El malthusianismo de Maduro y su malgobierno

Un reguero de miserias se extiende sobre el territorio venezolano. Y cada día que pasa se amplía y ahonda aún más el fenómeno. La muerte nos acecha y se lleva muchas almas cada día. Todo nos hace pensar que los miembros de la cúpula gubernamental, responsables directos y principales de la terrible tragedia que azota a los venezolanos son, en vez de marxistas como mientan ellos recurrentemente, unos empedernidos malthusianos, es decir partidarios de las ideas expuestas por Thomas Malthus, economista, teólogo, filósofo y pastor anglicano. Este autor en su famosa obra titulada "Ensayo sobre el principio de la población", expuso unas ideas referentes al control de la población que hoy se están aplicando al pie de la letra en nuestro país. Según este intelectual británico en todo país la población tiende a crecer en progresión geométrica, mientras que a su vez los alimentos sólo aumentan en progresión aritmética, lo que da lugar a que la población se encuentre siempre limitada ante la escasez de los medios de subsistencia. La solución es entonces ejecutar políticas de control de la población, a través de enfermedades, epidemias, hambre, peste, trabajos penosos, pobreza, mala alimentación, insalubridad, guerras y conflictos políticos. De esta manera se equilibra la producción económica con las necesidades de la población, pues el decrecimiento de ésta entra en sintonía con el nivel de riqueza circulante, permite que se satisfagan en su justa medida las necesidades de la población, y las presiones sociales son superadas. Y el gobierno, por su parte, recibe los beneficios políticos de la nueva situación que se traduce en gobernabilidad y estabilidad.

Como vemos la solución de Malthus no viene por la vía del incremento de la actividad y producción económica, como era de esperarse, sino por la vía de reducir la cantidad de población habitante del país, tal como está haciendo Maduro y su corte de adulantes en nuestro país. Aquí se está ejecutando esto mismo: se quebró el aparato económico, el producto Interno Bruto ha decrecido durante seis años consecutivos, la producción y consumo de alimentos ha disminuido a niveles del siglo XIX, al mismo tiempo que reaparecen enfermedades erradicadas por los gobiernos de la IV República, aparecen epidemias como la del paludismo, y la población hambrienta y enferma muere a raudales. Se parece esta política exterminadora del actual régimen con la que también impuso en nuestro país el brutal tirano Juan Vicente Gómez a comienzos del siglo XX.

Aquí están aplicándose de hecho políticas de reducción de la población. Por un lado, el gobierno está estimulando la expulsión de millones de personas de nuestro territorio y, por otro lado, a los que se quedan en el país los está aniquilando con sus políticas hambreadoras. El resultado interno es el reguero de muertos, enfermos, lisiados, desahuciados, agónicos, hambrientos, famélicos, que cubre la geografía del país.

En verdad Venezuela está siendo convertida en un gran cementerio floreado de criptas. ¿Se acuerdan de Casas Muertas? Hablaremos pronto del País Muerto y se escribirá su novela homónima. Ahora será la totalidad venezolana que presentará este cadavérico semblante de seguir profundizándose la tragedia nacional. Ya se nota aquí y allá el reguero de tumbas pues la mortalidad está en crecimiento por múltiples razones. Por enfermedades, entre otras, el paludismo, son miles los fallecidos; por falta de medicinas y atención médica están otros miles; por desnutrición y hambre otra gran cantidad; asesinados por el pranato delincuencial la cifra alcanza cientos de miles; otros más han sido víctimas de la represión policial; decenas han fallecido tratando de huir de nuestro país por mar o por tierra; otros tantos han encontrado la muerte en accidentes de las perreras, el improvisado sistema de transporte público del país; otra cantidad nada desdeñable ha muerto en la actividad aurífera en Guayana, un submundo gobernado e integrado por delincuentes; otra gran cantidad la genera el embarazo precoz y los neonatos muertos antes de nacer. Estamos viviendo en fin en una Venezuela de muertos o de moribundos, gracias a la muy dañina gestión gubernamental del grupito de autócratas que administran el destino de nuestro país hoy día: La peste cívico-militar.

Estos bandoleros vestidos de políticos conducen las riendas de nuestra patria pero de una manera por demás sanguinaria. Su crueldad no tiene límites. Su indolencia es inconmensurable, la saña con la que actúan es propia de bestias feroces. Pareciera que el sentimiento que los mueve para actuar con tanta saña es la venganza, pero una venganza ejercida no contra un pequeño grupo social particular, sino que su venganza se torna contra los más indefensos de la población del país, que es la mayoría. Y les importa un comino que tal cosa esté sucediendo, pues ninguna señal de arrepentimiento, ninguna muestra de corrección, ningún reconocimiento público del problema de su parte. Ante el horror su actitud es la indiferencia, eludir su culpabilidad, escurrir el bulto, hacerse el "yo no fui". Y siguen adelante profundizando el calvario nacional.

Su proyecto para Venezuela es la nada, pues nada hacen a favor de la prosperidad nacional. La posteridad verá el estrepitoso fracaso de esta malsana alianza entre gorilas y trasnochados náufragos del socialismo, como una especie de sumario agigantado de todas las peores experiencias y carencias nacionales.

Por lo irracional y sanguinaria la presente catástrofe no tiene parangón en nuestra historia. Y sus autores son tan faltos de inteligencia que olvidan su responsabilidad ante la historia. Suponen que su poder está por encima de todo y que permanecerán por siempre allí en el pedestal desde donde producen tanto daño. Nadie vendrá luego a pasar factura a los responsables, piensan ellos. Equivocados están, pues aquí se paga lo que aquí se hace y tales no serán la excepción. La justicia llegará de alguna forma más temprano que tarde. Justicia Divina o Justicia Popular. Que llegue pronto es el clamor nacional. Basta ya de tanta maldad.

 



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Sigfrido Lanz Delgado


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