La elocuencia en política

El nivel de la elocuencia de un orador se mide por la dificultad que presenta el adversario en su turno de palabra. Pues bien, el parlamento español es patético. No creo que haya alguno en el mundo donde la dialéctica sea, no ya menos brillante sino más penosa.

Los enemigos de la justicia social y del humanismo, tan primarios, toscos y maliciosos son sus argumentos, no ofrecen dificultades en las sesiones del parlamento. Ellos, ni escuchan ni quieren escuchar. Su mentalidad rígida e inflexible es incompatible con el diálogo. Por lo que, en el fondo, la elocuencia de quienes la lucen es una elocuencia tan inútil como fácil. No muy diferente de la que toda persona razonable despliega ante un bribón, un canalla o un loco para hacerle entrar en razón. Por eso, lamentablemente, esa elocuencia es artificial y carece de valor dialéctico, como carece de otro valor que el de la fuerza bruta la dialéctica de las pistolas…

Elocuente sería comenzar una intervención en la tribuna del Congreso diciendo más o menos lo siguiente:

"Me van a permitir sus señorías que empiece diciendo que no sé siquiera por qué voy a decir lo que he decir… Pues lo que voy a decir va dirigido a los enemigos no sólo del social comunismo, sino también de la justicia social y del humanismo. Me refiero a quienes se sientan en esa bancada. Y esos y esas diputados, ni escuchan ni quieren escuchar. Por lo que todo lo que diga será inútil. Sólo podrá tener alguna utilidad, eso espero, para la otra parte del hemiciclo, que es la que habrá de comprenderlo y valorarlo en la medida que tiene de razonable para representantes del pueblo razonables.

Esta especie de humanos no sólo es intolerante, es que hace alarde de su absoluta intolerancia. Una intolerancia, por cierto, muy particular, porque es la que dispensan a los demás, en la medida que son, todos ellos, tolerantes, condescendientes consigo mismo. Su rigidez mental raya en lo paranoico. Y en estas condiciones, tal como entienden los bien nacidos el bien común, no cabe esperar ni un sólo destello de lucidez constructiva por parte de quienes es su costumbre desvariar…"

Intervenciones similares a la que acabo de exponer serían elocuentes, pues la elocuencia tiene mucho que ver con el arte de la oratoria pero también con la oportunidad de tiempo y lugar. Y la posición que ocupa ese ejército de ultraconservadores es en este tiempo peligrosa por prominente, a la altura de la que ocupa también en la política de otros países europeos…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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