¿A quién le interesa un conflicto en Corea del Norte?

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

Strategic Culture Foundation

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En caso de guerra, Estados Unidos enfrentaría un desafío militar quizás como nunca antes en los últimos setenta años. De ahí el por qué un poder disuasivo convencional es en realidad más importante que un poder disuasivo nuclear si descomponemos de manera realista una situación de guerra. El inconveniente es que Corea del Norte está muy consciente que si ella responde un ataque norteamericano, aunque este sea de carácter limitado y solo contra instalaciones militares, el país sería catalogado como agresor pavimentando así el camino hacia una mayor intervención extranjera.

Para responder esta pregunta es necesario examinar lo que implicaría un ataque norteamericano contra Corea del Norte. Basta con señalar –como lo ha admitido el senador neoconservador John McCain—Estados Unidos no sería capaz de defender Seúl –como tampoco a sus bases militares cercanas—en las primeras 24 o 48 horas de conflicto. Una ciudad de veinte millones de habitantes, junto a bases militares compuestas por miles de soldados sufriría una pérdida indescriptible de vidas.

Con certeza Estados Unidos sufriría enormes pérdidas, revelando así debilidades que podrían ser aprovechadas en futuros conflictos, estimación que necesitaría ser considerada si se contempla derribar los misiles de Corea del Norte.

Con seguridad China no estaría muy a gusto arriesgando una catástrofe humanitaria en sus propias fronteras, para no mencionar de ser eventualmente obligada a intervenir en defensa de su aliada (existe un tratado entre ambos países). Japón y Corea del Sur serían golpeados duramente al quedar claramente expuestos a ataques de represalia de parte de Corea del Norte de manera tal que ellos no desean una guerra con Pyongyang. La gran verdad acerca de la Península Coreana es que a pesar del hecho que cada país ejercita sus músculos y pareciera listo para actuar, nadie quiere que se produzca tal eventualidad ya que nadie podría ganar esta guerra y todos sufrirían estragos devastadores tanto económica como militarmente.

En la Península de Corea nos estamos enfrentando a un gran juego estratégico en el cual la República Democrática Popular de Corea, RDPC se torna cada vez más difícil de atacar en cada día que pasa, gracias a sus fuerzas convencionales más que a su poderío nuclear. Esto es algo que los planificadores occidentales tienden a ignorar con el propósito de evitar acentuar el poder de la RDPC. Desgraciadamente para ellos, esto es demasiado bien conocido por los soldados de Estados Unidos y especialmente por los surcoreanos, de ahí el por qué un verdadero ataque contra la RDPC está absolutamente fuera de toda consideración por parte de Seúl.

Finalmente existe un aspecto preocupante a ser considerado por los rivales de la RDPC que serían las supuestas modalidades en que la RDPC mantiene y opera sus fuerzas convencionales. En la parada militar del 15 de abril pasado, desplegaron una gran cantidad de plataformas móviles para el lanzamiento de misiles de combustible sólido. Esto les proporciona dos grandes ventajas: la primera sería la capacidad de lanzar misiles dentro de un breve espacio de tiempo, cosa que minimiza el riesgo de detección durante operaciones tales como recarga de combustible y luego por supuesto, segunda es tener la capacidad de lanzar un misil y luego rápidamente cambiar de posición (disparar y largarse). Con plataformas móviles de lanzamiento es imposible rastrear y destruir todos los sistemas en un ataque preventivo. Esto sería sin factorizar la ecuación de los submarinos norcoreanos que se dice son capaces de lanzar proyectiles balísticos de alcance corto y mediano con cabezales convencionales y nucleares.

Una señal que indica la confusión que prevalece entre los planificadores militares respecto de Corea del Norte pueda fácilmente percibirse con el relato del portaviones USS Carl Vinson. Trump dijo hace algunos días que navíos con gran capacidad de ataque estaban navegando hacia la RDPC con la intención de inducir a Kim a conversar a través de la intimidación militar. Sin embargo, la realidad fue que el grupo del portaviones estaba en realidad a una distancia de miles de kilómetros continuando su navegación en dirección opuesta. Aún sin esta ridícula situación la ventaja militar norteamericana apenas si funcionaría con la RDPC por las razones anteriormente mencionadas.

Con este error garrafal sin precedentes, Estados Unidos está por lo menos internamente dividido en cuanto a lo que tiene que hacer enviando un mensaje conflictivo a sus aliados, dejándolos con un conjunto de interrogantes como ser ¿Tiene Trump verdaderamente el control de las fuerzas armadas? ¿Se pueden tomar sus palabras con seriedad? Será consecuente con sus intenciones?

Los primeros cien días de la presidencia de Trump plantean estas preguntas en escenarios difíciles tales como el que se consigue en la Península de Corea donde ocasionaron un grave costo. Al final del día en Corea estamos enfrentados con muchas cortinas de humo, amenazas y promesas. Pero en realidad, nadie desea un conflicto.

Por otra parte, la retórica belicista virtualmente recompensa a todos los actores involucrados.

Japón y Corea del Sur aspiran a un mayor compromiso norteamericano en la región pero por muy diferentes razones. La oligarquía de Corea del Sur está en crisis. Park Geun-hye, hija del fundador del país, ha sido multada por corrupción y el nuevo presidente pareciera tener posiciones respecto de la RDPC y la alianza con Estados Unidos que difieren bastante con las de sus predecesores. El peligro que ve Estados Unidos es que una parte considerable de la oligarquía surcoreana prefiera un cambio de una política fuertemente anti RDPC y pro Estados Unidos hacia una más equilibrada, especialmente con China, socio principal de Corea del Sur. La mejor solución para impedir este cambio es elevando el nivel de tensiones con la RDPC (y en consecuencia con China) apuntando hacia reafirmar la presencia norteamericana en el país (vemos el urgente despliegue del sistema THAAD que el candidato Moon Jae-in pareciera contrariar).

El caso japonés es aún más explícito con la visión nacionalista de Abe apuntando hacia una revisión constitucional que eliminaría los límites impuestos sobre las fuerzas armadas de Tokio. Por supuesto que la industria armamentista de Estados Unidos se beneficiaría, siempre pronta a vender armamento de todo tipo a Japón con el objeto de asegurar a su aliado contra "la amenaza de Corea del Norte".

China y Rusia parten desde supuestos diferentes en sus relaciones con la RDPC pero ambos países tienen suficientes problemas en el escenario mundial como para involucrarse en una crisis abierta en torno a la RDPC. Obviamente que a Moscú y a Beiyin les agradaría una resolución diplomática razonable, negociada entre varios actores ante un telón de fondo de conversaciones con la República Islámica de Irán sobre asuntos nucleares.

Como hemos visto, esto es un asunto difícil de abarcar entre Washington y Pyongyang debido a la falta de confianza mutua. En el caso de una negociación prolongada con otros actores regionales y globales, quizás Beiyín podrían asegurar la inviolabilidad del territorio de la RDPC a cambio de un desarme que podría conducir hacia el levantamiento de las sanciones y del embargo contra Pyongyang.

Esto es todavía una consideración controversial por cuanto Rusia y China tendrían que proporcionar ayuda militar a la RDPC al no contar esta con disuasión nuclear. Desde otro punto de vista, se trataría de las fuerzas convencionales de la RDPC las que brindarían la verdadera disuasión de manera tal que una propuesta de paz planteada por diferentes actores debería ser considerada como una segunda salida posible para las tensiones en la región.

¿Qué pasará después?

En primer lugar, una salida posible sería la inacción y la inmovilidad unida a enérgicas declaraciones llenas de amenazas, tanto de Estados Unidos como de sus aliados, como también desafiantes respuestas de parte de Pyongyang. Personalmente estoy convencido que a Kim le agradaría el reconocimiento del status de su país como potencia nuclear a cambio de poner fin al desarrollo de armamento nuclear y por ende estandarizar las relaciones con sus vecinos y Estados Unidos y obtener así una mayor independencia de China.

No sería sorprendente que Pyongyang tuviera también una visión más multipolar en su política exterior, pero esto depende más de Washington que de Beiyín.

Desgraciadamente, resulta difícil imaginar una resolución inmediata de la situación dado que Japón y Corea del Sur están comprometidos en mantener un clima hostil hacia la RDPC en la región, apelando a la participación de Estados Unidos. Es también posible que la situación no degenere sino más bien regrese a la normalidad en la medida que las tensiones en la región disminuyan progresivamente sin contemplar ninguna concesión en particular desde ningún lado.

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