Colombia: Entre la sentencia de César Augusto Londoño o avivar las nuevas posibilidades

Sucedió el 13 de Agosto de 1999, el día que el periodista deportivo César Augusto Londoño al finalizar la presentación de las noticias deportivas, en vivo, en un canal de televisión, espetó lo siguiente: "Y hasta aquí los deportes, país de mierda", acompañado de un golpe a la mesa de trabajo. Fue la manera que encontró el periodista de protestar la muerte del humorista critico Jaime Garzón, que había sido asesinado horas antes. Eso es parte de la historia trágica de un país como Colombia y eso es lo que hace falta cambiar.

Colombia es un país en donde en medio de una campaña electoral se puede asesinar, no uno, ni dos, sino hasta tres candidatos presidenciales. Para la campaña de 1990 fueron asesinados Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Osa y Carlos Pizarro Leongómez, pero además allá mismo se pudo evitar la tragedia de Armero con saldo de 25.000 muertes aproximadamente en 1985 si las autoridades departamentales o nacionales hubiesen escuchado las advertencias realizadas por investigadores y habitantes de la región sobre el peligro que representaba el volcán Nevado del Ruiz. En Colombia, en los últimos 100 años, no hizo falta una dictadura tipo cono del sur para que más de 5000 miembros de la organización política Unión Patriótica fuesen masacrados, ni hablemos de los falsos positivos, de las muertes por el conflicto armado, de los asesinatos por narcotráfico, etc., etc., etc.

Toda esta historia impuesta a fuego y sangre tiene un gran denominador común: Siempre han gobernado los mismos. Y siempre han gobernado con los mismos métodos, con las mismas armas y con el mismo discurso. Esta casta gobernante, racista, autoritaria y mafiosa, ha llevado a Colombia a índices de pobreza, en donde solamente es superado por Paraguay y Bolivia según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) entre las 10 naciones suramericanas. Esos mismos de siempre pretenden seguir gobernando y para las próximas elecciones presidenciales los nombres van desde German Vargas Lleras, Iván Duque, Marta Lucia Ramírez, Humberto de La Calle e incluso Alejandro Ordoñez. Son los rostros visibles de la continuidad, de eso que en un momento de rabia e impotencia y ante las cámaras de televisión, César Augusto Londoño calificó como "País de mierda"

Nada más echando un breve vistazo entre éstos aspirantes nos encontramos con que Vargas Lleras es nieto del ex presidente Carlos Lleras Restrepo (1966-1970), Iván Duque es hijo de Iván Duque Escobar, que se paseó desde gobernador de Antioquia, hasta congresista y ministro varios años. Marta Lucía Ramírez ha sido senadora, ministra de comercio exterior y hasta ministra de defensa. Y así todos estos han desempeñado cargos de relevantes responsabilidades durante los gobiernos de turno. Para ellos la política es una práctica elitista donde las diferencias no se dirimen por programas o ideas de fondo, sino más bien por cuales son las vías más rápidas que les permitan ganar posiciones frente a cómo funcionan las cosas y a la renta que lubrique la economía y el poder. Por eso difícilmente alguno de ellos y todo lo que representan, pueda escapar a la narcopolitica.

Son actores de un sistema político ilegitimo, cundido en la corrupción, en el clientelismo mafioso y politiquero, partidos políticos en crisis y la mayor constatación de tal afirmación son los índices de abstención electoral que normalmente superan el 55%. Pero es innegable que el malestar general a nivel de la población viene buscando forma desde hace rato en como poder expresarse y lo que antes era ahogado por la vía de la represión, combinado con métodos equivocados de lucha de una izquierda que el tiempo fue demostrando su estruendoso fracaso; ahora se identifica con un cauce que tiene en las redes sociales y a un gran porcentaje de la juventud, inmiscuidos en una dinámica que ve en la candidatura de Gustavo Petro una posibilidad concreta de poder manifestar desde la participación democrática su rechazo a una institucionalidad que ahoga a la mayoría de los casi 50 millones de colombianos.

Es el nuevo fenómeno. Son trabajadores que ya no soportan más las condiciones perennes del trabajo tercerizado y precario, una juventud harta de no tener posibilidades mínimamente aceptables para poder llevar adelante sus proyectos, campesinos que sufren desde la indefensión total el apoderamiento de sus tierras por parte de testaferros que además les asesinan por la vía de paramilitares, pueblos enteros con problemas de agua y falta de comida, indígenas que cada vez están más acorralados, y así toda una panorámica social, cargada de indignación que ve en las propuestas de Petro una posibilidad real de poder encontrar soluciones a los grandes problemas. Gente cansada que mientras los medios de comunicación y los políticos tradicionales les advierten de los peligros de un esperpento llamado "Castro-chavismo", les someten a la pobreza, al hambre, a la miseria, a la vez que entregan las riquezas del país a transnacionales que hasta se dan el lujo de instalar bases militares que no son amenazas fantasmales precisamente.

Es lo que se está por definir en Colombia y que ha puesto en alerta al capital financiero internacional en la región, porque mientras asimiló para sus planes al PSUV-Somos-Gobierno en Venezuela, se le ha atravesado una cuña inesperada para ellos en un lugar convencionalmente controlado para sus intereses. Petro perfectamente lo sabe y debe entender de igual manera que su programa de gobierno solo es viable en la medida que apueste por gobernar con el pueblo colombiano movilizado y organizado como sujeto fundamental de cuya política debe dar entre sus primeros pasos la convocatoria de una constituyente y los partidarios de su candidatura tienen que exigir que la mejor manera de defender sus propuestas políticas es siendo protagonistas directos como poder originario, convocando de manera amplia y democrática a todos los sectores a debatir de igual a igual con el mismo Petro, sin cheque en blanco, porque todo programa de gobierno es perfectible y sobre todo que hay que pelearlo porque la clase pudiente colombiana es la más cruenta de América Latina.

Es la disyuntiva en estos momentos en Colombia: O continuar con lo que identificó Londoño o apostar por lo nuevo.



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Gustavo Martínez Rubio

Militante de Marea Socialista y de La Liga Internacional Socialista (LIS).

 gmartinez2109@gmail.com      @gmartinezru1978

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