Lecturas de Papel

Vía al totalitarismo

El régimen de Nicolás Maduro se desliza peligrosamente hacia la construcción de un sistema político de Estado totalitario. Ya hace tiempo el autoritarismo chavista copó todas las estructuras de la república y fusionó Estado-partido por un lado, y pueblo-militares, por otra parte, hasta llegar a este embrollo que está formándose, llamado Estado totalitario.

La normalidad de los ciudadanos no se dan cuenta de ello, por dos razones. No aprecian la diferencia entre violencia institucional y actividad delincuencial, y porque están entretenidos entre la basura para encontrar comida.

En promedio, cada 15 días surgen nuevas normas bien de tipo económico, político o jurídicas que restringen, tanto el funcionamiento del Estado de manera democrática, y lo peor, el desplazamiento de los ciudadanos para vivir y convivir en una sociedad realmente democrática.

Y el cumplimiento de estas restricciones como medidas excepcionales, están siendo ejecutadas con el uso de la institución militar/policial, o por el paramilitarismo. Por ello, mientras la oposición medianamente organizada en partidos políticos se encuentra entretenida organizando sus fiestas electoreras, el régimen avanza en su calculado programa de hace 40 años, para terminar de desplazar los últimos vestigios de espacios democráticos en el país.

En los actuales momentos y desde nuestra óptica, no existe un liderazgo opositor lo suficientemente experimentado, tanto para comprender la dimensión de este descomunal peligro que envuelve a la sociedad venezolana, ni mucho menos capacidad objetiva que diseñe una estrategia para detener el dantesco y evidente avance del totalitarismo en Venezuela.

Una democracia donde existe verdadera coexistencia de partidos e instituciones fortalecidas en la cultura de pluralidad de ideas, se fortalece en sus períodos de elecciones. Pero eso no está ocurriendo en la Venezuela del siglo XXI. Incluso, una dictadura pudiera ser desplazada por una oposición con claridad política, en función de defender a los ciudadanos de los abusos que son inherentes a su naturaleza como sistema arbitrario y corrupto.

Pero un régimen de Estado totalitario no. Un Estado totalitario solo puede ser desplazado por la fuerza de las armas y en combinación con otros países, que puedan amparar a los ciudadanos que han sido neutralizados y se encuentran bajo el absoluto control del Estado, que los usa como sujetos desechables. Pueden ser considerados como ejemplos los regímenes europeos, tanto de la Unión Soviética como la Alemania nazi o la Italia de Mussolini.

Si el régimen de Maduro gira hacia ello (y tenemos razones para sospecharlo) Venezuela caería en el más oscuro aislamiento mientras se desencadenaría la emigración en masa más grande en Latinoamérica, afectando peligrosamente a terceros países. Se acentuaría el drama del hambre y la desnutrición, mientras el Estado totalitario seguiría vigente y soportado por la fuerza de las bayonetas.

Porque es falso que la crisis económica desemboque en un cambio hacia el regreso de la democracia de partidos. Por el contrario, el actual régimen tiene entre sus estrategias eliminar toda real disidencia político-partidista, bien negándoles reconocimiento legal ante el CNE (ya lo ha hecho en algunos casos) o sencillamente, ilegalizándolos.

La gran fortaleza política del régimen de Maduro es la ingenuidad del liderazgo político opositor. En reiteradas oportunidades han sido engañados y una y otra vez, regresan a sentarse alrededor de unas ilusas negociaciones que no terminan de convencer ni menos solucionar la espantosa miseria del venezolano.

Y esa estrategia, la mentira, es utilizada como política de Estado por la generalidad del aparato político oficialista. Porque todo Estado totalitario usa la mentira transformándola, merced al uso desproporcionado de la propaganda, en una verdad que dura hasta que se construye otro escándalo que servirá de entretenimiento a los ilusos ciudadanos.

La sociedad venezolana se encuentra absoluta y totalmente a merced de grupos delincuenciales, transformados en políticos, quienes siguen un plan orquestado por grupos de poder internacionales, para lo cual mantienen un ejército de ocupación disfrazado de asesores, que consolidará el nuevo Estado y el nuevo Hombre.

Ese Estado y ese nuevo hombre serán, indudablemente, los modelos que existen en Cuba, Irán y Corea del Norte. Hacia allá, dolorosamente, nos están llevando.



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Juan Guerrero


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