Es un alivio
para nuestros hermanos, como son los de Venezuela y Colombia, que sus
dirigentes se pongan de acuerdo para la reanudación práctica de las
relaciones en el marco del mutuo respeto, con lo que queda demostrado
que las reticencias y el irrespeto tuvieron nombre y apellido, no obstante
los desmentidos la complicidad manifiesta por los oligarcas de raigambre
de allá y los de orilla de acá aceptados por conveniencia política
que no por convencimiento, para sustentar las políticas traidoras y
guerreristas, criminales, de Álvaro Uribe.
El nuevo inquilino
de Casa de Nariño ha pedido que con las nuevas manifestaciones no se
haga mención del comportamiento de su paisano. Sus razones no se las
desconocemos. Pero es que para que emerjan las diferencias y para justificar
las bondades de los reencuentros, es necesario resaltar esas diferencias.
Lo demuestra el mismo hecho de la voluntad bilateral para tan fructífero
reconocimiento. Más claro: si no se impone la verdad de Santos Presidente,
las mentiras de Uribe ensombrecen. He ahí la diferencia.
Así las
cosas preferimos, como es lógico, la verdad de Santos. Y perderíamos
dólares depreciados a bolívares fuertes si no es así y, de entrada,
hay un fiel de la balanza que nos lo va a demostrar. Se trata del camino
que, en conjunción con el “paquete” del reencuentro, se nos abre
para acceder al Océano Atlántico. Ya lo reconoció nuestro Presidente
con alborozo. Y si Hugo Chávez Frías, el mejor estadista que se convertirá
en Decano de las estadísticas lo admite, es porque la oferta favorece
a ambas naciones.
Con todo y
eso, faltó un adicional en bien de la información. Y es
lo que se refiere al camino de acceso. Aún cuando los dos de mejor
viabilidad representan riesgos de piratería (mar y tierra) nos atrevemos
a convenir que el de tierras es una “manga”, peor, una “pasarela”
sobre un abismo para nuestros compatriotas si es que no se cumplieran
los postuladores de vigilancia en aquellos caminos. Y que conste que
en este caso, hablamos de manera hipotética.
En todo caso,
y discúlpeseme (otra vez) lo de la primera persona. Es que prefiero
estar equivocado en solitario. Pero confieso: no se me borran de la
mente aquellos compatriotas venezolanos (no es redundancia, los colombianos
también lo son) que fueron acribillados cuando iban aferrados al volante
de la hermandad de esas sinuosidades de Pamplona (primeros años de
2000), que dieron lugar a que nuestros camaradas camioneros tomaran
la determinación de no viajar más por las carreteras del hermano país,
lo que puso a la oligarquía del transporte a bailar en un solo pié
los acordes señalados por la batuta de un tal Juan González.
También es
verdad que muchos de aquellos paracriminales (la enseñanza militar
distingue a los pueblos) han muerto y unos cuantos cabecillas están
en la cárcel o en cesantía (¿…?), pero como dicen nuestros campesinos
de ambos lados, “en rastrojo, de donde menos se cree, sale una batata”
y en nuestros llanos: “A picao ´e culebra, cualquier bejuco lo espanta”.
Para cerrar ésta “necedad”, Camarada Presidente Chávez, a este viejo, su defensor a ultranza (ojala pudiera ser en todos los terrenos…) a pesar de los nuevos tiempos para nuestras relaciones con el Gobierno de Santos, a este viejo-repito- le parece más conveniente el intercambio comercial vía marítima. Convénzame de lo contrario y dejaré la “necedad”.
Patria, Socialismo
o barbarie