Escuchémonos, veámonos, para que no hagamos más de lo mismo

¿Con quién y hacia dónde vamos?

¿Hacia dónde vamos, amigo? No estamos solos; hay mucha gente pendiente. La carga es pesada y diversa. Un poco va allí mismo; la más abundante después de aquel recodo que la vista apenas alcanza y la restante, la menos pesada, a la lejanía.

Por eso debemos acordarnos y permitir que cada quien diga lo que cree y quiere; de modo que al tomar la determinación que demandan las circunstancias, nadie se sienta ignorado. No se diga “no me preguntaron ni pusieron atención a lo que dije y hacen más de lo mismo”. Peor si lo expresa alguien que ha estado siempre cerca del puesto de mando.

Los remeros son muchos. Pero uno sabe desde que abordamos esta nave, por los rostros, historial, gesticulación y discurso, hasta dónde podía llegar cada uno de nosotros. Es verdad que algunos, acostumbrados a viajar en primera, sin lastimar sus manos siempre bien cuidadas, desembarcarían o desertarían en el primer puerto, apenas soplasen vientos encabritados, el casco crujiera tempranamente y se les exigiera cumplir tareas de remeros o se declarase en zafarrancho. Esos, afortunadamente no han sido muchos; y por no estar acostumbrados al esfuerzo, al sentir el rigor del sol y las privaciones habituales de la marinería, en cualquier puerto saltarían a tierra con sus bártulos y pequeñitos sueños. El desertar estaba en sus expectativas al tropezar o satisfacer sus ambiciones.

Pero aún así, los vigilantes y persuasivos, a quienes todavía no se han amotinado ni abandonado la travesía, deben tolerarles razonablemente y hasta empujarles suavemente; para que alguna labor cumplan y dejen descansar a los remeros buenos, a las estrellas que habrán, después de aquel recodo, el mismo que se percibe turbio, empujar con fuerza y pasión de dioses. A esos que Bertolt Brecht llamó los imprescindibles porque luchan toda la vida. No necesariamente en cada hito tengan que quedarse muchos; eso depende de cómo manejemos los asuntos y espacios que dejemos libres a los más díscolos, hasta alborotadores y con los tiempos idos.

Por eso, en este punto del camino, aquí muy cerca de la orilla, cuando parece haberse agotado lo obvio, uno se pregunta ¿hacia dónde vamos, cuál rumbo tomamos, cuánto es el ritmo de la marcha para llegar al puerto deseado? ¿Con quién o quiénes? Observemos que pese al tiempo transcurrido, por las indecisiones y el barullo del empujar sin orden ni armonía, la confusión generada por las deserciones, que en veces hasta anulan las fuerzas, todavía estamos en este punto del camino.

Capitán, oficiales y hasta la marinería, que rema y cumple tareas de mantener a flote la nave para llegar hasta donde el sueño total de ellos indique, deben reflexionar juntos. Ponerse de acuerdo contando cada sueño y entendiendo que la vida es una mezcla de eso. Y es más abundante un soñar que otros.

Y de nuevo mirar hacia el recodo difuso, donde comienza a explayarse el horizonte. Volver con empeño a preguntarse ¿a dónde vamos y con quién? ¿Qué es lo nuevo que como colectividad hemos soñado? ¿Qué resulta de tu nuevo sueño cuando lo cotejo con el de todos los que abordo estamos en esta nave corajuda hecha a imagen y semejanza nuestra?

El solo sueño mío, aunque le crea el camino hacia la felicidad de todos, el único posible, no nos sirve. Salvo que lo sueñen todos o por lo menos la mayoría, quienes abordo andamos en este agitado navegar. Y el egoísmo de los pocos que sólo sueñan soltar como lastre a casi todos para repartir en grandes porciones el ansiado premio, es muy mal consejero y atrae tempestades en medio de un mar, que aún estando brava como está, todos juntos podemos dominar. Si naufragamos también por no remar parejo tras el sueño que debe ser de todos el sueño, si no reconocemos el derecho de todos los que en esta nave vamos, como pececillos seremos engullidos por tiburones y bestias marinas que nos vienen siguiendo desde el puerto de partida.

damas.eligio@gmail.com


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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