¡Obsérvese la brillantez de un señor dirigente!

Según cuenta el francés Luis Perú de Lacroix, ayudante del Libertador mientras tuvo en Bucaramanga, la siguiente es parte de varias conversaciones que sostuviera con el general Simón Bolívar el día 26 de Mayo de 1.828. Dice Lacroix: Luego la conversación pasó a algunos acontecimientos del año 20, y particularmente sobre su entrevista con el general Morillo, en Santa Ana, el 27 de noviembre de dicho año. Entre las varias cosas que me contó S. E., las más notables son éstas:

¡Qué mal han comprendido y juzgado algunas personas aquella celebre entrevista! Dijo el Libertador. Unos, no han visto por mi parte ninguna mira política, ningún medio diplomático, y solo la negligencia y la vanidad de un necio; otros, solo la han atribuido a mi amor propio, al orgullo y a la intención de hacer la paz a cualquier precio y condiciones que impusiera España. ¡Qué tontos o qué malvados son todos ellos! Jamás, al contrario, durante todo el curso de mi vida pública he desplegado más política, más ardid diplomático que en aquella importante ocasión, y en esto, puedo decirlo sin vanidad, creo que ganaba también al general Morillo, así como lo había ya vencido en casi todas mis operaciones militares. Fui a aquella entrevista con una superioridad en todo sobre el general español; fui, además, armado de cabeza a pies; con mi política y mi diplomacia bien encubierta con una grande apariencia de franqueza, de buena fe, de confianza y de amistad, pues es bien sabido que nada de ésto podía tener yo para con el conde de Cartagena, y que tampoco ninguno de aquellos sentimientos pudo inspirarme en una entrevista de algunas horas.

Apariencias de todo esto fue lo que hubo, porque son de estilo y de convención tácita entre los diplomáticos; pero ni Morillo ni yo fuimos engañados sobre aquellas demostraciones; solo los imbéciles lo fueron y lo están todavía. El armisticio de seis meses que se celebró entonces, y que tanto se ha criticado, no fue para mi sino un pretexto para hacer ver al mundo que ya Colombia trataba como de potencia a potencia con España; un pretexto también para el importante TRATADO DE REGULARIZACIÓN DE LA GUERRA, que se firmó tal, casi, como lo había redactado yo mismo. Tratado santo, humano y político que ponía fin a aquella terrible carnicería de matar a los vencidos, de no hacer prisioneros de guerra; barbarie española que los patriotas se habían visto en el caso de adoptar en represalia; barbarie feroz que hacía retroceder la civilización, que hacía del suelo colombiano un campo de caníbales y lo empapaba con sangre inocente que hacía estremecer a toda la Humanidad.

Por otra parte, aquel armisticio era provechoso a la República y fatal a los españoles; su ejecito no podía aumentar, sino disminuir, durante dicha suspensión; el mío, por el contrario aumentaba y tomaba mejor organización. La política del general Morillo nada podía adelantar en Colombia, y la mía obraba activa y eficazmente en todos los puntos ocupados todavía por la tropa de dicho general. Más aún; el armisticio engañó también a Morillo y le hizo ir a España y dejar el mando de su ejercito al general Latorre, menos activo, menos militar que el conde de Cartagena; esto era ya una inmensa victoria, que me aseguraba la entera y pronta libertad de toda Venezuela y me facilitaba la ejecución de mi grande e importante proyecto; el de no dejar un solo español armado en toda la América del Sur. Digan lo que quieran los imbéciles y mis enemigos sobre dicho asunto, los resultados están en mi favor. Jamás comedia diplomática ha sido mejor representada que la del día y noche del 27 de Noviembre del año 20 en el pueblo de Santa Ana. Produjo el resultado favorable que había calculado para mí y para Colombia, y fue fatal para España. Contesten, pues, a esto los que han criticado mi negociación y entrevista con el general Morillo, y que no olviden que en la oferta de paz que se hicieron hubo, sin embargo, de parte de los negociadores colombianos un sine qua non terminante por principal base, es decir, el reconocimiento previo de la República; sine que non que nos dio dignidad y superioridad en la negociación.

He allí como Bolívar hace uso de la táctica y de la estrategia, cosas esenciales a utilizar en cualquier confrontación que alguien pueda tener en la vida.

joseameliach@hotmail.com


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José M. Ameliach N.


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