Alfonso Cano, complicidades para la guerra y el largo calvario para la paz en Colombia

El asesinato del camarada Alfonso Cano no “calmará” la tormenta y sufrimientos del pueblo colombiano. Indignación y dolor mayor produce el silencio cómplice de supuestos líderes intelectuales revolucionarios en el continente, que se suman a la pérfida sonrisa, de Santos, dando la noticia de su “parte de guerra triunfal”, asesinando al Secretario General de las FARC-EP, Comandante Alfonso Cano.

El ex ministro de defensa colombiano de los períodos del uribato en el 2002-2010, Juan Manuel Santos, cada vez más corrobora su esencia fascista, como genuino representante de la criminal oligarquía colombiana que ha mantenido   la guerra de expoliación y rapiña más larga del continente.

De forma sistemática el Presidente, Santos, títere de los norteamericanos, ha ido complementando el Plan Colombia con las políticas de “Guerra Preventiva Imperialista” en el “conflicto interno”, según sus palabras; las mismas políticas que destruyeron, entre otras naciones, a Palestina, Yugoslavia, Irak y Libia, pero en estos casos, fundamentalmente desde el exterior.

La nueva modalidad de la política uribista de “Paz Democrática” -la de las fosas comunes con hornos crematorios incluidos y “falsos positivos”-, es ahora complementada con los “Bombardeos Humanitarios” preventivos, intensivos y sistemáticos en todas las zonas en que se presuman fuerzas insurgentes, con énfasis donde suponen o saben de la presencia de altos mandos guerrilleros. La consolidación de las FARC-EP y los partes de guerra de este año, luego del fallecimiento de Manuel Marulanda y los asesinatos de Raúl Reyes, Iván Ríos, El Negro Acacio y del Mono Jojoy confirma que los insurgentes , están sembrados en el pueblo colombiano, pese a la importancia que tuvieron y tienen los comandantes guerrilleros farianos fallecidos. A ello se suma, pese a la inmensa represión de un Estado paramilitarizado, la dinámica creciente de movilización social y política de rebelión y protestas indígenas, campesinas, estudiantiles y obreras, así como la presión social de desplazados, (más de 5 millones según la Acnur) y los damnificados por las lluvias del año pasado y las recientes (más de 3 millones según el propio gobierno criminal). En lo internacional pretenden revivir el Plan Cóndor, para “garantizar” que la solidaridad internacional no deje resquicio de subsistencia a las fuerzas libertarias Grancolombianas, irrespetando y violando todo el DIH y los DDHH de perseguidos, heridos de guerra y activistas de la solidaridad internacional. En parte, esto último, lo han logrado por la actitud cómplice y “suicida”, alcahueta y/o cobarde de países que “asumen la paz”, comprometiéndose con los criminales que hacen la guerra, sin enfrentarlos, o por lo menos, en complicidad criminal. Eso ya lo habíamos visto antes en la lucha de otros pueblos; en Europa, particularmente frente al nazismo con Adolf Hitler; en África, con Gadafi; en Asia, particularmente con Israel.

El asesinato del camarada Alfonso Cano no “calmará” la tormenta y sufrimientos del pueblo colombiano. Indignación y dolor mayor produce el silencio cómplice de supuestos líderes intelectuales revolucionarios en el continente, que se suman a la pérfida sonrisa, de Santos, dando la noticia de su “parte de guerra triunfal”, asesinando al Secretario General de las FARC-EP, Comandante Alfonso Cano.

La paz se construye con justicia social, no con bombas, torturados, asesinados, desaparecidos, expatriados, humillados, derrotados. El suelo colombiano está regado de sangre libertaria desde la primera independencia bolivariana, y seguirá siendo regada por los patriotas colombianos mientras no haya justicia, equidad e independencia en Colombia. Y para el continente Latinoamericano, una “zona de paz” pasará por la paz en Colombia, y no apoyando el exterminio de los guerreristas y las políticas de resurrección del Plan Cóndor.

Sabiendo lo anterior, estimo que tienen plena vigencia viejas propuestas y reflexiones para la paz, formuladas hace algún tiempo, veamos.

En cualquier país que se hable de “Acuerdos de Paz” se supone un estado de guerra o violencia generalizada que hace necesario el mismo, para poner de acuerdo a dos o más factores de la contienda. En donde se hable de “Acuerdo Humanitario” se supone que importantes sectores o personas están en riesgo, cuando menos sus derechos humanos, si no la vida, igualmente un acuerdo o canje supone por lo menos la existencia de dos actores en conversación. Colombia no es una excepción a esta lógica elemental. Hoy la nueva actitud del presidente Santos al aceptar la existencia de un “conflicto interno”, también supone la preexistencia de actores confrontados. Supone el reconocer en la confrontación del conflicto colombiano a las FARC-EP y al ELN, en confrontación con las FFAA y la Policía Nacional del Estado colombiano. Esto, de sincerarse al reconocer el “conflicto interno”, sería un avance significativo.

Para emprender esta tarea inconmensurable, comprendiendo las dificultades que ella  tendría, es necesario entender los orígenes y el curso de más de sesenta años de lucha violenta del pueblo colombiano, para la subsistencia en condiciones que rescaten la dignidad humana.

Aun conociendo que los períodos históricos no pueden definirse con fechas exactas, en el caso de la violencia y la guerra de resistencia del pueblo colombiano, no dudamos en atrevernos a poner un día:   9 de abril de 1948. Ese fue el día que se desato la más larga guerra interna en Colombia, hasta nuestros días, con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. El día del Bogotazo.

Gaitán se había convertido, para los desposeídos y sectores medios del pueblo llano, incluso para sectores empresariales, militares y policiales, en un tribuno que movilizaba grandes masas en pro de sus derechos sociales, frente a una oligarquía explotadora, arbitraria y vorazmente insaciable, a la vez era un defensor de los intereses nacionales frente a la dominación y explotación imperialista.

Ya en 1929, ante una insurrección popular, le tocó defender a los trabajadores bananeros de la “United Fruit” por una sentencia de los consejos de guerra incriminados por la huelga, que en 1928 arrojó el espantoso saldo de 32.000 muertos, producto de la feroz represión del ejército que defendía inadmisibles privilegios de la transnacional norteamericana. Esta masacre fue denunciada como “El Holocausto Obrero” del Magdalena. En el Congreso Nacional, refiriéndose a los criminales hechos, de manera premonitoria, señaló Gaitán:

“En este país el Gobierno tiene la metralla homicida para los hijos de la patria y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano.

…Hoy, mañana o pasado, esa multitud que sufre el suplicio, que lo sufre en silencio, sabrá desperezarse y, para ese día, oh bellacos, será el crujir de los dientes”

Ese acumulado de opresión e ignominia revienta con el asesinato de su líder que estaba listo para ganar la presidencia de la República. Entre otros llamados y “tomas” de medios de comunicación, la estación “Últimas Noticias” radió:

“Los Conservadores y el gobierno de Ospina Pérez acaban de asesinar al Doctor Gaitán, quién cayó abaleado frente a la puerta de su oficina. ¡Pueblo, a las armas! ¡A la carga! A la calle con palos, piedras, escopetas, con todo cuanto haya a la mano. Asaltad las ferreterías y tomad la dinamita, la pólvora, las herramientas, los machetes…”

Luego se escuchó por la “Radio Nacional”:

“Aquí la Radio Nacional tomada por el Comando Nacional de la Revolución en la Universidad. En este momento Bogotá es un mar de llamas como la Roma de Nerón, pero no ha sido incendiada por el Emperador sino por el pueblo en legítima defensa de su jefe.

¡ …creían que el pueblo tenía hipertrofia en los testículos y que todo quedaría tranquilo como en los asesinatos de Santander Norte, Caldas, Bolívar y Boyacá!”

Frente a la feroz represión e impunidad de múltiples asesinatos de líderes campesinos, obreros, gremiales, estudiantiles y políticos, la espiral de violencia popular creció. El país se enguerrilló. La montaña se convirtió en garantía de vida a quienes decidieron vivir de pie y no de rodillas, con dignidad, con la quijada separada del pecho. A esta terrible realidad se sumó la presencia del negocio del narcotráfico, el sicariato, el surgimiento de diversas organizaciones político-militares insurgentes y la organización de los paramilitares. Hoy sin temor a equivocarnos -ante el asesinato de líderes sindicales, campesinos y políticos, de miles de desplazados, de la presencia de diversos grupos de narcotraficantes, paramilitares y del sicariato, el enfrentamiento armado del ejército regular, la Policía Nacional y de tropas norteamericanas del Plan Colombia y Patriota con las guerrillas de la FARC-EP-, no dudamos en decir que retomar la exigencia del “Acuerdo Humanitario” es un paso imprescindible y necesario para comenzar a ganar la paz que se reclama.

Para Venezuela estos procesos por la paz son definitorios en la búsqueda de la estabilidad política, social, económica y militar de la región. No podemos ser cómplices ni indiferentes ante la presencia de tropas gringas en nuestras fronteras. No seremos indiferentes ante la penetración del paramilitarismo en nuestro territorio. Mucho menos ante el drama de, violencia permanente que sufre nuestro hermano pueblo Grancolombiano.

Los bolivarianos tenemos que recordar y resaltar que, incluso en la cruenta guerra contra el imperio español, en nuestra primera independencia, el Libertador Simón Bolívar propuso y firmó, con el General Realista Morillo, el Tratado de la Regularización de la Guerra, los hechos fueron así:

“El escogido para esa actividad prolija, difícil, es el general Sucre, con el coronel Briceño Méndez, y el teniente coronel José Gabriel Pérez. El rango de plenipotenciario corresponde a Sucre". Se le ha concedido muy alto honor, en una actividad diplomática en extremo compleja. Los tres delegados discutieron los términos del acuerdo durante cuatro días, en la ciudad de Trujillo. Se cruzaron varias comunicaciones; hubo intento de ruptura de parte hispana. Al final se firmaron tanto el armisticio como el Tratado de Regulación de la Guerra (no fusilamiento de prisioneros). La obra fue, lo uno y lo otro, de Sucre. A tal punto que el propio Bolívar escribió: “Este tratado es digno del alma del general Sucre: la benignidad, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron: él será eterno como el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra: él será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho”.

La entrevista personal y firma de los acuerdos, entre el Libertador (bandolero para los imperialistas) y el Pablo Morillo (jefe de los criminales imperialistas), se realizó el 27 de noviembre de 1820 en la ciudad de Trujillo.

El Tratado establecía que “el canje de prisioneros será obligatorio”.

“…Lo que tomaba trascendencia, de aquellos actos solemnes, era el Tratado de Regulación de la Guerra: “La guerra entre España y Colombia se hará como la hacen los pueblos civilizados… Todo militar tomado en el campo de batalla se guardará como prisionero de guerra y será respetado, hasta lograr su canje… Los heridos no serán prisioneros de guerra… Los militares o empleados que hayan desertado de sus banderas no pueden ser castigados con pena capital… El canje de prisioneros será obligatorio… Los habitantes de los pueblos que alternativamente se ocuparen por las armas de ambos gobiernos serán altamente respetados y gozarán de absoluta libertad y seguridad… Los cadáveres, en los campos de batalla, recibirán los últimos honores de la sepultura”.

Este texto, redactado por Sucre, fue lo que llamó Bolívar “el más bello monumento a la piedad aplicado a la guerra”. Por siete años había regido la “guerra a muerte”, que fueron los españoles los primeros en imponer. La “guerra a muerte” logró definir los campos, en tiempos en que los soldados se pasaban de uno a otro bando, muchas veces en el propio momento de la batalla; y fue elemento capital en la forja de una conciencia de nacionalidad, sin cuyo nervio hubiese sido imposible proseguir la lucha. Sucre la cumplió estrictamente; supo el intenso drama que encerraba; vio correr la sangre de los prisioneros indefensos pasados por las armas. Oyó el clamor de los deudos, su protesta; su ira terrible parecía pedir venganza. De ahí que sintiera, humanamente, alivio y mostrara magnanimidad al redactar los términos del convenio de cesación de fuegos. Había que seguir hasta el triunfo final, pero sin el desaforado desate de la tragedia.

El Intercambio o Canje hoy.

Se ha carecido de las cualidades del “alma del general Sucre: la benignidad, la clemencia, el genio de la beneficencia” para adelantar el Intercambio o Canje de prisioneros. Lo cual no debe considerarse desde la óptica politiquera de “ganadores y perdedores”, sino sobre la base de principios humanitarios.

Considerar el “Tratado de Regulación de la Guerra” como una base histórica para el momento actual, sería una muestra de realismo político y de humanitarismo al ahorrarles sufrimientos innecesarios a las partes en guerra. Recordemos que uno de los puntos más importantes del este Tratado establecía: “El canje de prisioneros será obligatorio…”

Los que torpedean el Intercambio o Canje, demuestran cuán inferiores son frente al “alma del general Sucre” y de los Libertadores de Colombia en la primera independencia.

Se dice, con la perspectiva, interés y voluntad de no llegar a ningún acuerdo, que estos son virtualmente imposibles. A los insurgentes se le indilga el remoquete de “bandoleros”, igual que lo hicieron los españoles con los patriotas independentistas. Frente a ello debemos decir que la situación actual de Colombia no es significativamente diferente al pasado reciente -salvo la voluntad política continental para consolidar en América Latina una “zona de paz”- en las que se dieron diversas formas de acuerdos, canjes y conversaciones. Simplemente existía una actitud favorable a explorar posibilidades y obtener resultados humanitarios que hoy debemos retomar. Así tenemos un conjunto de hechos del Estado colombiano y de otros gobiernos, o en “grupos de países”, que internacionalmente, por vías diplomáticas o políticas, han dado pasos oficiales, sincerando el estatus de los actores del conflicto, como en:

1984- Firman los acuerdos de cese al fuego, tregua y paz, también conocidos como los acuerdos de La Uribe, entre el gobierno colombiano (Belisario Betancur y las FARC-EP).

1986 - 1990 Múltiples reuniones entre representantes de los gobiernos de Virgilio Barco y Cesar Gaviria y el Secretariado Nacional de las FARC-EP.

1991 - Ronda de conversaciones entre el gobierno de César Gaviria y las fuerzas insurgentes agrupadas en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar -CGSB- en Caracas, Venezuela.

1992 - Ronda de conversaciones entre el gobierno de César Gaviria y la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar -CGSB- en Tlaxcala - México.

1998 - Visita del Presidente electo Andrés Pastrana a los campamentos de las FARC-EP y entrevista con el Comandante en Jefe Manuel Marulanda Vélez.

1998 - Reuniones de delegaciones gubernamentales con miembros del Secretariado Nacional de las FARC-EP.

1999 - 7 de enero instalación pública de los diálogos de paz en San Vicente del Caguán, Caquetá, uno de los cinco municipios despejados por el gobierno nacional a exigencia de las FARC-EP para iniciar los diálogos. A ella asistieron invitados nacionales e internacionales, los poderes del Estado y el cuerpo diplomático acreditado en Colombia.

2007 - El presidente Uribe libera, unilateralmente y con la intervención del gobierno francés, al dirigente de la FARC-EP, secuestrado en Caracas, Rodrigo Granda. El gobierno lo envía a la sede oficial de Estado Vaticano en Bogotá y posteriormente a la República de Cuba.

Luego vino una tortuosa relación con el presidente Uribe, que arrojó varios liberados unilateralmente por las FARC-EP, gracias a los esfuerzos humanitarios de los insurgentes y del Comandante Chávez, con el final desdichado del recrudecimiento del conflicto interno, el establecimiento de las siete bases militares de EEUU y el bombardeo de Ecuador, extremando los peligros de guerra en la región, conducidos por el imperio, con Uribe de actor de fachada principal y Santos como ejecutante de las políticas de agresión imperial a los países vecinos.

Para sorprenderse de la voracidad de la oligarquía colombiana ante exigencias tan tenues para negociar una guerra de sesenta años, veamos las propuestas de las FARC-EP hace más de una década: con razón a nosotros, en revolución bolivariana, nos quieren tumbar, porque en doce años, hemos propuesto eso y mucho más.

Declaraba Raúl Reyes el 7 enero 1999:

Nosotros ya expusimos un programa de diez puntos y una agenda durante los diálogos de San Vicente de Caguán (1). Entendemos que quizás no se puedan aprobar esos diez puntos íntegros pero sí una propuesta mínima que lleve a la paz. La propuesta por tanto es un gobierno de transición (2) pero con una democracia real, no lo que hay ahora con la represión de la izquierda. En el plan estratégico nuestro objetivo es la toma del poder, pero depende de a donde las posiciones del régimen nos lleven.

Para Nuestra América es imprescindible retomar y reforzar la lucha por el canje humanitario, y en pro de la beligerancia de las FARC-EP y del ELN en el conflicto colombiano, para negociaciones de paz con justicia social en Colombia. Esa es la única vía para acabar con la guerra en Colombia, sin simular su inexistencia.

  (1)

El programa, de diez puntos al que se hace referencia es el siguiente:

1. Solución política al grave conflicto que vive el país.

2. La doctrina militar y de Defensa Nacional del Estado, será BOLIVARIANA. Las FF.AA. serán garantes de nuestra soberanía nacional, respetuosas de los Derechos Humanos y tendrán un tamaño y un presupuesto acorde a un país que no está en guerra con sus vecinos. La Policía Nacional volverá a ser dependiente del Ministerio de Gobierno, reestructurada para que cumpla su función preventiva; moralizada y educada en el respeto de los Derechos Humanos.

3. Participación democrática nacional, regional y municipal en las decisiones que comprometen el futuro de la sociedad. Fortalecimiento de los instrumentos de fiscalización popular.

El Parlamento será unicameral. La oposición y las minorías tendrán plenos derechos políticos y sociales garantizándoles el Estado su acceso a los grandes medios de comunicación. Habrá libertad de prensa.

La Corte Suprema de Justicia, la Corte Constitucional y el Consejo Nacional de la Judicatura serán elegidos por voto directo de todos los jueces y Magistrados del país. Moralización de la Administración Pública y de las instituciones civiles y militares del Estado.

4. Desarrollo y modernización económica con justicia social. El Estado debe ser el principal propietario y administrador en los sectores estratégicos. El énfasis de la política económica será la ampliación del Mercado Interno, la autosuficiencia alimenticia y el estímulo permanente a la producción, a la pequeña, mediana y gran industria privada, a la autogestión, la microempresa y a la economía solidaria. El Estado invertirá en áreas estratégicas de la industria nacional y desarrollará una política proteccionista sobre las mismas.

5. El 50% del Presupuesto Nacional será invertido en el bienestar social, teniendo en cuenta al colombiano, su empleo, su salario, salud, vivienda, educación y recreación como centro de las políticas del Estado. El 10% del Presupuesto Nacional, será invertido en la investigación científica.

6. Quienes mayores riquezas posean, más altos impuestos aportarán para hacer efectiva la redistribución del ingreso. El impuesto del IVA, solo afectará bienes y servicios suntuarios.

7. Política Agraria que democratice el crédito, la asistencia técnica y el mercadeo. Estímulo total a la industria y a la producción agropecuaria. Proteccionismo estatal frente a la desigual competencia internacional. Cada región tendrán su propio plan de desarrollo elaborado en conjunto con las organizaciones de la comunidad, liquidando el latifundio allí donde subsista, redistribuyendo la tierra, definiendo una frontera agrícola que racionalice la colonización y proteja del arrasamiento de nuestras reservas.

8. Explotación de los Recursos Naturales como el petróleo, el gas, el carbón, el oro, el níquel, las esmeraldas, etc., en beneficio del país y de sus regiones. Renegociación de los contratos con Compañías Multinacionales que sean lesivos para Colombia.

9. Relaciones internacionales con todos los países del mundo bajo el principio del respeto a la libre autodeterminación de los pueblos y del mutuo beneficio. Respeto a los compromisos políticos del Estado con otros Estados. Revisión total de los Pactos Militares y de la injerencia de las potencias en nuestros asuntos internos. Renegociación de la Deuda Externa

10. Solución del fenómeno de producción, comercialización y consumo de narcóticos y alucinógenos.

(2)

Juan Manuel Santos recibió en Bogotá a delegados del Consejo Nacional de Transición de Libia

TeleSUR - www.aporrea.org

26/08/11 - www.aporrea.org/actualidad/n187404.html
 

Bogotá, agosto 26 - El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, recibió este jueves a miembros del Consejo Nacional de Transición (CNT) de Libia, encuentro en el que los rebeldes libios se comprometieron a respetar los derechos humanos de la ciudadanía mientras buscan derrocar al Gobierno de Muammar Al Gaddafi.

En la Casa de Nariño, Santos recibió al delegado oficial del CNT, Basit Igtet, así como a los representantes de la Fundación Libia Independiente, Mustafá Abdul Jalil y Adam Hock, quienes elogiaron la posición de Colombia en reconocer al órgano político como interlocutor válido en medio del conflicto armado.

En el encuentro se comprometieron a proteger los derechos humanos de los ciudadanos libios, garantizar el debido proceso, así como la transición hacia una democracia plena en el país norafricano.

“Tenemos los ojos del mundo libre puestos en Libia. No decepcionaremos a nuestros amigos colombianos, así como tampoco al pueblo libio durante este proceso de reconstrucción y reconciliación”, señaló Basit Igtet.

El lunes pasado Santos anunció que giró instrucciones a la Cancillería del país para reconocer al CNT.

El ingreso de los rebeldes armados a Trípoli se dio este domingo en medio de intensos enfrentamientos, amparados por múltiples ataques aéreos de parte de la coalición del Atlántico Norte que dejaron más de mil muertos en las primeras 12 horas.

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Tamanaco de la Torre

Militante del Psuv-Caracas

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