre encarnó una orientación más contradictoria e inestable, abrazando la estandarización inexorable del proyecto y su rutinaria inserción en la normalidad parlamentaria, a la vez que conservaba elementos episódicos de rebeldía plebeya, aunque en general mal acompasados e improvisados. Su propio estilo personal de liderazgo se basaba en ésta doble faceta. Hombre de Estado con tics macarras y macarra con pose de hombre de Estado. Que Iglesias, Montero y Podemos no sean todavía enjuiciados como todos los demás significa que no han sido completamente asimilados ni aceptados en el club de los que mandan. Que todavía queda una parte de la fuerza simbólica, aunque reducida a golpe de errores políticos y personales continuados durante más de tres años, que aupó a Podemos en 2014. Dilapidar esto es la receta para la liquidación de Podemos al menos en términos de instrumento útil para el cambio social.

3. A líderes políticos como Iglesias no sólo se les pide ser coherentes, sino en gran media ejemplares. Lo que no significa perfectos, pero sí no tener fallos garrafales que desmonten su significado simbólico. Sean justa o injustas, estas son las reglas de un juego al que no pueden sustraerse quienes intentan subvertir los códigos de la política convencional a partir de la impugnación de la "casta" y de la élite privilegiada. Y menos en los tiempos de la política representativa convertida en espectáculo, de la transparencia como simulacro artificial de realidad y de la vampirización de la esencia por la apariencia. Poco importa si comprar el chalet es correcto o no (aunque el debate sobre el asunto sea importante y, bien hecho, puede arrojar interesantes reflexiones sobre vida personal, militancia, contradicciones y coherencias). La cuestión es que choca frontalmente con la percepción pública de lo que Iglesias y Montero representan, debilita la credibilidad de su discurso político, y ofrece a sus adversarios un fabuloso ángulo de ataque contra ellos. No haberlo visto por su parte es un grave y sorprendente error de cálculo. Sobre todo teniendo en cuenta que desde sus comienzos Podemos forjó su estrategia esencialmente en el terreno de la comunicación política y el discurso. En la obsesión por la imagen. Ello muestra automáticamente algunos de los graves problemas del modelo Vistalegre y, en particular, de su versión 2.0. El primero, la tendencia al ensimismamiento de sus dirigentes, encerrados en sí mismos, con pocos contactos con voces discordantes y con escasa capacidad para mantener una subjetividad no totalmente cautiva de la práctica política parlamentaria profesionalizada. El segundo, enseña no ya las debilidades de los líderes, sino de sus equipos de dirección y entornos de confianza. Que ninguno de los colaboradores de Iglesias y Montero fuera lo suficientemente sagaz para anticipar un posible escándalo mediático es tan grave como el hecho de que si alguien lo hizo no se atreviera a plantearlo con fuerza. El verticalismo y el arribismo del modelo Vistalegre, parejos a su cultura autoritaria y anti-pluralista, conllevan rodearse de trepas, aduladores e incompetentes. Un mal negocio a largo plazo.

4. El plebiscito permanente ha sido la forma habitual de relación entre dirección y base en Podemos La consulta-chantaje ha constituido una práctica recurrente en la lógica interna de la organización. Pero ahora se exacerba al pretender una legitimación pública plebiscitaria de un error político privado. Lo privado y lo publico aparecen entonces mezclados de la peor forma posible. De la batalla de aparato que se auto-devora parcialmente (Vistalegre II) hemos pasado a las contradicciones del líder autonomizado de sí mismo, incapaz de controlar sus propias pulsiones autodestructivas que amenazan en engullir al proyecto político colectivo. El modelo Vistalegre, como ya analizamos en ocasiones anteriores (1), certificó que el partido dejaba de ser oficialmente (nunca lo fue en realidad) un bien común de sus militantes y se convertía en propiedad de sus dirigentes. La máquina de guerra electoral burocrática-comunicativa se convertía en un partido privado y propietario nacido de la privatización burocrática de los bienes comunes militantes, es decir del patrimonio y capital militante, cultural, emotivo y simbólico, colectivo. La "madre de todos los plebiscitos" al que está sometido Podemos estos días es una huida hacia adelante que nos adentra tormentosamente en el estadio superior de la privatización del partido por parte de su oligarquía dirigente. Lleva hasta el extremo esta lógica al punto de convertirla en caricatural, en una singular forma de alcanzar el absurdo por exceso.

5. Con el desplazamiento de su yerro al conjunto de la organización, Iglesias y Montero crean las condiciones para que su liderazgo interno exacerbe todas sus facetas negativas (falta de contrapesos, autoritarismo y plebiscitarianismo permanente). El secuestro plebiscitario del partido noquea su proyecto político y lo carcome por dentro. Acrecienta sus problemas y lo empuja a una enésima degradación político-organizativa en beneficio de sus líderes que violenta una vez más las reglas elementales del debate pluralista. Tras el referéndum, si como es previsible los inscritos ratifican la continuidad de ambos dirigentes, saldrá en cierta manera un Pablo Iglesias más reforzado en el partido pero en el seno de un Podemos más débil en la sociedad. La confirmación de su liderazgo interno vendrá más como fruto de un golpe de mano autoritario disfrazado de baño de masas y que acalla la disidencia en un ejercicio de falso cierre de filas, que no por un genuino fortalecimiento de su autoridad político-moral. Sin duda, la perfecta receta para cocinar los próximos (in)evitables errores.

(1) Antentas, Josep M (2017). "Podemos: Avon Barksdale se impuso a Stringer Bell". Viento Sur, 14 de febrero. Disponible en: http://vientosur.info/spip.php?article12213

 

 

 

 

 

 

 

 



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Josep María Antentas

Profesor de sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Catalunya


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