En busca de un rey

Ruiz Zorrilla, en un folleto publicado en 1874 (A mis amigos y a mis adversarios) reveló la existencia de una entrevista entre Napoleón III y Prim. En la que el primero señaló que sólo le disgustarían dos soluciones en la cuestión española: "Montpensier y la República". Este doble veto ya había sido denunciado en las Cortes por Castelar. Luego, Napoleón III, bajo la influencia de su esposa, únicamente deseaba la restauración de la dinastía en la persona del príncipe Alfonso. Vino entonces la candidatura Hohenzollern, tan del gusto de Prim y Sagasta, que había de servir de pretexto a la guerra Franco-prusiana de 1870.Centro de esas conspiraciones

Sin embargo, habrá que hacer un resumen de los hechos. Fracasada la gestión con D. Francisco de Portugal, enemigo de Prim de las candidaturas de Espartero y Serrano (insinuada esta última por Olózaga), voces inspiradas indirectamente por Bismark sugirieron a Prim la idea de una candidatura Hohenzollern. Primero se pensó en el príncipe Federico Carlos, pero éste no era católico. Luego la idea se concretó en la persona del príncipe Leopoldo. Para conseguir este fin, Prim organizó dos negociaciones distintas: una, a cargo de D. Juan Manuel Rascón, ministro de España en Berlín; otra, a cargo de Salazar, agente secreto y personal suyo. El mismo Sagasta era partidario del candidato alemán. El secreto de la gestión nunca fue efectivo. Ya en mayo de 1869, un artículo del periódico francés Le Journal des Debats había hecho alusión a la candidatura alemana. La Corte inglesa, por su parte, se inclinaba por la candidatura de Montpensier. Este perdió casi todas sus posibilidades a causa de haber dado muerte en duelo al príncipe D. Enrique de Borbón.

El 6 de julio de 1870 hizo pública Prim la candidatura Hohenzollern. Napoleón III y sus ministros Olivier y Gramont lo consideraron como el mayor de los agravios. Olózaga, embajador en París, es taba consternada, en tanto que Rascón se dejaba manejar por Bismark y, a sugerencia de éste, le anticipaba la suposición de que "España haría la guerra a Francia, aunque ésta no la hostilizara", en caso de conflicto franco-prusiano. Sagasta desautorizaba a sus embajadores que más que más que de España parecían de las Cortes en que estaban acreditados. Pero tanto Bismark como Napoleón III habían encontrado ya el "casus belli", el pretexto para la guerra. Antes de que ésta estallase, Hohenzollern había renunciado a su candidatura, más bajo la presión de Inglaterra que por criterio de Prim. Pero Napoleón III no se dio por satisfecho y exigió una garantía de renuncia explicita y definitiva por parte de Prusia. Esto fue el incidente de Ems entre el embajador francés Benedetti y el rey de Prusia, del que se aprovechó Bismark para dar a la publicidad el famoso telegrama de Ems. Prusia recogió el guante y el 19 de julio Benedetti entregaba la declaración de guerra al gabinete de Berlín. El día 21 una nota de Gramont acusaba gravemente al gobierno español de connivencia con Prusia. Por su parte, Bismark hacía publicar en la prensa que le era adicta artículos acusando a Prim de haber comunicado secretamente la candidatura de Hohenzollern a Napoleón III. Todos acusaban al gobierno español que, verdaderamente consternado, se quedaba "compuesto y sin novia". De este momento data una segunda gestión cerca de D. Fernando de Portugal (que fracasó semanas después) y el segundo intento para obtener la candidatura del duque de Aosta. Éste, bajo la presión del rey Víctor Manuel de Italia, que ya no temía el enfado de Napoleón III, aceptó, por fin. Sin embargo, la correspondencia de Sagasta con los representantes diplomáticos de España (publicada, aunque parcialmente, por el conde de Romanones en 1940) prueba que, después del hundimiento del Impero francés en Sedan (2 de septiembre) se volvió a pensar en la candidatura de Hohenzollern. Una carta de Sagasta a Rascón el 28 de octubre da cuenta de las nuevas gestiones realizadas por España cerca del príncipe Leopoldo, que había dado largas al asunto, manifestando que mientras la guerra durase no podía trocar su espada de coronel por una corona. Sólo después de esta segunda gestión se formalizó la candidatura del duque de Aosta que, por cierto, cayó muy mal entre los medios oficiales de Prusia. En cuanto a Francia, Sagasta y los gobernantes españoles no tenían ninguna fe en su República (¡que todavía dura!) y hasta se retiró a Olózaga de su puesto por haber reconocido al gobierno francés, lo que hizo no por simpatía, sino pensando que Francia había reconocido dos años antes al gobierno provisional español que no tenía forma de gobierno determinada.

Ya las cartas sobre la mesa, el Gobierno no tenía más que llevar la cuestión a las Cortes. Pese a la oposición de los republicanos y de los montpensieristas, los esfuerzos de Prim y Ruiz Zorrilla dieron su fruto en la sesión del 16 de noviembre. No obtuvo el duque de Aosta la unanimidad soñada, pero no dejó de ser proclamado rey de España con el nombre de Amadeo I. Votaron a su favor 191 diputados, 60 lo hicieron por la República federal; 27, por el duque de Montpensier; 8, por Espartero; 2, por la República unitaria; 3, por el príncipe Alfonso; uno, por la duquesa de Montpensier (hermana de Isabel II), y 19 lo hicieron en blanco, siguiendo las orientaciones de Cánovas, que, después de la renuncia de la ex-reina en favor de su hijo, se había convertido en jefe de los partidarios de la Restauración. El triunfo de Amadeo habían desempeñado papel importante los capitalistas Antonio Vinent y Juan Manuel Manzanedo, 4.º y 5.º contribuyentes del censo de capitalistas madrileños. Y D. Manuel Calvo, capitalista de Cuba.

Si algo merece retenerse de esta etapa provisional es el fenómeno de una diplomacia española cuyo criterio no era nunca el del fenómeno de una diplomacia española cuyo criterio no ra nunca el del Gobierno. El conde del Mazo, ministro de España en Berlín, injuria a Francia y alaba a Bismark, y Rancés, embajador en Londres, aunque más ecuánime, se jacta puerilmente porque "el príncipe de Gales me trata con mucha distinción.

El 30 de diciembre Amadeo de Saboya desembarcaba en Cartagena. Allí mismo recibió la noticia de la muerte de Prim, cuyo asesinato ha sido imputado por los derechistas a los republicanos sin pruebas medianamente serías. Recientemente, un historiador que ha estudiado bien la figura de Prim, como es Olivar Bertrand descarga a Paúl y Angulo y a sus amigos políticos de semejantes acusación. En cuanto a las sospechadas recaídas sobre Serrano —parece que entre los autores materiales del crimen había gentes de Arjonilla (Jaén) de donde era natural y propietario el duque de la Torre—

tampoco se basan en elementos de juicio sólidos.

El 2 de enero de 1871, en un Madrid blanco por la nevada, se dirigía Amadeo desde la estación del Mediodía a visitar el cadáver de Prim en la basílica de Atocha e inmediatamente al Palacio del Congreso para jurar la Constitución. El presidente de las Cortes, Ruiz Zorrilla, le tomó juramento sentado, como símbolo de la soberanía nacional. Amadeo se retiró a caballo hacia el Palacio Real, entre la indiferencia de los transeúntes, no menos glacial que el cierzo que enviaban las montañas del Guadarrama.

El general Serrano trocó la Regencia por la jefatura de un gobierno de coalición en el que entraron Sagasta, Ruiz Zorrilla, Moret, Martos, Ayala, Beranger. Este gobierno preparó unas elecciones cuya pureza no aventajaba mucho a la de tantas de la época isabelina merced a la voluntad y habilidades de Sagasta en Gobernación. No pudo impedir, sin embargo, el hábil conspirador de otros tiempos que los republicanos obtuviesen triunfos en las ciudades importantes, y con ellos fuerte minoría parlamentaria. Pero violencias y amaños electorales dieron pretexto a los carlistas para situarse al margen de la legalidad y declarar la rebelión abierta. Carlistas o alfonsinos, la nobleza y el alto clero decidieron dar la batalla a lo que sin serlo aún podía convertirse un día en "monarquía burguesa". Conocían la desunión de las fuerzas que marcharon juntas en septiembre del 68 y se aprestaron a la batalla. Las casas aristocráticas, los Montijo, Alba, Bailén, Alcañices, Heredia Spínola, Torrecilla, Sexto…, cerraron sus puertas al nuevo rey. El día de la apertura solemne de Cortes, los balcones del muy aristocrático "Veloz Club" (más tarde "Nuevo Club") no pusieron colgaduras y la flor de los retoños de la nobleza, asomada a sus balcones, permaneció con la cabeza cubierta al paso de la comitiva regia. El 18 de julio, so pretexto del jubileo de Pio IX (25 aniversario de su subida al solio pontificio), la aristocracia adornó e ilumino ostensiblemente sus mansiones, lo que dio lugar a violenta reacción popular a primeras horas de la noche, de la que numerosos balcones y faroles quedaron malparados.

Centro de esas conspiraciones eran los salones de la condesa de Montijo, cuya hija Eugenia, destronada en Francia había regresado temporalmente a España. Refiriéndose a otro salón de la nobleza, el de los duques de Bailén, pudo decir Cánovas: "Gracias a ellas (las señoras) y en esta misma casa organicé contra Amadeo I la conspiración de abstención quien le obligó a abandonar el trono".

Las querellas personales en el seno del progresismo (Sagasta contra Ruiz Zorrilla) deshicieron este tradicional partido y dificultaron la empresa gubernamental. En el verano de 1871, Serrano no pudo rehacer el gobierno de coalición, al presentarse la primera crisis. Amadeo dio el Poder a Ruiz Zorrilla. Derrotado éste poco después, en una votación para la Presidencia de las Cortes, no formó gobierno Sagasta, sino que sugirió un gobierno presidido por el general Malcampo, hechura suya. Derrotado en las Cortes, suspendió sus sesiones, y sólo el 24 de septiembre formó gobierno Sagasta. Este obtuvo del Rey el decreto de disolución de Cortes. Pese a sus sempiternas marrullerías, la oposición parlamentaria no cedió en violencia. Conocida es aquella respuesta que dio a Amadeo cuando éste se inquietó por la pureza de las elecciones convocadas: "Esté V. M. tranquilo; serán todo lo puras que pueden serlo en España".

Sin embargo, la situación no era nada fácil, y la parte más avanzada del pueblo iba tomando conciencia de la misma. La parte más dura del proletariado se organizó y creó la sección española de la Primera Internacional, de cuya vida y desarrollo nos ocuparemos más en detalle en los párrafos siguientes.

Por otra parte, la rebelión carlista asolaba el Norte y parte de Levante, y en Cuba la guerra por la libertad cobraba amplios vuelos ante la incomprensión de los gobiernos metropolitanos y aún más de sus militares y funcionarios en las Antillas.

Llegaban de Francia noticias horripilantes sobre la "Commune" de París, ya que sólo las noticias procedentes de la prensa "versallesa" de Thiers traspasaban la frontera pirenaica. El complejo de miedo de la burguesía era hábilmente explotado por la reacción para ahondar aún más las diferencias entre los medios gubernamentales y el pueblo. Ese carácter tuvo la proposición del diputado Jové y Hevia, en octubre de 1871, encaminada a poner fuera de la ley española de la Internacional. Sagasta y su ministro de la Gobernación, Candau, se asociaron a la proposición reaccionaria, si bien la resolución, muy platónica, de las Cortes no tuvo consecuencias verdaderamente dañosas para la organización obrera.

En mayo de 1872 cayó el gobierno Sagasta. Ante las acusaciones de los republicanos, Sagasta tuvo que reconocer la transferencia ilegal de dos millones de reales que habían pasado de la caja del ministerio de Ultramar a la sede de Gobernación, donde fueron gastados. ¿En qué? "En evitar campañas de difamación contra el Rey, con ocasión de sus amores clandestinos, y contra la duquesa de la Torre (esposa del general Serrano) por hechos relativos a su vida íntima".

Subió al Poder Serrano, que acababa de concertar con los carlistas la tregua de Amorebieta el 24 de mayo (pues no era otra cosa el convenio aprovechado por los rebeldes para poder "respirar" después de la derrota de Oroquieta). No sólo los republicanos, sino otros diputados representantes políticos de la burguesía, como Martos y Becerra, activaban la oposición deseosos de continuar una revolución que parecía ya frustrada.

Para desembarazarse de esa oposición en el plano parlamentario pensó el Gobierno en obtener del Rey el decreto de disolución de Cortes, medida que como sabemos era habitual en el juego político de la época isabelina. No era Amadeo hombre muy inclinado a seguir por ese camino. Por eso, después de la reunión del Consejo de ministros, en que cada uno de éstos razonó lo necesaria que era la disolución, Amadeo, en su españolo balbuciente, pronunció una frase breve que se ha hecho célebre: "Yo, contrario".

No le cupo a Serrano otra opción que dimitir y desde entonces se abrió un foso entre el vencedor de Alcolea y el Rey. Éste llamó a Ruiz Zorrilla, que vino de su retiró de Tablada y formó gobierno acogido por el pueblo de Madrid con manifestaciones populares al grito de ¡Viva la Libertad!

Esta vez sí hubo disolución y las nuevas Cortes fueron elegidas el 24 de agosto. Su composición reflejaba un deslizamiento hacia la izquierda: una mayoría "radical" (de Ruiz Zorrilla) y la minoría más importante, la republicana. Fueron derrotados Cánovas y Sagasta (éste fue elegido pero su acta no fue convalidada por el Congreso). Los carlistas, en rebelión abierta, no fueron a las urnas.

Sin embargo, la política de término medio de Zorrilla no podía salvar la más que tirante situación. Durante este verano de 1872 menudearon los estallidos republicanos no sólo en El Ferrol y Málaga, sino también en el propio Madrid, donde se produjeron incidentes sangrientos. Por otra parte, pese al convenio de Amorebieta, la guerra carlista arreciaba en Cataluña y Levante. En dichas condiciones no es de extrañar que el Tesoro estuviese exhausto. Una vez más fue un grupo financiero francés quien facilitó el empréstito: El Banco Hipotecario de París y de los Países Bajos prestó cien millones de pesetas a cambio de la concesión de fundar el Banco Hipotecario de España y con garantía de 150 millones en billetes hipotecarios del Tesoro. El Banco Hipotecario, que tanta importancia iba a adquirir en un país esencialmente agrario como es España, sólo fue creado realmente en 1875.

¡Viva la III República española y, Socialista!



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Manuel Taibo


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