Los límites de las ligerezas de Trump

"El uso de los sistemas rusos de defensa antiaérea por parte del
Ejército sirio como respuesta al ataque con misiles de Estados Unidos
habría provocado un conflicto nuclear que no se produjo solo gracias
al autocontrol que mostró Vladímir Putin en su carácter de comandante
supremo de Rusia", según lo declaró al diario Izvestia el miembro de
la Academia de Ciencias Militares de la Federación Rusa Serguéi
Sudakov.

"Muchos ciudadanos rusos consideran que Rusia debió repeler la
agresión. Pero quienes eso piensan pasan por alto que, de haber sido
así, el derribo de misiles estadounidenses habría provocado un cuadro
de conflicto nuclear entre dos potencias nucleares en el territorio de
un tercer país". En opinión de Sudakov, Trump colocó a la humanidad a
las puertas de una verdadera "guerra caliente".

El analista militar Vladislav Shuryguin aclaró en Pravda que los
sistemas rusos de defensa antiaérea desplegados en Siria defienden los
intereses de Rusia y sólo están subordinados al mando militar de este
país. De ahí que "cuando Israel o Turquía bombardean Siria de manera
periódica, protegemos nuestra base aérea y sus instalaciones". Para
Shuryguin, los rusos tomaron una decisión política, porque el derribo
de los misiles de Estados Unidos habría desembocado necesariamente en
un conflicto entre Rusia y Estados Unidos.

En cambio, el Ministerio ruso de Defensa ha denunciado la ausencia de
pruebas que respalden la acusación estadounidense sobre la existencia
de armas químicas en la base siria de Al Shairat que pretextó Estados
Unidos para atacar esa instalación.

Medios de prensa, bomberos, policías y autoridades sirias que
accedieron a la base después de la agresión norteamericana con misiles
Tomahawks alados, tampoco pudieron advertir la presencia de depósitos
-ni mucho menos bombas- con armas químicas. Las personas que trabajan
allí lo hacen con total normalidad, nadie viste trajes especiales para
manejar sustancias tóxicas, indicó el mayor general Igor Konashenkov,
uno de los jefes rusos de la base.

Obviamente, llamó la atención de los observadores la similitud de esta
situación con el polvo blanco mostrado por el General Colin Powell
para justificar una agresión estadounidense contra Irak en 2003 o el
informe ante el Parlamento del entonces primer ministro británico,
Anthony Blair, sobre supuestas armas químicas en ese país árabe aquel
mismo año.

A juicio de observadores imparciales, Estados Unidos utilizó lo
ocurrido como pretexto para castigar a Siria y al mismo tiempo dilatar
una derrota del Estado Islámico que consolidaría al legítimo
gobernante sirio, Bashar el Assad.

El gobierno sirio está solicitando la creación de una comisión
internacional de expertos profesionales e independientes para
investigar las circunstancias que llevaron al ataque con misiles de
Washington contra Siria, única instancia legal capaz de verificar si
desde esa base aérea se pudo haber hecho empleo de armas químicas. La
Organización para la Prohibición de Armas Químicas ha garantizado que
cualquier manipulación o empleo de sustancias tóxicas deja un rastro
que pueden detectarse semanas y hasta meses después.

Hace tres años, Naciones Unidas verificó un desarme total de armas
químicas que realizó Siria, de modo que las entidades especializadas
de la organización mundial tendrían ahora que investigar apenas cómo
pudo ocurrir el supuesto regreso al país de este tipo de armas y por
cuál frontera.

Toda esta historia de motivaciones para el ataque con misiles de
crucero en Siria es inconsistente con la ligereza de Donald Trump
respecto a su anuncio, durante su campaña electoral, de que, de ser
proclamado Presidente, se opondría al involucramiento de la nación en
conflictos internacionales ajenos, algo que sin dudas contradice la
agenda del poder real que gobierna al imperio.

Trump había dicho que priorizaría la derrota del terrorismo global,
objetivo que igualmente contradice con este ataque, que en los hechos
prolonga la existencia del enemigo principal contra el que él había
manifestado que debía concentrarse Estados Unidos, porque con ello
salvó al Estado Islámico de una derrota inminente a manos del ejército
sirio.

Se evidenció, una vez más, que la política subyacente de Estados
Unidos, sea quien sea el Presidente y el partido en el gobierno, es
prolongar las guerras tanto como sea posible en aras de beneficios
para el complejo militar industrial.

Es evidente que Donald Trump no es tan absurdo como parece en el
desempeño de su presidencia, sólo que los fines que pregona casi nunca
son metas reales. A veces sólo expresan una parte de sus verdaderos
objetivos, a los que pretende llegar por carambola.

Las ligerezas de Trump como presidente, sin duda, tienen sus límites
allí donde sobrepasan las pautas fijadas por el poder real, el que no
se alcanza en elecciones de fachada democrática.



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Manuel Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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