El último festín de los cocodrilos

El documental «el último festín de los cocodrilos»1 muestra como la vida animal, entorno a una charca de agua, desarrolla un proceso de depredación a medida que la sequía arrecia.

La lucha por la sobrevivencia que depende de un trago de agua se hace extrema; pues los cocodrilos, que dominan la charca, se hacen cada vez más agresivos y peligrosos para el resto de los animales que allí abrevan. Con el paso del tiempo y de la extrema sequía las condiciones se hacen más difíciles. Y el riesgo es más mayor para quienes necesitan del agua, que son todos los animales.

El nivel de la charca baja cada vez más rápido, mientras aumenta la competencia y agresividad por conservar la vida. Los cocodrilos están a la caza de cualquier otro animal que se acerque a beber. Las condiciones se hacen cada vez más extremas, tanto para cualquier especie como para los cocodrilos mismos; aparentemente éstos últimos no se dan cuenta de ello.

La charca se convierte en un lodazal inmundo y el calor aumenta cada día por la sequía. La necesidad del agua es apremiante. Los cocodrilos dominan la charca. Sin embargo, llega un momento que entre ellos deben enfrentarse para determinar quién se queda con el dominio del lodazal.

La charca que se ha ido reduciendo poco a poco termina por secarse, y con ella muere el último cocodrilo que allí dominaba. Así se presenta un extremo difícil de la vida animal. Ahora bien, esto es en el mundo natural, pero ¿qué sucede en nuestro mundo político?

En estos últimos años, por las condiciones materiales inducidas nos han construido una charca, en la cual nos han aventado y en la cual sobrevivimos. En charca inmunda ya, hay cocodrilos que reinan sobre todo lo que hay apropiándose de la vida de los demás. Conceden algunas migajas a aquellos que se les pueden arrebatar. Han conseguido que la población esté en un estado de depredación consigo misma. Y todo lo que no sea ganar dinero supera su capacidad de comprensión clara e infinitamente.

Cocodrilos son esos funcionarios públicos y empleados privados que se aprovechan de su posición para exprimir la miseria de los otros. Pedir por algún producto pago en efectivo cuando sabe muy bien que es difícil conseguirlo; el tunante de la alcabala que cobra «el peaje» a todos los camioneros que pasan por la autopista; el ruin que hace negocio con la documentación de los ciudadanos. Cada uno hace de cocodrilo en la charca.

Esto se ha convertido en un lodazal por la sequía política del momento y en este fango reinan los cocodrilos. Los demás furtivamente tratan de beber de la sucia charca, a riesgo de sus vidas. Si algún individuo consigue algo de agua, se convierte inmediatamente en un cocodrilo feroz. Allí están los que revenden la comida del sistema de abastecimiento, el cocodrilo que en las estaciones de servicio cobra a los que hacen cola para surtir de gasolina.

Si la vida salvaje es esa manifestación por la supervivencia. La vida en lo que queda de Estado es cosa inhumana, pues la perversidad del miserable aflora en la sequía. Del árbol caído todo el mundo saca leña, dice el dicho popular; y como la población es ese árbol caído, todos los cocodrilos que viven en el fango sacan leña de la miseria, de la necesidad de cada individuo.

En esta sequía hemos estado doblados por el pesado fardo que esos cocodrilos nos han impuesto. Somos permanentemente insultados, amenazados por unos y otros; azorados y sin la menor esperanza de acabar sino entre las amenazas y el estiércol. El asco por habernos visto torturados, engañados hasta los tuétanos por una horda de desquiciados furiosos; incapaces éstos de otra cosa que de la burla y el vejamen diario.

Sin saber por qué nos hemos visto obligados, a fuerza de insultos y a fuerza de amenazas, de estos cocodrilos, a ponernos en filas infames para cargar con esta miseria que nos han echado encima. Mientras ellos, todo lo que pueden cargar se lo llevaban, hasta las cosas más fútiles. Todo vale en esta depredación. Roban para distraerse, para hacer ver que aún tienen deseos de eternidad.

La situación impuesta nos ha conducido a esta supervivencia mínima. Mientras que el cocodrilo más grande y gordo se regodea a sus anchas en la charca putrefacta. Sin embargo, el destino de la charca es secarse y aquellos que reinan de la sequía morirán con ella, la sequía terminara por consumir a todos esos cocodrilos por igual. Pues, la pobreza siempre hiede a miseria, a vanidades interminables y a resignaciones inmundas.

 

1 https://www.youtube.com/watch?v=nIHz63sRwQQ

 



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Obed Delfín


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