La actitud en tiempos de turbulentos

En tiempos donde la vida cotidiana se sacrifica en las obsesiones del fanatismo es importante preguntarnos sobre ¿cómo podemos seguir siendo personas con dignidad? ¿Cómo podemos preservar nuestro auténtico yo? Y ¿cómo podemos seguir siendo libres? Pues, en los momentos turbulentos las personas eligen a alguien como héroe, de esos que resisten toda negación y toda afirmación de heroísmo. En tiempos oscuros la gente busca quien los guie, quien los conduzca; porque necesitan seguir algún ejemplo.

Por el contrario, aquellos que no tienen ninguna hazaña pública nadie los reverencia. Igual pasa con aquellos que insisten en mantener la normalidad en circunstancias extraordinarias, o con quienes se niegan a comprometer su independencia. Estos son apartados y se les llama despectivamente moderados. Son olvidados porque aparentemente no sirven como modelo para nadie.

En los asuntos prácticos sobre ¿cómo enfrentarnos a la intimidación? O ¿cómo reconciliar las exigencias contradictorias? O ¿cómo abrirnos a lo nuevo y a lo inseguro? Tales preguntas resulta algo que se considera nebuloso, porque lo que se desea es el mandato. La idea de ¿cómo sobrevivir a esta catástrofe social sin perder el respeto por uno mismo? Es algo que poco importa. Lo relevante es exterminar la causa de tal catástrofe.

El no comprometerse ni con uno ni otro bando y seguir siendo humano es mal visto. Pues, en tiempos tumultuosos la estructura civilizada se derrumba; y si uno muestra antipatía por esa sensación y reseña que al final la normalidad acaba por volver, porque las perspectivas cambian nuevamente. Puede ser tachado de mojigato.

En tiempos difíciles el héroe no heroico es mal visto. Pues, éste causa poca impresión. Ya que es desapasionado, carece de ese entusiasmo arrebatado y de la adrenalina que espera la multitud para arremeter contra el otro. Además, los temas que trata no son atractivos para las aglomeraciones. La masa no quiere oír ni sobre la templanza y ni sobre el escepticismo, porque cualquier esbozo de duda se convierte en un freno para ésta. La muchedumbre anhela creencias que la provoquen y la movilicen.

La libertad de la multitud no requiere una defensa, dice ella misma. Ya que, ella la posee al sentirse emancipada desde mucho tiempo. Nadie en medio de la masa gentío tiene la sensación de que la civilidad está en peligro, o nadie siente que tiene que retirarse hacia su yo privado para preservar su libertad ética. Lo que sienten es que hay unas cadenas que tienen que ser rotas.

Los acontecimientos, muchas veces, muestran que la muchedumbre estaba equivocada. Ya que ésta ha permanecido en un mundo lleno de esperanzas. Sin ver que las mismas se van degenerando, hasta que le son arrebatadas. Y aquellas cadenas rotas se vuelven a forjar mucho más fuertes y pesadas. De esto hay que estar atentos.

En las circunstancias tumultuosas, la vida se vuelve indefensa y desamparada. Se siente estar condenado y sin posibilidad de comprometerse con un mundo de cordura. Somos testigos de la derrota de la razón y del triunfo de la brutalidad. Y con la pérdida de la sensación del hogar resulta difícil mantener la esperanza.

Liberarnos de los falsos miedos y de la falsas esperanzas, de las convicciones políticas y de los partidos, de los fanatismos; de toda forma de opinión estereotipada y de las creencias en valores absolutos, es la posibilidad de alcanzar un estado en el que solo quede la defensa de nuestro yo, de la existencia propia.

Se requiere honradez y decisión intelectual ante lo que amenaza la vida del individuo y la libertad de éste. Se requiere permanecer fiel a nuestro yo y alejados de la locura fanática. La respuesta a un mundo dislocado es que cada persona se vuelva a colocar en su lugar, a ser gobierno de sí mismo y con ello aprender a cómo vivir. Poseer el arte de mantener los pies en el suelo.

El gobierno de sí mismo es la posibilidad de mantener una actitud propia, honrada y libre contra el mesianismo que se impone; es una posibilidad más sincera que mantenerse ciegamente o con opiniones de otros. Es un comprometerse con el futuro, volver la espalda a esos mundos de sueños. Preservar los estímulos que se requieren para respetar a los demás y resistir el impulso que lleva a la muchedumbre a destruirlo todo.



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Obed Delfín


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