Historia de dogmáticos. Haciendo socialismo con bolas y tiradores de piedras

Norberto o como se llame, casi es un héroe y hasta digno del panteón. Fue de aquellos que tuvo la osadía de gritarle a muchachos de su generación lo que ya otros, por allá por la segunda mitad del siglo XIX venezolano, decían:

"En esta vaina lo que falta son bolas".

Lo decía él y lo dijeron otros antes que él, para referirse a un pueblo que había malbaratado bolas por demás desde la "Conquista" y luego en la guerra de independencia, la Federal y siguió siendo el mismo preterido y abusado. Pese haber creado repúblicas donde antes hubo puras colonias. Todavía, no hace mucho puso a rodar bolas por montones en el Caracazo y cuando salió a rescatar a Chávez.

Norberto había visto como los guerrilleros cubanos, unos pocos años antes, arribaron a Santa Clara y luego a La Habana victoriosos. Lo que no miró es que esos cubanos tenían las mismas bolas que los venezolanos han tenido. ¿Acaso les faltó bolas a aquellos orientales, llaneros, centrales, occidentales y zulianos, para llegarse hasta allá al fondo del sur a combatir, siguiendo a Bolívar y a aquel muchacho que se llenaría de glorias en Ayacucho y de quien, el general José Francisco Bermúdez, su paisano, llegó a decir que le faltaban bolas, como cuando dijo "Así serán de flojos los españoles del sur que se dejaron joder por Toñito Sucre; y se fueron sin dudarlo, unos montados a caballo y los más "un ratico a pie y otro caminando". Pero aquel carajito "sin bolas" y las nalgas maltratadas por la cabalgadura, pero de sobrado talento, se llenó de glorias y honores hasta llegar a Ayacucho.

Lo de Norberto era irse para las guerrillas. Para él, por lo que le "enseñó" la experiencia cubana y los sesudos consejos de los líderes de la izquierda en la época de la "guerra fría", sólo esa era la salida y ésta estaba allí mismo, las puertas abiertas y hasta escarranchadas. "Sólo necesitamos echarle bolas al asunto". Eso mismo creyeron ahora jóvenes de la derecha, esos que hablaron de "La salida" para terminar sin encontrarla. Además, no olvidaba haber oído a un alto líder continental, en visita a Caracas, quien mirando hacia la cima del Ávila, dijo que las elevadas montañas venezolanas eran como una condición apropiada para hacer aquella lucha. Ya a finales de la segunda década del siglo 19, 1829, Bolívar había atravesado los andes en aquella "Gloriosa Campaña Admirable". Lo que reveló que no es asunto de bolas y montañas solamente.

Norberto discurseaba y sostenía que la llegada al poder estaba de a tirito y lo demás, después de arribar al poder, era una mantequilla. Era de quienes no dudaba en llamar al de Betancourt un "gobiernito". Hablaba de la experiencia cubana y de los soviets y sostenía que, luego de agarrar el coroto, no había otra cosa que hacer sino lanzar aquellos decretos que, según él, sabíamos de memoria y los camaradas apoderándose de los cargos, empresas y cuanto fuese necesario, se encargarían de hacer el resto como quien lee de carretilla.

La historia de Norberto, que es la misma de unos cuantos, bien la sabemos. A unos les mataron para tristeza nuestra, otros bajaron derrotados, pero para peor, creyéndose vencedores. Tuvo que aparecer un militar, promoviendo un golpe de Estado que no sé si es bueno decirlo, aunque lo diré asumiendo las consecuencias, en el cual en lo inmediato fracasó. Pero lo dejaron decir algo trascendente, "¡por ahora! Antes, el pueblo se había levantado por su cuenta contra las medidas del FMI y al presidente, que pocos meses antes había ganado las elecciones con el 65 por ciento de los votos, y se creyó con fuerza para imponer aquello, casi se lo llevan por delante; tuvo que mantenerse sobre un arrume de cadáveres, pero quedó herido, tanto que poco tiempo después sucumbió como Norberto y su gente. Los partidos y grupos del cual formó parte Norberto, ya en la ciudad, vieron aquellos nuevos acontecimientos con la boca abierta y se quedaron paralizados.

Pero gente de Norberto que quedó por allí trashumante y manteniendo los mismos discursos y la idea de las bolas, cambió de estrategia, aquella de la guerra larga y le gustó lo que antes sus antecesores habían despreciado, la salida de las tropas de cuartel a la calle. ¡Ahora el asunto era pa´ ya! Y se entusiasmaron tanto, como Norberto con la guerrilla, que el jefe del alzamiento y ahora entonces líder de esa izquierda, tuvo que convencerlos y casi obligarlos, aunque ahora cuenten la historia deformada, que la opción era por la vía electoral. Eso fue un trauma. Para ellos cambiar la sociedad tomando ese camino, era demasiado complicado porque creían y todavía creen que los inconvenientes mayores son las resistencias del entramado legal y la oposición de la clase que hasta ese momento dominaba y domina aunque no lo crean, al Estado y el aparato económico. Para ellos, pues en eso seguían fieles a Norberto, tener el control de las armas y con ellas al aparato estatal, bastaba sólo con lanzar decretos y mandar a campesinos a apoderarse de las tierras y obreros a controlar fábricas, aunque las compren, y del vientre generosa de la tierra, como la gracia divina, brotaría todo lo que ella puede dar y de las fábricas saldría tanta mercancía que llegaría el momento de parar, gozar de unas largas vacaciones para que las cosas tomasen su nivel. Y ese estado de cosas sería el socialismo. Siguen creyendo que ese estado o estadio social, del cual habló Marx en un mundo totalmente distinto al de ahora que brotaría de aquellas sociedades donde las fuerzas productivas alcanzasen su máximo desarrollo, está allí a la vuelta de la esquina o lo que es lo mismo que es un asunto de bolas pero con otro guion, escenario y actores. No entienden que lo que Marx llamó desarrolló de las fuerzas productivas implica también la madurez de la gente, como una clase de trabajadores con conciencia del rol y claridad en el destino y utilidad que habría de dársele a los medios de producción. Las experiencias, aquellas de la caída del muro de Berlín, el desplome del Estado soviético, las vías rusa, china y vietnamita, nada les dijeron. Y si acaso, las entendieron como una traición al "proceso" histórico.

Los descendientes de Norberto creen que sus amigos, compañeros de grupo o patota, actuando como agentes del gobierno y del Estado, uno que sigue siendo el mismo hasta no le cambie la estructura y no el buen deseo de ellos, puestos al mando o gerentes de las empresas y hasta las bodegas, las cuales se les pondría el nombre de socialistas, aunque los obreros sigan jugando el mismo rol frente al patrón privado, serán los competentes para hacer su socialismo. Sus empresas quiebran por muchas cosas, porque una empresa no es sólo un local y unos trabajadores al mando de un patrón, bajo relaciones capitalistas, sino algo más complicado y donde aquéllos sean los dueños, porque "el ojo del amo cuida el caballo". Donde los burócratas del Estado no confundan los intereses de la empresa con los suyos o de los "dueños" del capital. Pero ese cambio de relaciones no debe nacer de una decisión burocrática del Estado, sino una toma de conciencia o lo que es lo misma una elevación de la clase. Y lo nuevo nunca nace de la nada, sino de lo existente que se cambia, en la misma medida que lo que debe nacer cumple el proceso necesario como el feto dentro del vientre de la madre. Por no tener eso en cuenta, como dijo Cabieses Donoso, ha habido tantos abortos de socialismo y los seguirá habiendo, si se cree que al cambio social se le hacen trampas y se deben tumbar columnas para apuntalar con palos carcomidos. Es cierto que pudiera haber partos adelantados y de los cuales se genera la vida, pero siempre habrá que cumplir un mínimo de tiempo, madurez y convivencia con lo que debe morir. Por último, la realidad se impone a los deseos de uno y cuando sólo hay una salida, sino exitosa o como uno desearía, hay que tomarla si es necesaria para salvar la vida y preservar las fuerzas.

Las bolas y los boludos no son malos, son buenos y hacen falta, también los tira piedras, pero ellos deben estar en la retaguardia cuando se demanda creatividad, talento y mesura.

Lo malo es cuando Norberto o los suyos, que hasta siguen viendo a aquel no un su exacta dimensión, como un combatiente bien intencionado, digno de ser recordado, sino como un héroe y lo que eso significa, tienen el bastón de mando.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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