Alquimia Política

Latinoamerica Triste

18/03.- En Latinoamérica se ha venido dando, en los últimos diez años, cambios en la concepción de sus modelos económicos y políticos. La experiencia desde el año 2000, de la profundización del proceso Revolucionario en Venezuela, marcó el hito de nuevas maneras de entender la distribución de los recursos económicos en el pueblo, a través de la experiencia de las Misiones y las Grandes Misiones. En problema se presenta cuando el modelo social confronta falta de recursos económicos para cumplir esos compromisos sociales (en el caso de Venezuela, la baja del precio del petróleo, único producto de exportación, y bloqueo económico en cuanto a algunas garantías que tenía el país en el mundo global moderno, por parte de las potencias mundiales capitalistas), y se suma un desgaste del discurso político social que pareciera estar alejado de los vicios de corrupción y violencia política, producida desde los cuadros internos del mismo Gobierno y de grupos de oposición de extrema derecha.


A todas estas, valga recordar un escrito de James Petras, del 2003, en un escrito titulado “Situación actual de América Latina”, en el cual, a mi entender, describió la realidad de entonces, hoy pudieras calificar esa postura analítica como un acto de predicción. Expresó Petras que hay cuatro claves para entender la situación en América Latina: El desarrollo desigual de la lucha étnica y de clase y las contradicciones dentro de los movimientos sociales; la derechización de antiguos partidos electorales izquierdistas o populistas y su alianza con el imperialismo estadounidense; el declive del modelo socioeconómico neoliberal y el aislamiento de los regímenes neoliberales y su acrecentado recurso a la violencia; y el resurgimiento del militarismo y colonización imperiales-sus victorias y derrotas. Cada uno de estos factores está vigente en este primer trimestre del 2018: en la mayoría de los países que en el 2003, estaban bajo dominio de movimientos progresistas de centro izquierda (Brasil, Ecuador y Perú), hoy desarrollan una postura hiper-capitalista, donde las banderas sociales son la desigual de la lucha étnica y de clase, así como las contradicciones dentro de los propios movimientos sociales que en el pasado inmediato estaban consolidados entorno a un liderazgo colectivo y participativo; la derecha internacional hoy toma la dirección y construcción de los partidos tradicionales, de derecha y de izquierda, elevando la intervención del imperialismo estadounidense; el declive del modelo socioeconómico neoliberal ha influido en los modelos sociales latinoamericanos, produciendo aislamiento y acrecentamiento de la la violencia; y el resurgimiento del militarismo y colonización imperiales, que está marcando la línea de grupos de países ya colonizados y en articulación con el imperialismo norteamericano (es una instancia multilateral que se estableció tras la denominada Declaración de Lima, el 8 de agosto de 2017 en la capital homónima, donde se reunieron representantes de diecisiete países con el objetivo de dar seguimiento y buscar una salida a problemas políticos y sociales en la región).


Aunado a esta realidad, volviendo a Petras, el autor en el 2003, definió otros elementos importantes para entender lo que en aquellos momentos ocurría: “…los movimientos y luchas populares latinoamericanos reflejan una compleja pauta de avances y retrocesos, que dependen de circunstancias específicas y momentos puntuales…El desarrollo desigual de la lucha popular de masas se produce en toda América Latina…(donde) las economías latinoamericanas están en crisis profunda y adolecen de generar desigualdades sociales - pero en algunos países, la lucha avanza y en otros declina. La clave para entender el desigual desarrollo de la lucha se encuentra al observar las diferentes relaciones entre movimientos sociales y formaciones políticas;…los movimientos sociales que han llegado más lejos en el período actual son los que están vinculados a formaciones políticas de clase/populistas, mientras que aquellos movimientos sociales que no tienen vínculos se han estancado o se han retirado…”
En la actualidad, persisten estos estadios donde los movimientos sociales no han entendido su papel en el proceso de transformación de sus países, creándose expectativas en cuanto a que el progreso solamente viene bajo la aceptación de la intervención imperialista. Así ha pasado con Argentina, Perú, Brasil, Ecuador y Colombia. Todo el concepto de igualdad para estos pueblos está en revisión y los logros que pudieron tener en un pasado de mayor apertura social, están siendo cuestionados y manipulados por los grupos de poder interno, bajo la dirección y orientación del interés de las grandes corporaciones y Estados desarrollados. Sin embargo, aún permanece la esperanza en el Sistema Democrático y la posibilidad de que sean los propios pueblos los que le den legitimidad al modelo social como alternativa al modelo capitalista el cual somete la voluntad del colectivo y lo hace partícipe de conductas consumistas y anti-ambientalistas, generando sociedades enfermas, cuyas estructuras sólidas tenderían a diluirse con facilidad, terminando con minimizar cualquier capacidad de reacción y defensa de su soberanía nacional.


Petras en el mencionado escrito del 2003, deja entrever algunas posibilidades para salir de la crisis de entonces que sigue siendo la crisis de hoy: “…No hay ninguna duda de que la derechización de los antiguos candidatos izquierdistas/populistas ha limitado temporalmente las luchas populares en Brasil y Ecuador - pero sólo durante un corto período. Como hemos visto en Perú, Bolivia, Ecuador y Argentina, cuando los pseudo-populistas exponen sus planes neoliberales, se enfrentan antes de un año a intensificadas movilizaciones populares que ponen en cuestión su legitimidad y estabilidad. En el pasado reciente numerosos Presidentes han sido echados del poder por movilizaciones de masas antes de que su mandato oficial hubiera expirado…Las cuestiones principales que afrontan los movimientos sociales son; ¿cómo traducir su acción defensiva a una estrategia ofensiva, cómo convertir sus demandas sociales en un programa político, cómo unificar los movimientos sociales en un instrumento político? Los movimientos sociales de masas han sido el vehículo más eficaz para expresar el descontento popular y llevar a cabo reformas - en gran contraste con los ineficaces y oportunistas partidos electorales de izquierdas…Los movimientos sociales se encuentran con una contradicción entre la acción independiente directa de masas y los vínculos a partidos electorales burgueses. Esta contradicción puede ser resuelta no dando la espalda a la política, o a instrumentos políticos o incluso partidos electorales, si no construyendo un instrumento político de masas controlado dirigido y subordinado a los movimientos sociales. (El) debate dentro de los movimientos sociales avanzados de América Latina es como construir a partir de los avances positivos del pasado, aprender de los errores del presente y construir nuevas coaliciones políticas de masas para ir más allá de la protesta hacia la política de transformación social…”


Si hacemos una precisión a lo expresado por Petras, la conclusión a la que llegamos hoy día es que hay una persecución desmedida hacia el idealismo y permanencia de movimientos sociales de transformación política y democrática, en experiencias como Bolivia, Nicaragua y Venezuela, incluyendo el ataque desmedido a la República de Cuba desde 1961; pero que a la pregunta: ¿cómo traducir en acciones defensivas las estrategias ofensivas del imperialismo? La respuesta es profundizando el proceso democrático y abriendo los límites de las economías locales, entendiendo el progreso como el aliado del modelo social y dejando a un lado el populismo como táctica para mantener los cuadros de liderazgo en los países; y ante la incógnita ¿cómo convertir las demandas sociales en un programa político, cómo unificar los movimientos sociales en un instrumento político? La estrategia de Venezuela es válida para responder está incógnita: a través de la unidad plena del movimiento social de izquierda en función de un liderazgo y de un programa de Gobierno que ofrezca salidas a la crisis económica y de servicios que está debilitando la gobernanza en Venezuela y Latinoamérica.
Calificar de “triste” a Latinoamérica, lo he hecho con premeditación y alevosía, porque un hemisferio que esté sentenciado por el poder capitalista global para formar parte de sus países satélites de abastecimiento de materia prima barata, intuye que tendrá, en algún momento, derrotas duras. Ya se vio en Argentina, Chile y Perú; hoy se va por Venezuela. Las condiciones de país de Venezuela están en sus peores niveles de satisfacción. Los servicios públicos colapsados, la economía en indicados de hiperinflación activos y acrecentándose; la fragilidad de una población vulnerable a enfermedades e indefensión, con derechos violentados y la persecución selectiva de algunos movimientos que escamotean el proceso revolucionario pero que, a fin de cuentas, son parte de la postura política del país y deberían permitirles su participación; y el enfrentamiento interno del liderazgo oficialista, producto más de la intención de nuevas élites por ocupar espacio en la toma de decisión del poder político, es un escenario contradictorio y de suma volatilidad para entender que dicho proceso electoral a llevarse a cabo en Abril, pueda tener un desenlace que legitime la comunidad internacional y el propio pueblo.


Es decir, es posible una derrota, como es posible permanecer en el poder; pero la derrota daría espacio para reagruparnos como movimiento revolucionario y crear espacios para un nuevo liderazgo que represente más fielmente las necesidades de transformación del país; y si hay, como se espera, una amplia victoria, el movimiento bolivariano tiene la dura responsabilidad y toma de cisión, de cambiar su modelo económico, ya en el 2003, lo había asomado Petras: “…La situación objetiva en América Latina está madura para una transformación social… (Las) economías están en profunda crisis, a medida que el modelo neoliberal basado en exportaciones, transfiere al exterior los ingresos por exportaciones en forma de remesas de beneficios, pagos de deudas y evasión fiscal. Las desigualdades se han extendido durante los cinco años últimos por toda América Latina: bajo los programas de austeridad introducidos en Brasil, Argentina y México, las clases altas aumentan sus ganancias gracias a impuestos más bajos, pago de salarios inferiores y pagos más reducidos de seguros sociales, a expensas de los trabajadores…El estancamiento económico crónico y las desigualdades sociales no han cambiado…”


Estamos, en el caso de Venezuela, en el margen de un proceso electoral que determinará el futuro de los movimientos sociales de izquierda; de sufrir una derrota, ante el cuadro de hegemonía que aún tiene el movimiento social bolivariano, estaríamos en un nuevo Gobierno sin capacidad para maniobrar ni hacer las transformaciones que necesitan los grupos de derecha internacional para doblegar la soberanía nacional. Seguirían las confrontaciones y la posibilidad de que se formen grupos de choque que terminen por volver al escenario de una guerra de guerrillas; si a esta situación se sumara la llegada al poder en Colombia de movimiento sociales de centro izquierda, se estaría ante la inevitable reformulación de la geopolítica latinoamericana en el rigor más cercano a la violencia que a la solución por la vía pacífica de la legitimidad democrática de los liderazgos. Pero igual panorama de violencia podría traer mantener el poder sin hacer los cambios de fondo en la política económica nacional. Si no hay una liberación del dólar y una política que haga atractiva la inversión privada interna y externa en el país, la saturación de la sociedad llegará a niveles mayores y allí, ni la presencia en Colombia de un Gobierno afecto al marco ideológico de izquierda, podrá evitar explosiones sociales espontáneas que pueden terminar de dos maneras: sustituyendo los cuadros de liderazgo existentes; o siendo sometidas y anuladas por la fuerza. Esto último trae consigo el riesgo de violación de derechos humanos y la trágica imagen de pasar de ser un Estado democrático a un Estado de facto con predominio militarista en la toma de decisiones que corresponde a los ciudadanos y ciudadanas.


Es necesario valorar lo que está ocurriendo en Latinoamérica mucho más allá de las encuestas y análisis pasionales que piensan que la muerte de unos pocos garantizaría la paz de todos. La muerte de un solo venezolano más por motivos políticos, del bando que sea, echa por tierra cualquier escenario de paz que nos podamos plantear a futuro. Es tiempo de volver a la sindéresis, al respeto al otro, al reconocimiento de que vivimos en sociedad y no en una jungla sin Ley. Valga la frase de Lenin: “Toda sociedad está a tres comidas del caos”; ya que la fragilidad de las cohesiones formadas son las que podrían influir de manera determinante en el futuro de nuestra Latinoamérica triste.



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Ramón E. Azócar A.

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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