Los antiguos peruanos construían pirámides tres mil años antes que la Grecia clásica

Recientes investigaciones arqueológicas, antropológicas, lingüísticas, paleo climáticas y genéticas han puesto en duda los conocimientos científicos predominantes referidos a la historia del poblamiento americano y sobre las primeras civilizaciones surgidas en su territorio.

El descubrimiento de la civilización de Caral, en Perú, cuya antigüedad se remonta a 3500 años antes de nuestra era (5.500 años de antigüedad), constituye uno de los datos históricos más contundentes acerca del notable desarrollo cultural de los pueblos americanos varios milenios antes del florecimiento de Grecia y Roma. Las llamadas sociedades clásicas de Grecia y Roma han sido difundidas por el discurso eurocéntrico de los últimos 500 años como la "cuna de las grandes civilizaciones humanas", y se han impuesto a nivel mundial como paradigma de la supuesta "superioridad" cultural de las sociedades europeas sobre el resto de pueblos del planeta tierra.

Resulta que en el comienzo del siglo XXI se ha podido constatar que tres mil años antes de la Grecia clásica los antiguos peruanos ya construían pirámides (la ciudad de Caral cuenta con seis pirámides) y se organizaban en sociedades complejas. En una época en que los griegos apenas superaban el neolítico, las sociedades indígenas americanas de Norte Chico, en Perú, desarrollaban un amplio escenario cultural que perduró por unos dos mil años.

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CARAL Y LAS PRIMERAS GRANDES CIVILIZACIONES DE LA HUMANIDAD.

A partir de investigaciones realizadas a fines de la década de 1990 por los arqueólogos peruanos Ruth Shady Solís, Arturo Ruiz Estrada y Manuel Aguirre Morales, y los estadounidenses Jonathan Haas y Winifred Creamer, se ha podido determinar que en el norte de Perú se desarrollaron hace unos cinco mil años varios grandes asentamientos humanos encabezados por la ciudad de Caral, que constituirían los primeros complejos urbanos de la humanidad después de Sumeria.

Con estos descubrimientos, que se han confirmado gracias a las dataciones con carbono 14 en los primeros años de este siglo XXI, el continente americano ha pasado a ocupar los primeros lugares en el orden de nacimiento de las grandes civilizaciones humanas, implicando con ello un vuelco considerable en la valoración de las culturas indígenas precolombinas, despreciadas históricamente por la civilización occidental, desprecio que ha servido de justificación permanente para perpetuar diversos y complejos mecanismos de sometimiento económico, político y sociocultural hacia los países de Nuestra América.

En total se han descubierto al menos 25 ciudades en la región del valle del río Supé y otros valles aledaños, en Norte Chico, a unos 210 kilómetros de Lima. Su existencia se conocía desde comienzos del siglo XX, y la misma ciudad de Caral había sido estudiada a partir de 1948, pero no se había determinado su antigüedad. Fue en 1997 cuando Ruth Shady publicó los primeros resultados de sus investigaciones en Caral, cuyas dataciones de carbono 14 determinaron el horizonte de cinco mil años de antigüedad, dejando muy atrás a los Olmecas, que se desarrollaron en Mesoamérica 1.200 años después, y a la cultura Chavín, en los andes peruanos, que surgiría 2.100 años más tarde que Caral (Shady Solis, 1997).

De acuerdo al fechado de radiocarbono realizado por Haas, Huaricanga tendría una antigüedad de 3.500 años a.c., constituyendo hasta ahora el centro urbano más antiguo de la región. Otros centros urbanos de ese período, que se ubican en zonas ecológicas distintas (costa, sierra y selva alta), son Áspero, la Galgada, Piruro, Kotosh, Huaricoto, Allpacoto, Chupacigarro Este, Chupacigarro Centro, Chupacigarro Oeste, Pueblo Nuevo, Huacache, Peñico, Miraya y El Paraíso.

Se considera a Caral como una ciudad sagrada que constituía el centro político y ceremonial de los habitantes del resto de ciudades y pueblos de la región. El descubrimiento de Caral permite incorporar a esa región de los Andes americanos como una de las fuentes primigenias de la civilización humana, uniéndose al Valle de los ríos Tigris y Eufrates en el actual Irak, cuna de la civilización Sumeria y del sistema político más antiguo que se conozca; el delta del Nilo, en Egipto; el valle del río Indo, en Pakistán; el valle del río Amarillo o Huang He, en el este de China; y Mesoamérica. Sorprende que sea apenas en el siglo XXI que la humanidad haya hecho conciencia científica de la existencia de Caral como territorio origen de la civilización.

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En contraste con el resto de territorios primigenios de las civilizaciones humanas, caracterizados por valles fértiles soleados y bien irrigados, con largas extensiones de subsuelo rico en abonos, los cuales facilitaron la agricultura intensiva, como los que existían en los ríos Tigris, Eufrates, Nilo, Indo y Huang He, el territorio de Caral y los complejos urbanos cercanos era yermo, nuboso, casi desprovisto de lluvia, sísmica y climáticamente inestable, una zona con muchas limitaciones desde el punto de vista agronómico.

Norte Chico se compone de cuatro estrechos valles fluviales (Huaura, Supe, Pativilca y Fortaleza), que convergen sobre una franja costera de 48 kilómetros de largo. La ciudad sagrada, que cubre un área aproximada de 50 hectáreas, está conformada por más de 32 conjuntos arquitectónicos de diversa magnitud y función, incluyendo seis edificaciones piramidales y una serie de construcciones medianas y pequeñas, entre templos, sectores residenciales, plazas públicas, anfiteatro, almacenes, altares, calles, etc.

La sociedad de Caral se sustentaba en una economía mixta, basada en actividades agrícolas complementadas con la pesca en el mar y el río, con la recolecta de moluscos y con el aprovechamiento de los recursos vegetales y animales del abundante monte ribereño y de las lomas. Los constructores de Caral tuvieron conocimientos de arquitectura, geometría y astronomía. Supieron combinar formas y planos, ordenar los edificios en el espacio, de acuerdo a un plan preconcebido, en un contexto artístico de intenso carácter religioso. El ordenamiento espacial previo, la extensión del espacio construido y la diversidad de estructuras sugieren un patrón definidamente urbano. La ciudad fue construida, destruida, reconstruida y remodelada permanentemente, en un contexto ritual. Cambió de diseño arquitectónico y de técnicas constructivas a través del tiempo.

Caral tuvo una organización jerarquizada, con estamentos sociales bien definidos: campesinos, pescadores y los especialistas, que eran autoridades religiosas o gestores. En algunos casos, los edificios estuvieron cercados por murallas que separaban al personal que los ocupaban del resto de la comunidad. Asimismo, en los complejos excavados existen ambientes que contienen estructuras escalonadas, que recuerdan al «usnu» incaico, símbolo del poder o importancia de la autoridad social. El bajo desarrollo tecnológico fue reemplazado por un alto nivel de organización social, que utilizó a la religión como instrumento para el manejo de la fuerza de trabajo humana.

Para alimentar a la pujante población de Norte Chico, sus pobladores aprendieron a irrigar las tierras. El producto más importante de este sistema de irrigación fue el algodón. La actividad textil constituyó el centro de la cultura de Caral, sirviendo de objeto clave de intercambio en el comercio regional, al igual que los productos del mar (anchoas y sardinas) que provenían de ciudades costeras como Áspero.

Los trabajadores, además de realizar las actividades económicas de subsistencia, estaban obligados a prestar servicios permanentes en las obras públicas (modo de producción tributario): explotación de canteras, traslado de los bloques de piedra, algunos de grandes dimensiones, para la construcción y remodelación permanente de las edificaciones. Esta forma de sometimiento social implicó la existencia de una fuerte ideología en la que basaba su poder la elite dominante. Con ello, la cultura de Caral permitió el surgimiento de formas de dominación social que la humanidad no conocía hasta entonces, o que en todo caso habían comenzado a desarrollarse un poco antes en Mesopotamia, cuya distancia geográfica y la barrera marítima hacían imposible que se conocieran en América.

Las dimensiones de las construcciones de Caral y ciudades cercanas indican que tuvo que utilizar mano de obra proveniente de las comunidades de los valles vecinos, Huaura, Pativilca y Fortaleza. La ideología de los gobernantes de Caral logró hegemonizar el territorio de los valles cercanos y convirtió a la ciudad en el centro ceremonial de una cultura que se desarrolló por varios siglos, entre los años 3.500 y 1.500 a.c.

Finalmente, después de varios siglos de ocupación, los habitantes de la ciudad sagrada decidieron abandonarla, no sin antes enterrar todas las construcciones con densas capas de guijarros, piedras cortadas y cantos rodados, cumpliendo con determinadas ofrendas a la usanza tradicional. Nada se dejó al descubierto. El clima, a través de los cuatro milenios siguientes, se encargó de acumular arena y contribuir en esta obra de enterramiento cultural.

IMPLICACIONES DE LOS NUEVOS DESCUBRIMIENTOS SOBRE LA AMÉRICA INDÍGENA

Al poner en cuestionamiento todo el discurso "científico" que las diferentes disciplinas influidas por el eurocentrismo elaboraron para justificar la pretendida superioridad cultural de la civilización occidental -y con ello su dominio colonial y neocolonial sobre el mundo globalizado-, se hace imprescindible reconstruir el discurso histórico, filosófico y antropológico sobre lo que fuimos y somos como continente.

La idea de concebir a América como el "Nuevo Mundo" se ha derrumbado ante las evidencias arqueológicas que retrasan en decenas de miles de años la entrada de seres humanos al continente y que colocan a los Andes suramericanos en el origen mismo de las primeras grandes civilizaciones de la humanidad. Unas sociedades complejas y sofisticadas, que nada tienen que envidiarle a las que se desarrollaron en el resto de continentes, comienzan a emerger poco a poco, trastocando todos los discursos científicos, todos los prejuicios culturales y todas las justificaciones perversas que sirvieron de sustento a la aniquilación casi completa de milenios de civilización que se suscitó en los siglos siguientes a la invasión europea.

Recuperar la memoria de la humanidad en América es imprescindible para valorar adecuadamente los aportes civilizatorios que decenas de millones de personas desarrollaron durante milenios en casi absoluta incomunicación con el resto del mundo habitado. Una historia de cuarenta mil años espera por ser conocida, difundida y comprendida, para bien del futuro de la actual sociedad globalizada.

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 24 de octubre de 2017.

BIBLIOGRAFIA (de referencia):

 

 

  • MANN, Charles. 2006. 1491. Una nueva historia de las Américas antes de Colón. Editorial Taurus. México. 632 pp.

 

SHADY SOLIS, Ruth, 1997. La ciudad sagrada de Caral-Supé en los albores de la civilización en el Perú. http://sisbib.unmsm.edu.pe/Bibvirtual/Libros/Arqueologia/ciudad_sagrada/indice.htm.



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Roberto López Sánchez

Roberto López Sánchez (Caracas, 1958). Profesor Titular de la Universidad del Zulia (LUZ) con ingreso en 1994. Licenciado en Educación (LUZ, 1994). Magister en Historia (LUZ, 2005) y Doctor en Ciencias Políticas (LUZ, 2013). Actualmente dicta 6 materias en la Licenciatura de Antropología en LUZ: Historia de América; Historia de Venezuela; Intercambios Económicos; Poder y Movimientos Sociales; Culturas Afroamericanas; y Modo de Vida e Identidad Nacional. Ha dictado seminarios a nivel doctoral y nivel maestría en universidades venezolanas; y seminarios de Historia de Venezuela en universidades de Chile y España. Actualmente coordina la Unidad Académica de Antropología. Ha dirigido proyectos de investigación a través del CONDES-LUZ, y CLACSO. Línea de investigación: estudio de los movimientos sociales. Ha publicado más de 50 trabajos científicos. @cruzcarrillo09

 @cruzcarrillo09

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