(Otra Importante Contribución a El Capital, de Karl Marx)

El Reparto de las “Utilidades”

Los patronos burgueses, muy ingeniosa y tendenciosamente y a través de los sindicalistas que les han sido muy afectos, han hecho entender a los  trabajadores  que las  “utilidades” son una coparticipación monetaria  de los asalariados y sindicalizados en el monto final de las ganancias que en dinero  concreta el mercado a cambio de la oferta de la producción allí mercadeada.

De esa manera acuñaron en la mente del ingenuo trabajador del mundo burgués la perniciosa idea de que efectivamente  el mercado es la fuente de las ganancias. Para ello, muy “socialistamente”, se han apoyado en  la propia literatura marxiana particularmente traducida    a   lenguas romances. En aquella, la ganancia es manejada como una diferencia cuantitativa entre el precio final  de venta de la producción mercadeada menos el monto dinerario de la inversión del capitalista.  Esta inversión  va representada por   la suma del precio de los insumos materiales más el monto de los salarios y con la   inclusión en  estos de los altos salarios parasitariamente recibidos por su personal ejecutivo, gerencial y custodio.

Vale recordar que en ese leonino Reparto de Utilidades, la parte ejecutiva, gerencial y de custodia participan proporcionalmente   en función directa de sus elevados sueldos porque convencionalmente es a ese personal  parasitario al que tan indebidamente se le ha reconocido mayor importancia  productiva en la empresa.

Hemos dicho en entregas anteriores que los salarios indirectos gerenciales,  administrativos y custodios, forman parte del capital constante  de la  contabilidad marxiana, o de los costes fijos de la contabilidad burguesa. La idea asomada por mí es que se trata de un  personal que no agrega valor nuevo alguno al que  preexiste en maquinarias, instalaciones y materias primas y energéticas y que se va añadiendo  al   valor que van creando in situ los obreros de planta y  los obreros contables, los obreros relacionistas, etc. no gerenciales.

Ese personal parasitario representa sólo un coste complementario e indirecto, aunque  indudablemente es muy necesario para controlar el anárquico  régimen de producción capitalista1. En este sistema los verdaderos creadores de la oferta     jamás estarán ni podrán trabajar a sus anchas ni hallarse contentos, ni dar lo mejor de sí sin el concurso de tales parásitos, a sabiendas de que están trabajando para hacer rico a un patrono mientras ellos permanecen y perpetúanse como pobres.

Volviendo al tema: En la  definición de “utilidades”, estereotipada por demás en toda la literatura panegírica y apologética de los Nobeles y demás connotados “escritores de  Economía”, se ha plasmado la mayor mentira que los explotadores de todos los tiempos hayan esgrimido para engatusar a sus trabajadores, ayer considerados esclavos, luego sirvientes del campo y de la ciudad, y modernamente proletarios asalariados.

Con semejante artilugio sicológico, los asalariados jamás han asumido para sí ni una pizca de las más importantes reivindicaciones teóricas que los científicos Marx,   Engels y Lenin les regalaron con tanto amor y dedicación científica y exclusiva.

Porque  según venimos afirmando, los trabajadores asalariados no pueden vender su fuerza de trabajo2, no se alquilan, y  sus salarios no   deben ser considerados Capital Variable   invertido por el patrono, sino más bien capital Constante según la terminología marxiana, pero un capital constantemente  aportado por el asalariado en cada minuto de sus faenas fabriles.  Tan así es eso que  sus salarios deben considerarse simples anticipos, en virtud de lo cual  y   transicionalmente los trabajadores quedarían asimilados a coaccionistas, en su condición de copropietarios del valor que en el mercado alcance la producción obtenida con su trabajo y el concurso del  aporte del capital   que no menos transicionalmente  sigue siendo propiedad privada del   inversionista3.

Es oportuno acotar que el cacareado “Socialismo”, como fase transicional   entre Capitalismo y Comunismo es una tremenda impostura de la Economía Burguesa y Vulgar o simplemente    Economía Mercantil. La auténtica transición hacia el capitalismo comenzó con la aparición de   El Capital (Critica de la Economía Política), de Marx y Engels, una monumental obra filosófica, sociológica y económica que desde su primera lectura empezó a resquebrajar  la estructura ideológica de la Economía Clásica.

Esta modalidad asumible socialistamente para la nueva Distribución de la Riqueza en lugar del Reparto de Utilidades, antes de que cristalice la apropiación estatal de todos los principales medios, debe darse mediante   la intervención de una  Contraloría paralela y permanente que algunos trabajadores especializados y contables   llevarían a cabo.  Estos “trabajadores al servicio de los trabajadores” serían contratados por el resto de los asalariados y no del mismo patrono.

Determinado el costo de producción según los insumos y mano de obra no parasitaria (“agregadora de valor”), se  calcularía    la diferencia monetaria que surja en el mercado la cual  pertenecería a los asalariados. Luego estos  reconocerían la Inversión del patrono (los insumos y anticipos salariales), y sobre esa inversión patronal también se reconocería una tasa de ganancia prudencial a juicio de los mismos trabajadores, y no al revés como viene dándose tan leoninamente a favor autónomo del patrono.

Curiosamente, hasta ahora muy poco se ha ventilado  sindicalmente el significativo hecho de que los trabajadores no sólo agregan un valor por concepto de de transformación manufacturera  o  mecanizada, sino que reviven el capital muerto e inerte representado en todo tipo de medios  de producción, con inclusión de las ciencias, ya que estas agregan valor sólo cuando sus tecnócratas y científicos se ponen al servicio directo de la producción.

 A duras penas se ha admitido que los trabajadores agregan sólo el valor montante a sus salarios, pero rotundamente  se ha  silenciado el  agregado de plusvalor, como si los patronos contaran con instrumentos sofisticados de alta capacidad y capaces  de cuantificar hasta dónde el trabajador sólo añade a  los medios de producción el  valor neto de los salarios.

Los medios de  producción sin la correspondiente transformación que sufren y  hecha sólo por los trabajadores no pasarían de ser simplemente las mismas mercancías que su patrono adquirió en el mercado,  y que si no se ponen en movimiento por  la fuerza laboral humana y asalariada simplemente no podrán derivar ganancia alguna salvo que antes de la esa transformación pudieran ser revenidos a un precio mayor al precio de compra correspondiente. Si no son revendidos hasta podrían arrojar pérdidas  por desempleo, obsolescencia física y moral, inutilidad, etc. Si esto es así, cualquier “ganancia de mercado” es la misma ganancia de producción ya lograda dentro de la fábrica y curiosamente el “reparto de utilidades” podría hacerse hasta antes de ser vendida la producción.

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1.-    http://www.aporrea.org/ideologia/a87814.html  (Valor Agregado Neto y Verdadero Capital Constante)

2.-    http://www.aporrea.org/ideologia/a85166.html (Fetichismo del salario)

3.-    http://www.aporrea.org/ideologia/a64497.html  (Los Salarios no son Costes de producción)


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Manuel C. Martínez M.


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