Imperialismos Político y Económico


Usualmente la mediática popular trabaja la figura del Imperialismo como sinónimo del poder absoluto del Capitalismo Global o transnacionalista. Esta expresión deriva de la que empleó el líder soviético Vladimir I. Lenin quien afirmó que el Imperialismo era o sería la fase superior del   sistema burgués.

S

upuestamente, a la llegada de esa fase el sistema empezaría una irreversible decadencia ya que para ese entonces los mercados rentables no podrían expandirse al mismo ritmo de la acumulación del capital. Parte del capital entraría en ocio, se pudriría, empezaría a dar pérdidas en lugar de ganancias.

T

al definición resulta metafórica ya que fue tomada por su aparente analogía con el Imperialismo Político del Medioevo Tardío   o de los arcanos imperios asiáticos, africanos y de la Europa occidental, y hasta los de la misma América precolombina, todos   pertenecientes a la llamada Historia de la Antigüedad.

E

n los imperios precapitalistas los gobernantes subjetiva y personalísimamente buscaban la anexión de territorios vecinos y lejanos con fines impositivos ya que las arcas del soberano, del rey o del emperador estaban como ahora en función de la tributación ciudadana. El descubrimiento de “América”, por ejemplo, fue la   más relevante manifestación de imperialización política. Que luego se haya traducido en un gigantesco mercado capitalista fue un efecto no previsto, y como tal contribuyó al despegue exitoso   del capitalismo emergente que más tarde o más temprano se haría un Imperialismo Económico.

 C

uando   la Edad Media, la estructura geoeconómica se redujo a feudos manoriales a cuya cabeza se hallaba un señor que fungía de dueño absoluto de su territorio con sus siervos jurídicamente añadidos a la tierra que ocupaban. En esos feudos se cumplía su absoluta voluntad del “señor” con la única excepción de disposiciones contrarias emanadas del rey de turno. El rey por su parte limitaba sus actividades a algunas obras públicas y al disfrute sibarítico personal de las rentas que arbitrariamente él solito disponía, descontadas las asignaciones a sus favoritos de la aristocracia de turno.

L

os señores feudales no tenían otra forma de incrementar sus ingresos que el trabajo forzado con mezquindad en la distribución de la riqueza creada por sus siervos. La división técnica de la mano de obra no pasaba de las correspondientes artesanías, pesca, cacería y demás oficios que todavía sobreviven. Campesinos ya artesanos ofrecían lo que hoy denominamos un pobre y estancado PTB, mutatis mutandis, a pesar de que se desconocía hasta la palabra “desempleo”.

L

a alternativa del rey    era expandir su territorio a punta de aquellas conquistas bélicamente realizadas. Groso modo, fue así cómo se constituyeron los imperios políticos que nos relata la Historia Antigua. Ramsés II, Alejando Magno, Carlomagno, Filipo, Darío, Julio César, etc., no fueron otra cosa que tremendos y despiadados asesinos y avasalladores de cuánto territorio se hallaban en la corrediza periferia de sus reinados.

O

tra cosa muy diferente es el Imperialismo Económico. Este supone un expansionismo geoeconómico sin límites territoriales al igual que lo tenía el imperialismo político, salvo que aquel no es gobernado por nadie, no responde a un interés particular de ningún líder político por dictatorial que resulte al frente de su país. Su crecimiento no tiene límites   dentro del territorio local, ni estadal ni regional ni patrio. Para el capital tiene poca importancia la toponimia ni los mil resabios folklóricos que tanto entusiasman y entretienen a quienes todavía viven rezagados en la cultura medioeval. Inéditamente, la transculturización del capitalismo hacia esos países rezagados, lejos de ser perjudicial, como la venden los antiimperialistas de pacotilla, paradójicamente es la vía más expedita para acortarle la vida a este sistema. Para el Imperialismo Económico el planeta no es otra cosa ni ninguna entidad política en particular y soberana sino un inmenso mercado parcialmente cubierto por la oferta fabril de los asalariados.

E

s así cómo un capitalista cualquiera entra en funciones, con capital propio o ajeno, obtiene una ganancia que le acrecienta su capital inicial; este requiere un mercado mayor que permitirá incrementar la oferta que a su vez derivará en mayores ganancias. Consecuencialmente estas incrementarán con mayor fuerza el nuevo y ya acrecentado capital precedente. El capitalismo es apátrida por excelencia y practica el más abierto de los nomadismos conocidos.

P

or supuesto, agotado el mercado doméstico, se va a países vecinos y finalmente termina cubriéndose el planeta de estas mercancías. Surge y se perfecciona así el Imperialismo económico burgués, sin que ningún gobernante lo decida. Estos limitan su participación a la obediencia y cumplimiento de la normativa capitalista, de normas nacionales e internacionales conocidas como libre mercado, fronteras libres para las mercancía imperiales, con paz social para los negocios, etc., pero al lado de un férreo proteccionismo de las mercancías no imperializados aún,  o sea de los capitalistas de menor giro tanto nacionales como extranjeros.

E

l expansionismo capitalista es objetivo, sólo responde a las propias y autónomas leyes de la sociedad burguesa, una de las cuales es la regla de oro: “mínimos coste y máxima ganancia”, o sea máxima reducción de salarios y precios mínimos de compra de los insumos empresariales al lado de precios máximos de venta de las mercancías producidas. Los “economistas burgueses” o sea   los de la Economía Vulgar o no marxista, saben mucho de estas reglas.

C

ualesquiera restricciones a esa ley de oro de la producción y mercadeo burgués son violatorias y el Estado burgués y su aparataje militar y ministerial policial tiene como misión  dar cuenta de su cumplimiento. El Estado burgués está facultado para que dicha ley sea cumplida y sus violaciones severamente castigadas. Los gobernantes que no logren ni sepan hacerla cumplir son sacados del juego mientras que los que sumisa y complacientemente respetan el interés burgués reciben todo el apoyo de la clase capitalista regional e internacional. La OEA, la ONU y otras instituciones internacionales fueron diseñadas con ese fin, además de otras funciones colaterales estatutarias de parapeto institucional para afiliar a los países incautos o fielmente colaboradores de los intereses clasistas de la burguesía. Por todo eso, cuando oímos por allí ataques verbales contra los gobernantes de países altamente capitalizados, como USA, Francia, Inglaterra, etc., y que a esos gobernantes políticos se les pida colaboración con los países afectados por la imperialización económica no podemos menos que inferir que todavía reina políticamente una peligrosa y dañina confusión entre Imperialismo Político (ya obsoleto) y el vigente Imperialismo Económico.

 

marmac@cantv.net



Esta nota ha sido leída aproximadamente 42946 veces.



Manuel C. Martínez M.


Visite el perfil de Manuel C. Martínez para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: