“Centauros del Desierto”

Hace días vi en uno de los canales Fox, una película filmada en 1956. Según dijo el señor Steven Spielberg, una de las mejores de la historia. Está basada en la novela de Alan Le May. La dirige John Ford. En ella trabajan John Wayne y Natalie Wood, en roles de protagonistas. He sido amante de los westerns estadounidenses desde joven. Debió ser por los exteriores y los caballos (cosas de llanero). Pero he sido crítico, a la vez, cuando una película enseña los dientes del racismo. Y es el caso de "Centauros del Desierto". ¿Qué pasa en la película? ¿Cuál es el tema? Voy a tratar de retratar lo que me parece más importante. Es el caso de que mientras John Wayne, está participando en la guerra, los indios matan a la familia de Wayne. El regresa rápido y furioso a su hogar. Se encuentra con que una de sus hijas se la habían llevados los Comanches. Él, como todo superhéroe al estilo Jalisco, se lanza al rescate de la muchacha. Está bien. Por algo es su padre. Pero donde se le sale el racismo al personaje que él representa es cuando logra llegar al sitio donde está la muchacha con vestimenta india. Eso lo enfureció. Echó mano a sus armas, con las ganas de asesinarla. No lo hace. Pero la intención quedó sembrada en los espectadores.

¿Por qué este cuento sobre una película del pasado? Porque ahora, en estos momentos, en Estados Unidos se ha desatado la locura. El racismo ha vuelto, o nunca se había ido. Con el arribo del señor Donald Trump al poder, el planeta, por así decirlo, esta conmocionado por lo que pasa dentro de ese país. ¿Convivían dos países, diametralmente opuestos, fundido en uno, antes de la llegada de Trump? ¿Qué pasó con la lucha y el legado de Martín Luther King? ¿Qué pasó con el país que se asumía como el más democrático del mundo, mientras sus tropas esguazaban países enteros en las narices de todo el mundo? ¿Quién se equivocó? Muchos. Pienso que muchos se equivocaron. Los más equivocados han sido los mexicanos, según lo que estamos viendo.

Yo sufrí en carne propia el racismo en los Estados Unidos, entre 1962 y 1963, cuando mi buque, el Destructor Zulia, estuvo de visita a ese país, y atracó en uno de los muelles de Brooklyn. Duele, duele mucho, cuando uno observa en un bar (como lo presenciaron mis ojos), y un barman quiebra cada vaso que ha sido utilizado por un hombre de color. Y si ese hombre es venezolano duele mucho más. Eso no sucedió en Nueva York, ni en el mismo Brooklyn, para ser justo (Tal vez quiero echármela). Pero sucedió un poco hacia el Sur. Por cosas del destino, nos rodamos hasta Key West Florida. Y allí sí me enfurecí, pero sólo por dentro. Caminábamos por el centro de la ciudad, un amigo, Maestre también, y el escribidor, y de repente sentimos calor. Decidimos entrar a un bar. Mi amigo pidió dos cervezas. Y el tipo, despóticamente, con aires de superior, dijo: "Una para usted. Nada para él". Mi amigo era de piel más clara. Por lo que lo de "Nada para él" se refería a mí. Nos guardamos las ganas de tomar cerveza y salimos, maldiciendo en bajo tono. Eso sucedió hace años. Más de medio siglo. Pero con la llegada de Donald Trump al poder, pareciera haberse alborotado el racismo, no sólo en esa nación, sino en otras, que fueron víctimas de fascismos en época remota… Sucede que el que ha sido picado por culebra, cuando ve un bejuco, por lo menos brinca…

Teófilo Santaella: periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero en la isla del Burro, en la década de los 60.



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

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