Es fácil dudar de que exista la izquierda

"Parece que todas las ideologías están dentro de un viejo baúl apolillado. Los intentos de seguir diferenciando entre derecha e izquierda son viajes que precisan o pocas alforjas o demasiadas. O se entienden sencillo o no se entiende nada".

Siempre y por todas partes, el pueblo entregado a unos antropófagos más hábiles, sirvió de juguete a todas las ambiciones, de pasto a todas las tiranías. Siempre y por todas partes se ha dominado al pueblo con bellas palabras: jamás y por ninguna parte se han obtenido las cosas con las palabras. Desde tiempo inmemorial se nos repite con hipocresía: "los hombres son iguales", y desde tiempo inmemorial la desigualdad más deshonrosa y horrorosa pesa insolentemente sobre los pueblos. La igualdad no ese más que una bella y estéril ficción de la ley. La igualdad de hecho no es más que una quimera.

La Constitución de 1793 es la verdadera ley de los franceses porque la ha aceptado solemnemente el pueblo; porque la Convención no tenía el derecho de cambiarla; porque, para llegar a ello, ha hecho fusilar al pueblo que reclamaba su ejecución; porque ha destituido y degollado a los diputados que cumplían su deber con defenderla; la Constitución de 1793 ha consagrado los derechos inalienables para cada ciudadano de aceptar las leyes, de ejercer los derechos políticos, de reunirse, de reclamar lo que considera útil, de instruirse y de no morir de hambre, derechos que el acto contrarrevolucionario de 1795 violó abierta y completamente.

De hecho, la confusión es más reciente y tiene que ver con no diferenciar entre la teoría liberal —llena de promesas atractivas— y la práctica liberal —inclemente ya desde la Revolución francesa con un pueblo al que veía como "chusma"—.

Hay que recordar que, en 1790, la Asamblea Nacional estableció que "la feliz regeneración" de las colonias implicaba el mantenimiento de la esclavitud, pues los negros eran parte esencial de la riqueza comercial de Francia. Es lo que después Mariátegui llamaría "falsas repúblicas" latinoamericanas, que nacían dejando fuera de la ciudadanía a las mayorías indígenas y negras. Le correspondería a Robespierre deshacer más tarde ese entuerto. La libertad, igualdad y la fraternidad debían ser también para las mujeres, para los pobres, para los negros y los indígenas. El liberalismo solo veía ciudadanos en las personas blancas, adultas, acomodadas y heterosexuales. El liberalismo es un filtro que ve el mundo como le interesaba a la burguesía como clase en ascenso.

Un error de la izquierda igualmente repetido está en no saber diferenciar entre el liberalismo y el neoliberalismo, dejando buena parte de los logros de la lucha contra las monarquías absolutas en la hucha de la derecha. El liberalismo nació comprometido con la limitación de cualquier poder político, pues vio la luz en pugna contra los residuos del feudalismo y la primacía del absolutismo. El neoliberalismo nació, por el contrario, para luchar contra el socialismo. La crisis de 1929 obligó a los liberales a repensarse. De ahí salió una vertiente democrática, el ordoliberalismo. Pero más allá de la teoría, en los desarrollos concretos del neoliberalismo nunca ha dudado en usar con violencia el poder político para construir una "sociedad de mercado", basada en la competencia de todos contra todos.

Si la izquierda ha establecido que hay que disputar a la derecha los espacios institucionales, esto implica que hacen falta partidos bien organizados y democráticos, con vacunas que impidan la profesionalización de la política. Esto implica que la izquierda, para salir del fragmento, pero no perder su multiplicidad, debe tener cuatro ámbitos diferenciados con lógicas propias y las respectivas redes de trabajo conjunto. Los grupos parlamentario y las instancias de representación (alcaldía y municipios, gobernaciones, presidencias, diputados).

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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