(Todos los Estados modernos son coexplotadores)

Más allá de la Plusvalía

Por definición marxiana, plusvalía ya alude a un concepto que en sí mismo va
más allá del valor de la mercancía comprada por el capitalista del dinero.
Según esta concepción, el patrono compra la fuerza de trabajo libremente
existente en el mercado, compra trabajo asalariado, y la asimila a una
mercancía en un artilugioso plano de igualdad contable con los medios de
producción que manipulará el trabajador, ya para entonces convertido en
capital productivo de la empresa correspondiente.

Injustificadamente todavía, luego de recuperar en el valor de nuevas
mercancías el monto del salario pagado por el uso productivo del
trabajador, el explotador sigue obteniendo una cuota adicional de más valor
integrado al volumen de la producción de dichas mercancías, listas para
su venta a un precio superior al capital inicial que ya permitirá la puja de
la ofertademanda. Esta cuantía de valor adicional al capital inicial se
halla en función directa de la productividad del trabajador, y de ninguna
manera de la calidad de los medios de producción puestos a la disposición
manufacturera del trabajador, tal como lo afirman los apologistas del
sistema capitalista. Sólo el trabajo humano goza de ser productivo o creador
de valor y plusvalor, y de más plusvalor según detallaremos a continuación.

De lo ya expuesto, se desprende que plusvalor significa apropiación
"indebida" practicada por un patrono cuando sus trabajadores logran
reintegrarle en mercancías su capital inicial, igual al monto de de los
medios de producción más el salario, más un nuevo y agregado capital por el
que no pagó absolutamente nada. De perogrullo, a menor salario y mayor
productividad, mayor plusvalor arrancado al asalariado. Porque ambos,
salario y plusvalía, quedan añadidamente incrustados en el valor o precio
previo de los medios de producción, así laboriosamente metamorfoseados en
nuevas mercancías.

Tal es el concepto ortodoxo de plusvalor. Pero hay un segundo valor, uno
que está más allá del plusvalor. Este "plus ultra valor" se refiere a la
apropiación legalizada que hacen los gobernantes mediante ilegítimas
retenciones diversas que en forma de impuestos aplican con carácter
anticipado, compulsivo y hasta sujetos a penas o castigos diversos.

La ilegitimidad de tal "plusultravalor" viene dada porque el Estado "primero
cobra sus impuestos y luego se compromete a prestar servicios públicos", sin
que el trabajador tenga poder sancionatorio alguno contra gobernantes
corruptos o irresponsables, salvo el de volver a las urnas electorales para
elegir a otro gobernante que con alta probabilidad reciclará la ilegítima
cobranza de dicho plusultravalor sin garantía alguna de que el trabajador
pechado reciba alguna vez satisfactoriamente las debidas
contraprestaciones institucionales.

Si el patrono retiene para sí la plusvalía, fábrica adentro, el Estado
amputa el salario, fábrica afuera. La plusvalía es propia de la producción y
del asalariado como productor de riqueza, mientras el plusultravalor lo es
del mercado y del asalariado en funciones de consumidor. De esta manera los
Estados fungen de coexplotadores mancomunadamente con el empresariado
capitalista.

De todo ciudadano es sabido que estamos en presencia de un albur. Los
gobernantes generalmente no cumplen bien con sus funciones populares, además
de engatusar al pueblo de mil maneras para que elija precisamente a sus
propios cobradores de semejante "plusultravalor ". Y así como va con sus
propios pies a las puertas fabriles de sus explotadores, así va a las urnas
a elegir a sus coexplotadores.

Ante la ineficiencia e ineficacia burocráticas demostradas en la mayoría de
los países sometidos al leonino Contrato Social Rusoniano, proponemos que el
Estado primero preste onerosamente los servicios públicos y luego realice
su cobranza. Mendicantes, pobres de solemnidad, desempleados y afines
recibirían tratamiento especial a manera de socorros y subsidios
transitorios y coyunturales.

Digamos que el Estado debe actuar tan comercial, competitiva y eficazmente
con los servicios burocráticos como lo viene haciendo la empresa
privada. Esta seguiría actuando hasta que el propio Estado, convertido en su
principal competidor, dé cuenta de ella.

De suyo, los precios ex post justos de los servicios prestados por el Estado
suplirían la cobranza ex ante del "plusultravalor" contenido en los
impuestos. A malos y deficientes servicios, menores precios; los corruptos e
irresponsables burocráticos serían reemplazados como malos gerentes
susceptibles ipso facto de despido inmediato. Las elecciones políticas
dejarían de ser de candidatos a gobernar, para convertirse en candidatos a
gerenciar. De coexplotadores pasarían a ser simples vendedores. Los Ingresos
nacionales convencionales que reciba el Estado por la tenencia de recursos
naturales podrían asimilarse a EMPRÉSTITOS PÚBLICOS que el pueblo le hace, y
sus gobernantes deberán cancelar oportunamente so pena de sanciones ad hoc.
Las promesas políticas de incumplimiento general quedarían enterradas. El
mercado gubernamental ocuparía el lugar de la burocracia tradicional.

P.D.: No confundir estas sugerencias con "nacionalización de empresas
privadas", es otra cosa.


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Manuel C. Martínez M.


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