El 91% de un 27% ¿Eso es mayoría para qué?

Hace un poco mas de una década, cuando se realizaba una elección, la campaña, la convocatoria, la asistencia y los resultados eran para hacer sentir orgullosos de participar, hasta para los que perdían. Era la vigencia de la pregonada democracia participativa y protagónica para todos, oficialistas y oposición. Esa misma que hizo que Chávez reconociera la pírrica victoria del referéndum consultivo del 2007 y que al poco tiempo, él mismo se diera cuenta que no era tan pírrica, porque era impensable ganarle a él como monstruo sociopolítico que era, en pleno auge del desaparecido Proceso Bolivariano Revolucionario. Y Chávez dentro de su declaración ante esos resultados, reconoció dos cosas importantes: primero, que las reformas planteadas fracasaron y el pueblo que votó le dijo que no y lo otro importante y mas vigente ahora, reconoció que la abstención fue parte fundamental de esa derrota, porque los que no votaron también opinaron: "nos disgusta las propuestas, pero no voto en contra, para no sentir que he traicionado". Hoy día la lectura de los resultados que interesa es quien ganó y quien perdió en esta escuálida votación, con resultados pírricos de participación plasmados en las macilentas cifras absolutas y relativas del CNE. Los ganadores quieren hacerle ver a los venezolanos que realmente vencieron porque son mayoría y así justificar una permanencia inoperante de un supuesto poder soberano, pero que está en manos de unos pocos, que siguen actuando como en la denominada democracia representativa cuarta republicana.

Lamentablemente la otrora orgullosa democracia venezolana en la actualidad solo se encuadra en el mero hecho de votar y por quienes votaron, no importando que la mayoría expresara de manera categórica, que no quería hacerlo por varias razones. Nuestra democracia donde tanto los que gobiernan como lo que pretenden hacerlo, no toman las cifras de abstensión mayoritaria como lo que es, una disidencia silente que envía un mensaje ensordecedor a los políticos de que ya está cansada de que le pidan paciencia porque el próximo año (como todos los años) será el de superar la crisis y que los sigan respaldando para preservar y defender un proceso revolucionario socialista, que ha dejado de serlo y a cambio lo que recibe es el crecimiento de sus desesperanzas sin ningún respiro, porque la familia venezolana ya no da para más.

Nuestra democracia participativa y protagónica es un eufemismo en la actualidad. Es la democracia convertida en mercancía de las que nos hablaba y cantaba Alí Primera. Esta campaña se desarrolló con planillas del uno por diez a cambio de una bolsa de comida, con los mismos candidatos impuestos a dedo que pasaron un lustro sin aprobar nada al pueblo y si todo al alcalde o alcaldesa de turno. Una campaña donde no había nada que ofrecer real porque los promesas eran fraudes o ficción. Una campaña donde si no votas, no tienes el bono navideño chequeando en los denominados puntos rojos el carné de la patria. Una campaña donde un día nos dicen que la guerra económica nos tiene jodidos, al otro día nos dicen que ya basta de excusas con la guerra económica y finalmente, de nuevo el fantasma de la guerra económica. Una campaña donde nos aumentan el salario de miedo para afrontar unos precios de terror que nos generan angustia y pánico y de paso burlándose en nuestras desventuradas caras (será que nos la ven de payasos) de manera insolente, cuando promulgan unos inexistentes precios acordados con los usureros que joden al pueblo y no respetan los manidos y falsos precios. Este es el panorama de la campaña y del proceso electoral reciente y cualquiera que quieran montar. Son procesos electorales hechos en un país despoblado de ganas de hacerlo y desierto de buenas noticias para el devenir nacional, que los estimule a participar. Procesos electorales donde los elegidos no rinden cuentas al pueblo sino a quienes a dedo los postularon. Legisladores que pasan tertuliando su inacabable periodo de sesiones, sin tener el fruto esperado a pesar de la ingente inversión de recursos que se hace, aunadas a las esperanzas de un pueblo que con expectativas espera soluciones, a su existencia cada día mas precaria. Si el parecido de lo expresado se parece a la omnipotente Asamblea Nacional Constituyente y la otra Asamblea Nacional del lado derecho, no es coincidencia. Lo que la diferencia una de la otra es la C de sus siglas. Eso mismo y a menor escala, son los Consejos Municipales.

No hice un análisis científico desde la perspectiva estadística, social o política, sino desde la perspectiva frustrante de un pueblo, al que pertenezco, que solo ve su abatida realidad circundante y propia, cuando los que deberían velar por crear y generar condiciones para un buen vivir, solo se regodean para celebrar un triunfo majunche, pírrico y escuálido, que no es el triunfo del pueblo, sino de unos pocos. De ellos.



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Carlos Contreras


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