Plan conspirativo

—El mismo cuento de siempre. No se pueden inventar otra muela, compai.

—¿A qué se refiere hombre?

—Cada vez que pasa algo o van tramar algo sale el chofer presidente con el teatro de un plan conspirativo. Que lo van a matar. Ay ay.

La misma barca que el difunto. Se la pasaba diciendo, que ya tenían todo preparado para matarlo, pero a último momento develaban el supuesto plan.

Y nunca se ha sabido quienes tramaron ese tal plan.

¡Sean serios!

Por lo menos, contraten a varios libretistas para que les escriban diferentes capítulos de la novela «Embustes revolucionarias».

Quién le va a creer al presidente. Si desde hace años nadie le pone atención ni quieren oírlo. Si cuando el difunto empezó con aquellas cadenas para contar paja pareja la gente compró televisión por satélite.

Eso fue un negoción para esas cosas que venden televisión por satélite, entre más hablaba el difunto más la gente compraba esos planes de televisión satelital.

Solo los más limpios quedaron sin comprar esa guarandinga. Mire usted un edificio de esos de Misión Vivienda, no sé le ve la fachada de las antenas de televisión que tienen por fuera. Les regalaron unas de CANTV y no sé para qué, si ya tenían DIRECTV.

—Eso es muy cierto.

—Quién se va a preocupar por lo que le pasé a ese individuo, si a duras penas uno puede estar pendiente de la vida que le corresponde.

Que se las arregle el solo y cómo pueda. Si nadie lo quiere.

Lo quiere involucrar a uno, haber si uno le atiende su llantén. Que vao.

Armó su p.. que se lo calé solo.

—¿Y ahora qué dice el tipo?

—Otro plan magnicida.

—¡Otro más!

Eso es a cada rato que se la pasa inventando eso de los planes magnicidas.

—¿Eso no es para la gente grande?

Y qué de grande tiene este.

—Yo no le deseo mal, pero me parecen pura coba esos tales planes. Pura mantequilla.

—Magnicida es lo que le ha hecho a uno en estos años.

Matar de hambre a toda una nación eso sí es magnicida.

Que no se venga con cuento. Uno de vaqueros sería bueno.

—Una parranda de gente y que va a entrar al país para matar a no se quién.

—No hombre, si dicen que por esa frontera andan como perro por su casa.

Quién sabe que vagabundería quieren tapar con ese cuentico. Algo se están tramando como siempre y tiran la bola a rodar.

En estos días se la pisan.

Por todos lados ven conspiraciones.

En veces de ponerse a trabajar para que esto mejore, lo que se la pasa es inventándose esos cuentos de brujas.

—La única conspiración que yo veo es contra la población.

Mire la suegra tomaba, porque no se encontró más, un medicamento desde que le dio el infarto que se llama Xarelto, era caro el muérgano pero se podía comprar.

En estos días la muchacha de la farmacia me dijo: —«sabe que llegó el Xarelto». Y yo de ingenuo voy y le pregunto ¿A cuánto? —«A 700 mil sober-anos».

No me hice de casualidad.

Eso si es una conspiración. Qué cristiano compra un medicamento a ese precioso.

—Por Dios bendito ¿Y eso pa´ que sirve?

—Eso es algo para diluir la sangre, un anticoagulante creo que le dicen. Es para que no se formen trombos y caiga mortadela.

Mire, el medicamento más barato está a 40 mil sober-anos.

Un salario mínimo para comprarse una cajita de cualquier analgésico. Que es lo más básico que cualquier familia puede pretender tener en su casa.

¿A cómo está el pollo? El picao lo vende a 27 mil sober-anos. Y usted sabe que el pollo es hueso y pellejo. Un pan dulce ya cuesta 10 mil.

Y no lo estoy inventando como hace el chofer.

Eso si es un plan conspirativo y de aquí adentro.

Endógeno, diría el difunto.

Eso es un plan conspirativo hecho en revolución.

—Lo dejo y tenga cuidao, que lo puede venir a buscar La Sagrada.

Y le dijo: Por ahora, apriete.



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Obed Delfín


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