El rol de los militantes en las organizaciones políticas de Venezuela (II)

2.- VIRTUD REVOLUCIONARIA.

El mundo griego daba una gran importancia a la virtud, que veía como la excelencia o la plenitud que puede alcanzar una realidad, y de modo especial el hombre. Sócrates opinaba que la virtud es aquello que nos ayuda a conseguir el bien mediante razonamientos y la filosofía.

Platón plantea que el ser humano dispone de tres poderosas herramientas: el intelecto, la voluntad y la emoción. Para cada una de estas existe una virtud: la sabiduría, la valentía y el autocontrol.

Los estoicos sostenían que la virtud consistía en actuar siempre de acuerdo con la naturaleza, que, para el caso del ser humano, concebido como ser racional, se identifica con actuar siempre de acuerdo con la razón, evitando en todo momento dejarse llevar por los afectos o pasiones, esto es, todo lo irracional que hay en nosotros, que no puede controlarse y por tanto debe evitarse. Los estoicos consideraban que la virtud, como facultad activa, era el bien supremo.

Una virtud es una disposición de la persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como el bien, la verdad, la justicia y la belleza. La virtud se opone al vicio, y tiene una gran importancia para la vida ética. La virtud del latín virtus hace referencia a una cualidad positiva en el ser humano que permite producir ciertos efectos, ya sean naturales o adquiridos.

Los militantes dentro de las organizaciones políticas tienen cualidades que lo identifican y lo caracterizan y lo mismo sucede con el partido político, éste se fundamenta en virtudes colectivas sociales, que hacen junto al conglomerado militante la unión perfecta para producir en la sociedad los efectos deseados. Cada militante dentro de la organización política y fuera de ella debe disponer de la sabiduría para identificar las acciones correctas, saber cuándo realizarlas y cómo realizarlas. El valor para tomar estas acciones a pesar de las amenazas, y defender los ideales propios. Y el autocontrol para interactuar con los demás militantes y ante las situaciones más adversas cuando se está realizando lo que se debe hacer para lograr los fines propios. Y a estas tres virtudes se añade una cuarta, la justicia, que permite convivir en derecho responsablemente y con seguridad. El siguiente relato nos muestra que, aunque tengamos las ideas necesarias a nuestro alcance, a veces no sabemos comunicarlas y tampoco sabemos infundir virtudes en nuestros militantes y así de nada sirve tenerlas.

DEBEMOS SER BUENOS SOLDADOS

Un soldado se preparaba para ir a la guerra. Estaba bien provisto, con armas, fusiles y cuchillos para ayudar a sus compañeros en caso de que el entorno se apostara impreciso. Sin embargo, en plena batalla salieron derrotados, no tanto por sus enemigos, sino por la insuficiencia de estrategia, capacidad y habilidad para comunicarse e infundir virtudes y palabras alentadoras a sus propias tropas.

"Un buen soldado debe afrontar los hechos y disolverlos en el silencio, infundiendo en los demás elevadas aspiraciones, espiritualidad, fraternidad y buena voluntad, y todas las virtudes que puede concebir; pero si él no posee estas virtudes y no los ha experimentado en sí mismo".

¿cómo puede aliviar a los demás?

Es fundamental que cada organización política conozca las necesidades formativas de sus militantes, quienes están moralmente virtuosos para infundir de virtudes necesarias al resto de sus camaradas.

3.- EFICACIA REVOLUCIONARIA.

Según Alfredo Maneiro«la eficacia política es la capacidad de cualquier organización política para convertirse en una alternativa real de gobierno y para, eventualmente, llegar a dirigir éste». (Notas Políticas 1986, 38)

Quien ejerce la autoridad no necesita intimidar, ni explotar ni amenazar.

La autoridad crece en la medida en que se somete a la crítica y el control.

José Luis Rebellato.

En este punto es menester que cada organización política se pregunte si tiene la capacidad imperiosa para convertirse y dirigir un gobierno. Porque la eficacia es la capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera. Cada partido político, así como cada militante se tropieza con barricadas de variadas especies de índole militares, económicas, sociales, educacionales, políticas, culturales. Cada parapeto representa un desafío para la marcha, en cada una hay una invitación a perseverar, y la turbación a lanzarse a la extraordinaria aventura de transformar, de cambiar todo lo que tenga que ser cambiado para la suprema felicidad del pueblo. De todas las cortapisas, las más arduas de superar son las psíquico-ideológicas-culturales, las que sustentan las costumbres milenarias, producen las conductas cautelosas, transculturizadoras y los antivalores castrantes de la sociedad colonial-capitalista-rentista.

José M. Briceño explica que: «la sociedad venezolana es el resultado de la influencia de una cultura sincrética, surgida del encuentro traumático de tres tradiciones: la occidental, la india y la negra. En la sociedad venezolana triunfo la occidental. La india y la negra fueron desmanteladas humilladas desarticuladas. Entonces todas nuestras instituciones son creación y están influenciadas por esa cultura dominante, al igual que la sociedad». (Que es la Filosofía 2015, 31)

Y lo más grave es que nosotros terminamos siendo sujetos defensores de esa cultura dominante que nos oprime.

Uno de los roles fundamentales de cada organización política, una vez que alcanza su fin último, que es la conquista del poder político, es la superación de la sociedad del egoísmo por la sociedad del amor, de la fraternidad. Es la sustitución de la antisociedad de los individualismos que luchan unos contra otros, por la sociedad colectiva integrada, donde el trabajo de cada uno se suma al ahínco social, en la que la victoria de uno es la victoria de todos y la frustración de todos es la frustración de cada uno. Este cambio en el fin del trabajo, que pasa de ser un medio de valorización del individuo, a ser un medio de valorización de la sociedad, produce a su vez una transformación conciente en la visión que se tiene de la eficacia y de cómo conseguirla, o mejor, de cómo superar la ineficacia.

En el sistema capitalista, se es eficaz de forma individual, el éxito de uno es el éxito de ese individuo solamente, y así se valoriza. Se dice, por ejemplo, que un Gobernador construyó un Centro de Diagnóstico Integral, ignorando a los obreros que allí dejaron su aliento, los ingenieros que la planificaron, los comuneros que llevaron una jarra de papelón a los obreros. Amas de casa, mujeres valientes que contribuyeron con la limpieza del C.D.I a la hora de abrir sus puertas. En otras palabras, se ignora a la sociedad que está por detrás de cada gesto de los individuos.

En la sociedad que supera al capitalismo, en el Socialismo, se es eficaz en tanto el trabajo contribuya a la conquista social, y así se valoriza. El individuo sabe que su obra, es la obra de la sociedad que lo sustenta, su conquista es la conquista de la sociedad, y sabe que la conquista de la sociedad es la conquista de cada individuo.

Es así, con el trabajo realizado en colectivo y con visión social, que los revolucionarios, inexpertos en funciones de gerencia y de gobierno, consiguen sobreponerse a sus carencias y conquistar una eficacia, que es superior a la eficacia del capitalismo, porque libera la fuerza social que estaba presa de individualismos. El salto de una eficacia del individualismo a una eficacia de lo social, es vital para la Revolución. Por eso debemos derrotar las tentaciones de resolver los problemas usando la eficacia engañosa del individualismo, usando las armas melladas del pasado. El trabajo colectivo, con visión social, es la seguridad de la marcha hacia el Socialismo.

Debemos tener presente, que el principal enemigo de nuestra revolución, no está en Washington ni está en la oligarquía venezolana, no; el principal enemigo lo tenemos por dentro, las desviaciones, el sectarismo, el partidismo, los personalismos, la falta de visión estratégica, la corrupción y el burocratismo. Respecto a esto, Alfredo Maneiro dice: «Ciertas estructuras partidistas desarrollan un espíritu de secta tan marcado, sustituyen de tal manera la disciplina por la obediencia, vician a sus afiliados con un juego tan complicado de jerarquías, gradaciones, amiguismos, arbitrariedades, etc., y, sobre todo, crean tales dificultades a la confrontación libre de opiniones, que la lucha interna solo puede expresarse a través de zancadillas, corrillos, pactos ominosos y manejos oscuros. Estructuras así terminan por producir un militante condicionado, de mediocres aspiraciones y cuya audacia, valor y espíritu crítico se resuelve, a menudo, en una racionalización forzada de las verdades, valores e intereses del partido». (Notas Políticas 1986, 40)

Hay que luchar ferozmente con nuestras propias organizaciones políticas revolucionarias, para erradicar esos viejos vicios que todavía existen en nuestras propias filas. Ante esto, Alfredo Maneiro agrega: «En realidad, existen organizaciones revolucionarias que parecen solo preparadas para adueñarse del aparato del estado existente con el objeto de ponerlo en marcha para sus propios fines». (Notas Políticas 1986, 40-41)

El Comandante Chávez agrega: «El pueblo venezolano debe estar alerta y debe exigir ahora los cambios profundos. Los sectores de la dominación, los dirigentes políticos, le tienen tanto terror al protagonismo popular, que yo creo sinceramente que ya perdieron hasta el instinto de conservación». (Entrevista con José Vicente Rangel Cárcel de Yare 13 de junio de 1993).

Esta entrevista es del año 1993, las condiciones políticas de Venezuela en ese momento eran muy diferentes a las de ahora, sin embargo, hay unas palabras del Comandante que no pierden vigencia, sino que en este momento histórico que estamos viviendo cobran mayor fuerza. Sectores del gobierno revolucionario y algunas instituciones le tienen tanto terror al protagonismo popular, hasta el punto de minimizar el avance del pueblo a organizarse en comunas, ciudades comunales o en distritos comunales, incluso hasta planean el aplastamiento del Poder Popular.

La eficiencia y la eficacia revolucionaria, no están reñidas con nuestra revolución. Al contrario, cada día tenemos que ser eficaces, más eficientes para llegar a ser suficientes en las faenas encomendadas. Al pueblo hay que darle la mayor suma de felicidad posible, a él pertenecemos y a él nos debemos. Sin el pueblo militante, no somos nada. Sin el pueblo militante no habrá revolución posible. A la moral revolucionaria, hay que agregarle la virtud, la eficacia, la eficiencia y la calidad revolucionaria, eso sí, guiado por grandes sentimientos de amor hacia nuestro valeroso pueblo, no solo se trata de querer hacer las cosas, hay que también saber hacer las cosas, y hacerlas bien, siempre pensando en el pueblo. Y para esto necesitamos hacernos de esta fórmula, para después de haber conquistado el poder político, sepamos qué hacer con el…

Eficacia + Eficiencia = Suficiencia.



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Allen Nebrija

Poeta, articulista y novelista.

 allennebrija@gmail.com

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