Crisis civilizatoria y cuidado de la tierra

El pasado viernes 6 algunas personas tuvieron la oportunidad de escuchar, en las instalaciones del Museo Archivo de la Fotografía de la Ciudad de México, a Leonardo Boff, filósofo, teólogo, ecologista, profesor y escritor brasileño. En su conferencia, en la que aludió a la crisis de civilización por la que estamos pasando, compartió un mensaje que posibilita sembrar esperanzas, tras los sucesos, algunos naturales, otros de carácter antropogénico, que han sacudido recientemente nuestro país. El contexto que enmarca ese encuentro es la inminente celebración de los 50 años de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, realizada en 1968 en Medellín, Colombia, luego de que un grupo de obispos de América Latina, en la recta final del Concilio Ecuménico Vaticano II, vislumbraron una reunión para interpretar a la luz del Concilio a Latinoamérica. Fue así como se gestó la II Conferencia de Medellín, que condensó el caminar eclesial de aquella crucial década.

En ese acontecimiento se perfiló también la importancia de la liberación, y de una identidad eclesial específicamente latinoamericana y caribeña, a partir de experiencias que innumerables comunidades venían ya generando, y de la opción por una iglesia pobre, y con las y los pobres. Fecundaron allí también algunas semillas de la teología de la liberación, que se consolidaron en las siguientes décadas, y un modo original de ser iglesia y estar en el mundo, en permanente discernimiento de la realidad, y no menos constante compromiso creyente con la justicia, la paz y los derechos humanos. Siguiendo este inspirador método, fue como tuvo lugar el encuentro con Leonardo Boff, introducido por Dolores González, antropóloga de la organización Servicios y Asesoria para la Paz, y Álvaro Salgado, teólogo del Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas. Ambos compartieron elementos del contexto nacional, con la intención de visualizar la crisis civilizatoria en México y rescatar una agenda mínima de sobrevivencia. Subrayaron la importancia de mantener las olas de solidaridad que se han dejado ver en las diferentes crisis que México ha presenciado, y reconocieron la importancia de los procesos autonómicos, autogestivos y colectivos. Asimismo, la de no descuidar la mirada interseccional, para integrar, por ejemplo, los saberes de personas jóvenes, pueblos originarios y feminismos, con la intención de construir propósitos liberadores comunes.

Leonardo Boff centró su reflexión en el tipo de crisis civilizatoria que la humanidad está viviendo, haciendo ver que tiene relación con el programa histórico y hegemónico de la civilización occidental que se instauró por lo menos de forma acelerada en el siglo XVI. Este programa sustenta la ruptura con la naturaleza, con la madre tierra, permitiendo el paradigma de la modernidad, que entre otras características justifica la apropiación de los ecosistemas, para ocupar, explotar y generar una lógica eminentemente antropocéntrica. Optar por observar desde esa lógica la crisis civilizatoria, nos permite clarificar cuatro amenazas que colocan en riesgo a todo ser viviente que habita la Tierra.

La primera tiene que ver con el principio de autodestrucción. Hemos creado todas las formas posibles de destrucción, humana, animal, vegetal, ambiental. Vamos, de toda forma de vida. La segunda tiene que ver con la insostenibilidad de la Tierra. Las reservas de bienes y servicios se han agotado. Tenemos menor cantidad de agua y semillas, y menos capacidad de superar la crisis. La tierra está llegando a su límite. La tercera tiene que ver con el calentamiento global, y no se trata de que vayamos hacia él, sino de que ya estamos en él. Se manifiesta a partir de la inestabilidad de la tierra. Gaia está lastimada y se duele. Sufre una clase de fiebre, en la que gran parte de los climas y especies están desapareciendo. La cuarta amenaza es la de escasez de agua dulce. Sólo contamos con 10 por ciento de agua dulce, todo el resto es salada. Y de ese porcentaje, sólo 3 por ciento se destina al consumo humano; el resto lo adquieren las empresas.

Para Boff estos cuatro riesgos son parte de la crisis sistémica que estamos viviendo, y por ello es importante cambiar nuestro modo de producción, nuestro modo de consumo, y nuestra relación con la madre tierra. Ello implica superar el programa histórico y hegemónico de la modernidad. Pero para superarlo necesitamos generar un modo sostenible de vida, en el que todas las personas cooperemos. Es prioritario además asumir que la Tierra es un organismo vivo, y que tenemos que vivir en armonía con todo ser vivo. Tenemos que cuidar, proteger la Tierra, pues es la que nos provee de lo básico para subsistir. De la modernidad, debemos rescatar la racionalidad, pues es necesaria para nuestra organización. Sin embargo, tenemos que transformarla en una razón cordial, basada en la solidaridad y el respeto a todo ser viviente. Esta razón cordial parte de lo esencial que nos caracteriza como especie: la capacidad de los mamíferos de sentir solidaridad y empatía por otro ser viviente. Tenemos que rescatar la sensibilidad por la Tierra. Desarrollar la pasión por el mundo y la espiritualidad de la Tierra.

Por todo ello, Boff nos comparte que la alternativa a la crisis civilizatoria se encuentra en el cuidado. El cuidado es la esencia de la humanidad. En palabras de Boff, el cuidado “es la relación amorosa con la realidad; es la mano extendida para la caricia esencial; protege la tierra; cultiva; cierra las heridas pasadas e impide las heridas futuras”. Es indispensable posicionar una cultura del cuidado a la tierra. Y en este camino a la transformación del programa de la modernidad, Boff nos alienta recordando que con esperanza, valentía y resistencia lo podemos lograr.



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