La ablación del clítoris es una práctica milenaria: ¿Es por eso defendible y debe continuar practicándose?

Recientemente apareció en Aporrea (ver: https://www.aporrea.org/ideologia/a261884.html) un artículo donde hago un llamado a abandonar la religión, y toda forma de misticismo, dentro de las filas del chavismo por considerar nefasta la influencia de la religión no solo en la política, sino en todos los ámbitos de la actividad humana. Tal como indicaba a en el título de mi artículo, califico a la religión de influencia perniciosa. Claro está, no asumo una posición ingenua con este llamado, no creo que se pueda decretar el abandono de la religión y así liberarnos de sus nefastas consecuencias, y mucho menos que con un artículo se logre avanzar en ese sentido ni un milímetro. Sin embargo, creo que tampoco el silencio en la materia ayuda para nada. Me veo en la necesidad de retomar el tema porque el profesor Azocar, a quien aprecio y respeto, se tomó la molestia en escribir un artículo, además según anuncia en varias partes (ver: https://www.aporrea.org/ideologia/a262023.html), para comentar mis breves apreciaciones sobre la perniciosa influencia de la religión sobre los seres humanos, en especial sobre los que más sufren, quienes asumen su sufrimiento porque los poderosos, los explotadores se encumbran sobre ellos por la gracia de Dios. Tiene razón Azocar cuando hace referencia a la brevedad de mi artículo y a la ausencia de algunas consideraciones que él considera esenciales. Mi intención, más que disertar sobre el asunto, es la de promover la reflexión y la discusión sobre el delicado y vital asunto de la nefasta influencia de la religión sobre los asuntos humanos. Y diría que hasta peligrosa influencia cuando se entrelaza con la política. Uno de los argumentos centrales de Azocar, en defensa de la religión o de la religiosidad, es que se trata de una práctica milenaria, inalterable e inevitable. Discrepo totalmente de esa posición y pienso que nada es inmutable, por el contrario, todo cambia, y que a lo largo de su historia el ser humano ha abandonado muchas prácticas, muchas de ellas impuestas por las religiones, y ha creado nuevas en el largo proceso de hacerse cada vez más humano. Todo cambia a pesar de que los opresores, la mayoría actuando en nombre de algún dios, hagan todo lo posible por mantener las relaciones de poder intactas y alienar a las mayorías para que crean en la verdad eterna que le revelan los dioses. En este breve comentario sobre el artículo de Azocar, me centro en ese punto y presento el ejemplo de la ablación del clítoris como una práctica milenaria que ni puede defenderse ni debería seguir practicándose.

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Entre los diversos grupos humanos encontramos prácticas ancestrales que a la luz de nuestro nivel de desarrollo humano, de humanidad, no son aceptables, que deberían ser modificadas más aún o totalmente abandonadas. Prácticas que quienes detentan el poder, la mayoría de las veces con la bendición de algún dios, hacen todo a su alcance para mantenerlas en vigor. Una de esas prácticas es la Mutilación Genital Femenina (MGF). Hay evidencias científicas que indican que esta práctica es muy antigua. Una momia egipcia de hace más de dos mil años, muestra signos de haber sido objeto de la ablación del clítoris. Datos como este nos permiten afirmar que la MGF es una práctica anterior al islamismo y al cristianismo. Lo cual no significa que no tenga origen en fundamentos religiosos. Esto solo indica que no fueron aquellos quienes la iniciaron. Esta cirugía se practicó también en Europa, en especial hay evidencias de su aplicación a mujeres consideradas como pacientes con “trastornos mentales” de algún tipo en la Inglaterra Victoriana. Hoy en día al parecer dicha práctica se mantiene principalmente en países africanos y asiáticos. Digo al parecer, porque al tratarse de una práctica de represión tan íntima y tan brutal que no hay estadísticas confiables ni revelaciones suficientes de su ejecución.

 

Algunos intelectuales y propagandistas de la supremacía blanca han argumentado y han propagado la idea que la ablación del clítoris es una práctica que se originó y se mantiene solamente en algunos pueblos africanos, y que en muchos casos se argumenta que se trata de pueblos convertidos al Islam. Nada más lejano de la verdad. Incluso en Nuestra América se encuentran pueblos originarios que han practicado la modificación de los genitales femeninos por siglos, incluso mucho antes de la llegada de los invasores europeos. Tal es el caso, que se sepa hasta ahora, de los pueblos Shipibo-Konibo en territorios del actual Perú y Emberá en Colombia. Aunque algunos investigadores señalan que esta práctica entre los emberas no es ancestral. Otros plantean que esta práctica podría estar más diseminada en nuestro continente de lo que pensamos, y que no se conoce tal vez por el secretismo que encubriría esta operación.

 

La ablación del clítoris tiene sus orígenes en mitos creacionistas y en otras creencias apoyadas en el pensamiento místico-religioso. Incluso, cuando fue defendida y practicada en Europa por algunos médicos, estos estaban bajo la influencia de prejuicios cuya fuente era sus creencias religiosas. Esta y otras prácticas tan dañinas para la humanidad, y en especial para los oprimidos, son justificadas en nombre de deidades, dioses, de Dios o en fin, en nombre de algún ente divino y en contra de algún personaje ficticio maligno. En definitiva, esta es una práctica que no podemos apoyar ni justificar solo por ser milenaria. Esta es una práctica que no es aceptable. Como tampoco es aceptable su fuente de origen, las religiones.



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Julio Mosquera


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