Siglo XXI cambalache

El siglo XIX venezolano fue un siglo de guerras. Totalmente diferente al siglo XVIII colonial. Pasó Venezuela de la forma monárquica a la republicana y con ello cambio todo el panorama y el perfil de la población. Las guerras y las montoneras fueron el pan de cada día y con ellas el hambre y la desolación de la población.

El terrateniente criollo se erigió en tirano arrastrando a sus peones a unas montoneras a la medida de sus intereses. Un siglo de caudillos regionales y guerras de Independencia y civiles. La barbarie campeó a sus anchas por todo el territorio y perfiló a un venezolano beligerante, de allí la frase del General Páez de que el venezolano es como «un cuero seco».

En ese siglo debe haberse conformado un venezolano desarraigado y extraviado. Debido, en primer lugar, al cambio de la forma de gobierno que cortó las raíces firmes de la forma monárquica que habían imperado durante la colonia, aunque no las prácticas de la misma. En segundo término, la guerra y las constantes levas de la peonada que era sacada de su tierra para ser trasladados a otros lugares a combatir.

La visión heroica de la Venezuela decimonónica es solo un romanticismo y una retórica sentimentalista, para los fines de la propaganda política que busca conformar la naciente República. Así que esas estrofas del Himno Nacional acerca del bravo pueblo son puro romanticismo y ficciones que no se compaginan con la cruda realidad de ese siglo atroz.

El siglo XX venezolano, siguiendo a Pino Iturrieta, es un siglo «metido en cintura» por obra del proyecto andino de poder y sus sesenta años de permanencia, más la secuela posterior. El siglo pasado es un siglo de centralismo y dominación de la población.

Los andinos en el poder acabaron con las montoneras y los caudillos regionales a través de la creación del ejército nacional. Ya que los caciques regionales no podían disponer de sus peones para llevar a cabo ni montoneras ni asaltos al poder presidencial. Fueron exterminados o con prebendas o por la fuerza de las armas.

Esto perfiló a un venezolano diferente. La novela «Doña Bárbara» es reflejo del cambio producido, esto es, del repliegue de la barbarie ante la civilización. La concepción positivista buscó producir este cambio en el venezolano del siglo XX.

La riqueza petrolera, por su aprte, trajo una prosperidad general, aunque no equitativamente distribuida, que conformó a un venezolano hedonista en su versión sibarita. En particular a partir de los años cincuenta, que con los ya consolidados medios de difusión se les hizo mucha publicidad a la prosperidad y el disfrute de la renta petrolera.

Vemos en el siglo XX a un venezolano diferente al del siglo XIX conformado en una estructura centralizada y dado al disfrute de la vida, si no la disfruta por lo menos cree que sí debido a la publicidad.

El siglo XXI venezolano con la llegada del chavismo al poder se perfila como otra modificación y marca una diferencia con el anterior. Chávez Frías en el poder y el extravió de los socialdemócratas y socialcristianos conforman un barrunto ilegible y confuso al inicio de este siglo, el cual no dio tiempo a un acople político sino un salto al vacío socialista. Un socialismo rancio y a destiempo.

La permanente actitud beligerante del barines y no entenderse la misma por parte del otro espectro político contribuyo a la mala imitación, o a la conformación de una imagen especular. Chávez Frías en el poder se comportó como el «mamador de gallo» de la esquina del pueblo, la burla y la chanza con el contrincante político fue la medida de su hacer.

La actitud caudillista y la empatía del barines marcan la forma de hacer gobierno. Una forma que transgrede las formas republicanas que se asientan en la ley y no en el dictado personal de un sujeto. Con la cual va aniquilando la praxis política de sus partidarios y aliados, esto puede verse en la designación personal de su sucesor político.

La continuidad chavista con la presidencia de Maduro Moros terminará por signar al venezolano del siglo XXI. La miseria y la necesidad a la que ha llevado este último al venezolano ha hecho que éste se convierta en un sujeto lleno de amargura y decepción. El hedonismo sibarita, que se alarga con la presidencia de Chávez Frías, merma ostensiblemente y da paso al paupérrimo personal y social. La crisis en que Maduro Moros ha sumido a la nación ha hecho sacar lo peor del venezolano, al convertirse éste en lobo del hombre como decía Hobbes.

La migración, con el dolor y la depresión que ella conlleva, determina al migrante y a aquellos que se quedan porque en ambos anida la incertidumbre por la suerte del otro. El venezolano del siglo XXI se perfila como un sujeto amargado, derrotado, humillado por sus propios gobernantes; sumido en un subterráneo estado depresivo que busca refugio en los recuerdos del pasado.

La llamada revolución chavista signará con sus veinte años de gobierno el resto del siglo XXI venezolano. Muchas cosas se ven al horizonte que han cambiado en el ser del venezolano. Los que estamos dentro por ser el día a día de esto lo percibimos, los que han emigrado cuando regresen de visita verán el abismo del cambio producido.



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Obed Delfín


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