Fascismo, Reserva Federal Monetaria privada, Ejército privado…

Reestructuración burguesa del estado burgués

Las crisis o vaivenes de la circulación del capital son una característica del sistema capitalista, inevitables como tales, y de allí que endógenamente la alta burguesía reaccione y adecue constantemente la actuación del Estado ya que este es la expresión política de la estructura económica en regímenes de explotación de una clase social por otra. La dinámica económica fuerza a cambios en la política que debe involucrar toda la institucionalidad estatal.

El fascismo, la privatización de la moneda mediante la Reserva Federal Monetaria de EE UU y más recientemente la privatización o contrata de poderosos ejércitos privados o lucrativos son expresión palmaria de las modificaciones que ha venido sufriendo el Estado burgués en la medida que aquellas crisis periódicas e inevitables se han ido acumulando a la par con las ingentes fortunas burguesas cada vez más en menos manos.

Súmese a esas modificaciones estatales la producción y compraventa de narcóticos. Esta nueva mercancía es el medio más expedito, al lado de las armas y de la producción de viviendas sin compradores inmediatos que sirven de depósitos de valor-lavado de capitales ilícitos-para recoger la ingente riqueza circulatoria que se ha acumulado en millones de personas durante cientos de años. Ese volumen de dinero es recogido con la venta de armas y narcóticos sin la molestia proletaria que ofrecen las demás fábricas de mercancías.

Digamos que el capital está siendo dirigido a otros centros de producción en las que ya no se busca plusvalía, sino el atesoramiento del circulante que durante cientos de años lanzó al mercado el sistema burgués.

Esto explica también las invasiones de países poseedores de recursos varios de materias brutas y energéticos que ya la empresa tradicional no puede costear con márgenes satisfactorios de ganancias. La misma negativa a aceptar que la fuente de las ganancias se halla en las fábricas justifica la búsqueda de riqueza en el mismo mercado al que se le atribuye semejante capacidad generativa de riqueza.

Dejamos a un lado las privatizaciones de menor rango representadas por las instituciones educativas, sanitarias, dotación y purificación de aguas, energía eléctrica y otros servicios públicos tradicionalmente asumidos por el Estado desde que la burguesía configuró su tipo republicano moderno.

Es un hecho que el Estado burgués confronta déficit fiscales permanentes porque la propia empresa privada es la principal beneficiaria de la Renta Nacional mediante el Crédito Público inscrito en los textos constitucionales.

Es otro hecho que la empresa privada tradicional ya no puede seguir costeando ni explotando a un proletariado que, salvedad de los desempleados e indigentes, se les tornó muy costoso, ejemplo de lo cual son los “indignados” de la rancia Europa Occidental.

Ya los impuestos recaudados para el funcionamiento de ese ingente aparato estatal de, por ejemplo, EE UU, mediante aportes impositivos de las ganancias de la empresa privada, productora de mercancías básicas para la sociedad en su conjunto, no pueden seguir creciendo, ante lo cual el alto mando burgués de la empresa privada debe aplicar nuevos criterios privados encargados de minimizar costes y maximizar ganancias en la prestación de todos esos servicios.

Neoliberalismo es el nombre político de semejante estrategia, lo que significa hacer del Estado una macroempresa descaradamente privada que, por ejemplo, debe insumir medios de “producción” que serán destinados a la producción de ganancias en favor de la alta burguesía, y no para la prestación de servicios públicos que tradicionalmente han justificado a ese Estado burgués, vale decir, darle un tratamiento lucrativo a la propia Administración Pública.

La alta burguesía se ha convertido en vendedora de mano de obra militar y policial, hoy, como desde antes ha impuesto la figura del fascismo para sacar del juego a los competidores privados inconvenientes, y como desde los años de la segunda posguerra se convirtió en vendedora del dinero que necesitan el Estado y la economía para su funcionamiento comercial. Recordemos que las monedas y billetes monetarios han sido mercancías producidas privadamente para el consumo del resto de los países usuarios del dinero.

En un segundo plano quedó el control del proletariado mediante regulaciones sindicales y policiales; asimismo, quedó la recaudación de impuestos a la empresa privada dedicada al sostenimiento del aparato estatal. El desarrollo y popularización de la corrupción burocrática y la inflaflación sostenida que sólo se viabiliza con más circulante, han venido a ser prácticas complementarias de reconfiguración de la superestructura que realiza esa alta burguesía, como desde antes lo hace con los gobiernos y burócratas títeres propios del Estado burgués.

22/10/2013 05:55 a.m.



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Manuel C. Martínez


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