(Más Contribuciones a El Capital, de Karl Marx)

Los Asalariados no Progresan con el Progreso Burgués

La impostura mejor vendida por la derecha en las personas de  gobernantes, políticos, intelectuales, “economistas”, “ejecutivos” de la   empresa privada y   por los Nobeles apologistas de este sistema es aquella que le hace creer al trabajador asalariado que mientras más y mejor progrese  la economía  del país más holgada será su  vida.  Y la menos izquierdista mentira marxiana es que los proletarios sean “los sepultureros del sistema capitalista”.

Una ligera encuesta revelaría que el grueso más importante de los artesanos y profesionales mejor preparados y practicantes del “ejercicio libre” revelaría que ellos no creen en las leyes burguesas, que son abstencionistas natos y que están, aunque erróneamente,  convencidos de que   dependen más de su trabajo “personal” o individual  que de la conducta   del Estado frente a sus no menos personales necesidades. Suelen decir: “Yo vivo de mi trabajo, y si no trabajo no como”, así tan resumida y folklóricamente señalado.

Y es así, el progreso de la sociedad capitalista no escapa de las desigualdades propias de la sociedad clasista,  y como tal es una tremenda mentira  apoyada por los empresarios del mundo, por los potenciales prestatarios de la banca privada,   de los gobiernos y pseudoempresarios keynesianistas, y desde luego   esgrimida por el cuerpo de directivos, los   gerentes  de las empresas burguesas y el grueso del Sindicalismo aburguesado, habida cuenta de que todos ellos representan  un personal que parasitariamente coge cola en la explotación de los trabajadores a su cargo.

 A ese cuerpo de trabajadores no creadores de riqueza alguna, al que hemos incluido dentro de lo que se llama “capital constante”, hermanados como se hallan con los sindicalistas afectos, le hemos respetado su importancia como un personal fundamental e importante dentro y como solución sine qua non para la   caótica e implanificable  empresa burguesa, y para  luchar contra la natural desidia  y el poco interés del asalariado que “no termina viéndole el queso  a la tostada” con eso de las  mejoras productivas, con eso de amor al trabajo, y a esa mentira  del respeto al progreso del país  y mil engañifas complementarias.

Han pasado 500 años de preparación, nacimiento y desarrollo del Capitalismo y los cuadros de miseria actuales en poco se distinguen de los medioevales. Se cuentan por gigas  de personas constituyentes de los “hogares” modernos con celulares, PC, TV y afines y cuyos miembros sufren del moderno estrés matagente. Esconden su pobreza   debajo del ropaje de las apariencias que nos recuerdan a “Las Preciosas Ridículas”, de Moliére”, obra teatral que   más bien debió llamarse “Los Preciosos Ridículos”, pero el machismo imperante no lo permitió.

Con los desempleados crónicos o lumpen, los subempleados eufemísticamente llamados trabajadores informales, los desempleados transitorios  y con  las miríadas de parásitos de la Administración Pública  basta para reconocer el rotundo fracaso de una sociedad burguesa donde las mejoras económicas de unos trabajadores siempre van con cargo al desempleo  de amigos, vecinos o distantes, con cargo al encarecimiento de la vida de otros seres humanos, etc.

Las magnificadas y dolarmegamillonarias   obras de infraestructura técnica, vialidad, puentes, ferrocarriles, aeropuertos y puertos varios, Palacios de Justicia,  Legislativos, y las onerosas sedes de organismos internacionales  son auténticamente: “pan para  hoy y hambre para mañana”. Los salarios populares sólo sirven para la sobrevivencia del trabajador mientras consume su impaga vida  en las fábricas de terceros y anónimos patronos. 

La educación pública recibida como una gracia del Estado Democrático Burgués ha servido para la más absoluta alienación de sus mejores alumnos. Estos suelen meterse a profesionales al servicio incondicional de los mismos patronos que explotaron a sus padres, abuelos y bisabuelos, cosas así. Los patronos más inescrupulosos cuentan en su estaf  con  los  Abogados más serviles y renegados de la clase  proletaria, cosas así.

De manera que podemos afirmar sin un ápice de yerro alguno que el cacaraqueado Progreso Económico de las Economías Burguesas es más bien y exclusivamente el Progreso de la  alta y mediana clase  burguesa  y de sus más conspicuos factores de confianza, porque sencillamente los asalariados no pueden progresar con el progreso del burgués.

También afirmamos que nos parece una ridícula hipótesis marxiana atribuir a los proletarios el elevado carácter de sepultureros de un sistema que mientras más avanza más miserables e inermes  los procrea. Como también nos parece una clara contradicción, por una parte, afirmar que la baja tendencial de la tasa de ganancia burguesa terminará creando una crisis tal que los mismos inversionistas renunciarían a toda diligencia empresarial, que consecuencialmente el sistema habría muerto y al final llegaría otro modo de producción,  y, por otra parte, seguir afirmando que los asalariados apunta de “progreso”  darían cuenta del presente modo.

marmac@cantv.net



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Manuel C. Martínez M.


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