Actualidad geopolítica

La agenda estratégica de asedio y hostilidades contra Venezuela –coordinada desde la política exterior de los EE.UU. y operada mediante la conjura de doce países-, sufrió un revés en la Asamblea de Cancilleres del Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos realizada el 31 de mayo de 2017 en Washington.

A pesar de las presiones geopolíticas y económicas sobre países del Caribe por parte de agentes del Departamento de Estado, y de la intensa campaña mediática-política de estigmatización y criminalización del gobierno bolivariano, el cual es caracterizado como un régimen dictatorial que ha creado una situación de crisis humanitaria, y que además está vinculado con el narcotráfico, la agenda contra Venezuela no logró sus objetivos.

La propuesta de declaración promovida por una coalición de países hostiles contra Venezuela, liderada por EEUU., y con el apoyo de México, Perú, Canadá y Panamá, en la cual se exigía "el cese de la Asamblea Constituyente en la forma en que está concebida actualmente", la liberación de los presos políticos y un calendario electoral con observación internacional", en evidente actitud intervencionista sobre los asuntos internos venezolanos, no pudo obtener los votos necesarios para su refrendación.

Por otra parte, el bloque de países CARICOM, plantearon una propuesta de declaración en la que se exhortaba el cese de la violencia, el inicio de un nuevo proceso de diálogo apoyado por la comunidad internacional, y una invitación para que Venezuela reconsidere su decisión de retirarse de manera definitiva de la OEA.

Las evidentes disonancias existentes entre los dos documentos, significaron un obstáculo para que se elaborara una declaración de consenso, la cual debe ser suscrita por al menos 23 países de los 34 Estados representados en el organismo multilateral.

Un golpe fallido del imperialismo

El anuncio de la ausencia del vocero principal de la política exterior de los EE.UU. a la asamblea de cancilleres de la OEA, el Secretario del Departamento de Estado Rex Tillerson –en su lugar participó el subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, Thomas Shannon-, fue un indicador de que el gobierno de ese país tenía pleno conocimiento del fracaso de su objetivo para ese evento.

El gobierno de los Estados Unidos tenía el objetivo de producir el linchamiento político de Venezuela en esta asamblea de cancilleres. Voceros de la Casa Blanca habían advertido que esa asamblea debía generar una declaración enérgica, en la que se debía invocar formalmente la Carta Democrática Interamericana, e incluso se planteaba la imposición de sanciones diplomáticas y económicas contra la República Bolivariana de Venezuela.

Las intenciones de la política exterior de los EE.UU. resultaron frustradas por diversos factores. En primer lugar, por el estancamiento de la agenda de violencia y desestabilización desarrollada por la derecha venezolana durante los últimos meses –pérdida de base social, deslegitimación de discurso e imposibilidad de producir un hecho desencadenante que determine la agudización de la crisis-. Precisamente en las semanas previas a la asamblea en la OEA, el gobierno bolivariano tuvo la capacidad de reducir la intensidad del conflicto en un escenario de repudio y rechazo popular a los hechos de violencia cruenta ejecutados por la oposición.

En segundo lugar, porque se acentuaron las tensiones sociales y políticas en Colombia y en Brasil –dos de los países más hostiles contra Venezuela-, tal situación redundó en el estallido de masivas protestas contra Juan Manuel Santos y Michael Temer, las cuales, además de hacer visibles los conflictos de clase, puso de relieve el carácter represivo de esos gobiernos –con uso desproporcionado de la fuerza y con la implementación de medidas tremendistas como toques de queda y militarización-.

En tercer lugar, y no menos importante, la batalla diplomática emprendida por Venezuela para defender la geopolítica de independencia e integración latinoamericana y caribeña, así como para divulgar la naturaleza violenta e insurreccional de las protestas –promovidas por los enemigos de Venezuela como pacíficas y democráticas-, tuvo resultados positivos en la actual coyuntura. A tal punto que el bloque CARICOM planteó una propuesta de declaración política para la asamblea, la cual significó un contrapeso respecto a la propuesta de declaración del bloque dirigido por los Estados Unidos.

El dinámico y complejo escenario geopolítico en el hemisferio

La asamblea extraordinaria de Cancilleres de la OEA, demostró la existencia de un nuevo escenario geopolítico. El apoyo firme de países aliados como Bolivia, Nicaragua y Ecuador, la actitud digna de países como El Salvador y Uruguay, así como la posición soberana del bloque CARICOM, en defensa de principios como la soberanía, la independencia y la soberanía de los pueblos, contrastó con la subordinación al imperialismo de gobiernos como el de Brasil, Argentina, México, Colombia, Chile, Paraguay y Perú (los cuales fueron especialmente hostiles y actuaron como agentes de los EE.UU.).

La correlación de fuerzas en la geopolítica del continente mantiene sus tensiones y su movimiento permanente. A pesar de las asimetrías dadas por el poder y la supremacía de signo económica y bélica de los EE.UU. en el continente, la nueva geopolítica bolivariana diseñada e implementada por el Comandante Hugo Chávez sigue vigente en nuestra América.

Esto no quiere decir que el complejo militar-industrial-financiero-informacional que dirige la política exterior de los Estados Unidos vaya a declinar en su propósito de reconquistar su tradicional patio trasero. Por tanto, destruir la revolución bolivariana resulta esencial en su estrategia.

En primer término por lo que significa Venezuela en el mercado internacional y en la geopolítica global, y en segundo término porque la doctrina que domina al imperialismo no tolera y no perdona la osadía que tuvo el Comandante Chávez –y que mantiene el presidente Nicolás Maduro- de defender la independencia nacional y de impulsar un bloque contra-hegemónico respecto a los intereses estratégicos del imperialismo.

El escenario geopolítico permite inferir que se va a desplegar un rediseño de la agenda estratégica de hostilidades contra Venezuela, la lucha de clases no se interrumpe. El asedio multidimensional contra el gobierno venezolano –contra nuestro derecho de vivir en paz- se va a intensificar en sus múltiples manifestaciones (política, militar, económica y mediática, entre otras). Las presiones diplomáticas y los chantajes económicos hacia los países que han asumido una posición digna y soberana van a continuar. Por tanto, es indispensable que siga la acción diplomática de Venezuela.

De igual manera, resulta fundamental que se fortalezcan los canales de comunicación y las relaciones con el movimiento popular-revolucionario de América Latina y el Caribe, para defender la verdad, para contrarrestar las campañas de descalificación y manipulación de la realidad, y primordialmente para construir una agenda de solidaridad de los pueblos, que permita potenciar las luchas que se encuentran en pleno desarrollo.

El movimiento revolucionario sigue en su estrategia de resistencia y acumulación de fuerzas en Colombia –la lucha de clases se acentuará en ese país-, y los profundos e intensos conflictos sociales de Brasil, pueden producir un cambio drástico en la correlación de fuerzas geopolítica, que derrumbe los planes de posicionamiento militar, así como la agenda de intervención directa de los Estados Unidos de América en el denominado trapecio amazónico, donde los gobiernos de Brasil, Colombia y Perú –coordinados por EE.UU.-, tienen previsto para noviembre a escasos 700 kilómetros de Venezuela.



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Jorge Forero

Integrante del Colectivo Pedro Correa / Profesor e Investigador

 boltxevike89@hotmail.com      @jorgeforero89

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