La normalidad de la normalización del sometimiento

La norma junto con el terror tiene para el mesianismo el fin político de someter a la población. El poder, en este sentido, funciona como un poder de normalización, es decir, que funciona para determinar las condiciones normativas de las formas de coacción. Las cuales son activadas para el despliegue de la práctica del poder del mesianismo, que no es otro más que el terrorismo de Estado sobre la población.

La norma reglamentaria es un supuesto valor del Estado mesiánico el cual enfrenta a un antivalor de lo otro, que según él se le enfrenta y que ocupa necesariamente el polo contrario de la política del Estado. La norma, en este caso, es una tensión entre las polarizaciones creadas para ajustar el poder coercitivo. Es una modalidad represiva del ejercicio político, cuya máxima efectividad busca la eficacia del sometimiento y el silencio.

Para lograr este fin, el mesianismo aplica las tecnologías positivas del poder que corresponden con la puesta en marcha de los funcionamientos de la norma revolucionaria. Tales tecnologías de poder funcionan como formas normalizar toda actitud: «Esto es lo que hay que decir, esto es lo que hay que hacer».

El poder mesiánico fabrica y observa la normatividad. Para eso crea saberes, mecanismos, instituciones, individuos, apegados al dogma y la doctrina. Esta normalización se ha inscrito en el campo social y en la capacidad del poder centrado en la vida; tanto en la vida como individualidad corporal y la vida como capacidad generadora de valores. Con la finalidad de disminuirla hasta su nivel más ínfimo.

El sometimiento del «biopoder» del Estado se funda la acción de mermar la capacidad corporal como anímica de la población, a través de la norma como un mecanismo que les permite invadir, cercar, investir, administrar o prolongar cualquier potencia de vida. Este «biopoder» se hace valer como forma de ejercicio político del poder que pretende normalizar toda actuación humana.

La concepción del sometimiento busca construir una anti-sociedad normalizada o regularizada. El sometimiento se aplica del mismo al cuerpo y a la psique, esto les permite controlar el orden de ambos y los acontecimientos que de ellos pueden devenir. Lo que circula es la norma reguladora, que se aplica a la población a que se pretende someter, esto es, a toda la nación.

Lo que busca el mesianismo es la conformación de una población normalizada donde la norma del sometimiento y de la regularización estén entrecruzadas entre sí, que no haya diferencia entre ellas. Las mismas se aplican, actualmente, por medio del poder centrado en la vida y abarca, como hemos indicado, la manifestación corporal individual, la manifestación poblacional y el orden vital de lo humano, es decir, la psique.

Las tecnologías de «biopoder» se centran en la vida y se despliegan desde el cuerpo hasta la conciencia para lograr el efecto malévolo de la normalización y la normalidad. Asimismo, aplican los mesiánicos las necesidades de la sumisión para justificar cualquier delito en nombre de la existencia de una política de paz. En particular, lo que François de Menthon calificó de «crímenes contra la condición humana».

En este aspecto, la teoría de la piratería justifica cualquier acción que es cometida bajo el imperio de un ordenamiento jurídico normalizador por un estado de sometimiento. Para así circunscribir el sentido de la norma y sus efectos, en el contexto de un poder positivo amparado por una práctica que da cabida a este mecanismo.

La norma indica de manera factible lo que hay pensar, su funcionamiento y su misma efectividad. El mesianismo esboza modelos de operatividad que justifican su eficacia por la vía de su reproductividad inconsciente; cuya incidencia en la constitución del pensar-hacer irreflexivo penetra de un modo sutil y discreto; siempre encubierto y con tendencia a no revelarse donde pueda haber alguna sospecha.

La naturaleza irreflexiva y reproductiva de la norma impide pensar. Además, la norma parece no poseer un exterior localizable, sino una interioridad propia. Porque se parte del supuesto de que la norma es un principio de posibilidad y legitimación de una forma universal de ejercicio político; y no una producción inteligible y racional de dominación constituida para ser aplicada en un conjunto de sujetos.

La función de la norma es la de otorgar una calificación y efectuar una corrección. Donde la norma excluye y rechaza todo aquello que no se ajusta a su exigencia. La norma tiene por objetivo deshacerse de lo que no se le somete; de intervenir y transformar cualquier forma de pensar y hacer que no se adapte al mesianismo mismo.



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Obed Delfín


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