"Son personas las mujeres?"

Sería descomunal y, no menos, contundente la interrogante que formularía Susan Brownell Anthony, (1820-1906), ante la Corte que la estaba juzgando bajo la acusación de propiciar disturbios, aquel día en el cual encabezó una manifestación de mujeres, quienes llegaron hasta la urnas el día de las elecciones, con el firme propósito de ejercer un derecho civil y depositar su voto. En 1872, transitaba los 52 años de edad, cuando votó ilegalmente en las elecciones presidenciales. Anthony fue arrestada por lo que se consideraba un crimen, y la Corte la condenaría, no obstante su lucha sin éxito contra los cargos, fue multada. Es precisamente una noche de 1873 ante la Corte que pronuncia su histórico alegato. Un discurso que pasaría a la historia con el título: ¿Son personas las mujeres? Tal pregunta evoca, de alguna manera, lo que un papa, de cuyo nombre no quiero acordarme, plantearía sobre la existencia del alma de los indígenas y los negros. Abrase visto tamaño despropósito, tamaña aberración. Expondría Anthony:

es una burla descarada hablarle a las mujeres de los beneficios de esa libertad cuando se les niega ejercer el único recurso que los garantiza y que es este gobierno democrático ofrece: el voto.

Parra cualquier estado el convertir el sexo en un requisito que siempre debe resultar en privar de derecho al voto a la mitad de la población, es como promulgar una ley ex post facto y, por tanto, es una violación de la ley suprema de la tierra. De esa manera los beneficios de la libertad son retirados para siempre de las mujeres y de la posteridad femenina.

Para ellas este gobierno no es una democracia. No es una república. Es una aborrecible aristocracia; una odiosa oligarquía de sexo; la más aborrecible aristocracia alguna vez establecida en la faz de la tierra; una oligarquía de riqueza en donde los ricos gobiernan a los pobres. Una oligarquía de conocimientos, en donde los educados gobiernan a los ignorantes, o, incluso, una oligarquía de raza, en donde los Sajones gobiernan a los Africanos… pero esta oligarquía basada en el sexo, la cual convierte a los padres, a los hermanos, a los maridos, a los hijos varones en oligarcas sobre las madres, las hermanas, las esposas y las hijas en cada uno de los hogares -que establece que todos los hombres son soberanos y todas las mujeres súbditos- acarrea disensión, discordia y rebeldía en cada uno de los hogares de la nación, (Anthony, 1873).

A los 85 años, en reunión el Presidente Theodore Roosevelt, en Washington DC, presiona y formula la moción que otorga a las féminas el derecho al voto. Empero, sólo y luego después de más de una década de su siembra, en el año 1920, se aprueba la 19ª Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, la cual concede a las mujeres adultas el derecho al sufragio. Más de diez años después, 14 años, para ser exactos, se concretaría el derecho femenino al voto. Una revolución electoral. El Departamento del Tesoro de los Estados Unidos colocó el retrato de Susan B. Anthony en un dólar en 1979, convirtiéndola en la primera mujer en aparecer en monedas gringas. En el 2018 se cumplen 39 años de ese reconocimiento. Susan Anthony fallece a las 86 ruedas en los albores del siglo XX, un 13 de marzo de 1906. De seguro en cambote, las féminas venezolanas votaran el 20 de mayo en este pleno siglo XXI contra las pretensiones atroces del imperialismo yanqui, contra los saboteadores cipayos del país en virtud de una hermosa e inmensa mayoría aplastante. La Venezuela femenina es un ejemplo de cultura electoral. Y lo hombres seguimos el ejemplo que la mujer dio.

Todavía en aquellos primeros pasos del siglo XX se sentían las consecuencias de la evolución liberal capitalista de la Gran Bretaña del siglo anterior. Su imperio colonialista, que alcanzó en el siglo XIX el dominio de no menos de 30 millones de kilómetros cuadrados, se hacía sentir como centro económico capitalista del recién llegado siglo XX. Todavía para la primera década del siglo XX, Inglaterra se mostraba, sin lugar a dudas, como la Primera Potencia Mundial Capitalista. Susan Anthony octogenaria y ya en las postrimerías de su existencia, quizás desde su dolido espíritu afirmaría: "Pensar que he tenido más de 60 años de dura lucha por un poco de libertad, y luego morir sin ella me parece tan cruel".

Susan Brownell Anthony había nacido un 15 de febrero de 1820, en Adams, Massachusetts. Transitaba por los 31 años, cuando en el marco de una conferencia contra la esclavitud, en el 1851, conoce, a quien sería su alta pana, Elizabeth Cady Stanton. El lema de aquel semanario editado por ellas, cuyo nombre sería, The Revolution, de 1868, sería demasiado explícito y verdaderamente preciso: Los hombres tienen sus derechos, y nada más, las mujeres son sus derechos, y nada menos. Un año después, en 1869, Anthony y Stanton, fundarían la National Woman Suffrage Association. El derecho civil de votar estaba sobre la mesa indefectiblemente. Anthony nunca renunció a su lucha por el sufragio, incluso por los negros y los blancos pobres.

Este par de féminas, Anthony y Stanton, años antes fundarían, en el 1652, la Sociedad Estadounidense para la Templanza del Estado de Nueva York. Organización destinada a limitar o detener por completo la producción y venta de alcohol. Poco después forman el Comité de Derechos de la Mujer del Estado de Nueva York. La Guerra Civil encuentra a Anthony laborando como agente de la American Anti-Slavery Society Transcurrido el entrompe guerrero, ese par de mujeres emprenderían la lucha decidida exigiendo que se otorguen iguales derechos a todos, independientemente de la ascendencia o el sexo. En ese trajín fundan la Asociación Estadounidense de Igualdad de Derechos, en 1866. Transitaría los 46 años de edad. El incansable verbo de Anthony recorrería todo el país sumando adeptos y adeptas por el derecho del voto de las féminas. Incluso tomó el asunto en sus propias manos en 1872, cuando votó ilegalmente en las elecciones presidenciales. Anthony fue arrestada por el crimen y ella luchó sin éxito contra los cargos; fue multada con $ 100, que nunca pagó.

Seguramente entre el escándalo de hombres y el sistema norteamericano, el asombro los tomaría por asalto. La acusada sería condenada a pagar una multa que también sería un escándalo. Poco importaba si la crítica la acusaría de estridente y hasta de ridícula. El derecho al voto significaría un derecho civil de incalculable valor social, histórico. Un valor político estaba sobre el tapete. Una apelación constante, entre el sentido común y la lectura de la ley, se constituyen en poderoso alegato social, humano y de género, expuesto por primera vez con acertada precisión. Amigos y conciudadanos: me presento aquí esta noche acusada del supuesto delito de haber votado en la reciente elección presidencial sin tener el legítimo derecho para ejercerlo. Será mi tarea esta noche probarles que con ese voto, no sólo no cometí una ofensa sino que simplemente ejercité mis derechos de ciudadana, que se garantizan a mí y a todos los ciudadanos de los Estado Unidos en la Constitución Nacional y que ningún estado tiene el poder de negarlos, (Anthony, 1873).

Susan B. Anthony viviría 86 años, incluso en las postrimerías de su de vida jamás ni nunca renunció al derecho del sufragio femenino. Un intervalo antes de su partida, se reuniría con el Presidente Theodore Roosevelt. Washington DC sería el escenario de ese encuentro. Las presiones de Anthony estaban orientadas con la moción de realizar una enmienda que otorgara a las mujeres el derecho al sufragio. Luego de más de una década, catorce años después, en 1920, es aprobada la 19ª Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, con la cual se otorga a las mujeres adultas el derecho al voto. La rémora contra las odaliscas jóvenes resulta históricamente evidente. En el 2018, el derecho al voto femenino, en los Estados Unidos, cumple, menos de cien a años, 98 para ser exactos.

Su padre, un propietario local de una manufacturera de algodón, de una descendencia de ocho consanguíneos, apenas cinco alcanzaron ser adultos, siempre la brindo el ejemplo. Susan resultó ser la segunda mayor y su vida transcurrió siendo cuáquera y buena parte estuvo dedicada a las causas sociales. En el año 1826, cuando apenas tenía 6 años de edad, su familia se traslada a Nueva York y luego es enviada a estudiar en una escuela a Filadelfia. Cuando el negocio de su padre fracasa, vuelve a la casa-familiar para luego ejercer la docencia en calidad de maestra. A mediados de la década del 1840, la familia se instala en una granja en el área de Rochester, también en Nueva York. Pero nada, bien pronto, se incorpora por la lucha por culminar con la esclavitud y su militancia en el Movimiento Abolicionista resulta determinante. Su hogar sería el contexto de reuniones, entre los cuales estuvo quien fuese un destacado líder el movimiento, Frederick Douglass. Alrededor de aquel tiempo se incorpora en la jefatura del departamento de Niñas en la Academia Canajoharie, cargo que desempeñó durante 2 años. No obstante, tuvo una larga carrera como docente-maestra durante tres décadas.

El Preámbulo de la Constitución Federal establece: Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, para formar una unión más perfecta, establecer la justicia, asegurar la tranquilidad doméstica, proveer la defensa común, promover el bienestar general y proteger los beneficios que otorga la libertad para nosotros y para nuestra posteridad, ordenamos y establecernos esta Constitución para los Estados Unidos de América. El alegato de Anthony resulta magistral y exacto.

Era nosotros, el pueblo; no nosotros, los ciudadanos blancos de sexo masculino; tampoco, los ciudadanos de sexo masculino; sino nosotros, todo el pueblo que forma esta Unión. Y la formamos, no para entregar los beneficios de la libertad sino para proteger los beneficios de la libertad; no para la mitad de nosotros y para la mitad de nuestra posteridad sino para todas las personas –tanto mujeres como hombres. Y es una burla descarada hablarle a las mujeres del placer de los beneficios de esa libertad cuando se les niega ejercer el único recurso que los garantiza y que este gobierno democrático ofrecer: el voto, (Anthony, 1873).

En la década de 1840, a mediados, la familia Anthony se traslada a una granja en Rochester, Nueva York. La participación de la familia en el Movimiento Abolicionista se propone terminar con la esclavitud. Anthony creció en una familia cuáquera y desarrolló una fuerte brújula moral desde el principio, pasando gran parte de su vida trabajando en causas sociales. En 1826, la familia Anthony se mudó a Battenville, Nueva York. Alrededor de este tiempo, Anthony fue enviada a estudiar a una escuela cuáquera cerca de Filadelfia.

Después de que el negocio de su padre fracasó a fines de la década de 1830, Anthony regresó a casa para ayudar a su familia cada fin de mes. Ella encontró trabajo como maestra. La familia Anthony se muda a una granja en el área de Rochester, Nueva York, a mediados de la década de 1840. No obstante sus luchas le niegan la oportunidad de hablar en una convención sobre la abstinencia porque era mujer. Pronto comprenderá que para ser tomada en serio resultaba necesario obtener el derecho al voto. Hasta los alcohólicos descriminaban a las féminas. Susan B. Anthony se inspiró para luchar por los derechos de las mujeres mientras hacía campaña contra el alcohol. Al arribar a los 60 años publicaría su primer libro coeditado con su panitas, intitulado: History of Woman Suffrage. También grabaría su propia historia y en 1898 aparece La vida y trabajo de Susan B. Anthony: una historia de la evolución del estado de las mujeres. De tal manera que Susan Anthony fue escritora, periodista, docente, activista de los derechos civiles, abolicionista, también activista por el sufragio, editora y conferencista.

Susan Brownell Anthony, en aquel discurso ante la Corte de los Estados Unidos, que la juzgaba expresó:

Webster, Worcester y Bouvier, todos definen al ciudadano como una persona que en los Estados Unidos tiene derecho a votar y a ocupar un cargo público.

La única pregunta que queda ahora por formular es: ¿Son personas las mujeres? Y yo no puedo creer que algunos de nuestros oponentes tenga la audacia de decir que no.

Siendo personas, entonces las mujeres son ciudadanas; y ningún estado tiene el derecho de hacer una ley o imponer alguna antigua regulación que recorte estos privilegios o inmunidades. Por lo tanto, cualquier discriminación contra las mujeres en las constituciones y leyes de los estados es hoy en día nula y carece de validez, del mismo modo que lo es aquélla en contra de los Negros, (Anthony, 1873).

La guerra económica en la Venezuela actual ha sido encarnizada contra las féminas, contra las madres, dirigida a ese ser, la mujer, tan particularmente extraordinaria. El voto en Venezuela tiene nombre de mujer. Ese amor materno se expresará en contundente bravío electoral. Si alguien lo duda, de igual manera todos los hombres sumamos contra,la muerte y la tristeza. Venezuela, la alegría y la vida. Venezuela es culturalmente electoral.



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Efraín Valenzuela

Católico, comunista, bolivariano y chavista. Caraqueño de la parroquia 23 de Enero, donde desde pequeño anduvo metido en peos. Especializado en Legislación Cultural, Cultura Festiva, Municipio y Cultura y Religiosidad Popular.

 efrainvalentutor@gmail.com

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