La coyuntura nos impone la defensa de lo que como pueblo nos corresponde profundizar: La Revolución Bolivariana

¡No nos dejemos arrebatar ese derecho y cumplamos con ese deber! ¡No dejemos que se imponga un régimen fascista al servicio de los Estados Unidos ni de ninguna otra potencia extranjera! ¡Tampoco sigamos permitiendo que se continúen minando las bases materiales y espirituales nacidas de la Revolución Bolivariana; pero es condición insoslayable derrotar las amenazas actuales!

La crisis mundial es civilizatoria, esto es, ambiental, económica, ética, moral, social. En el caso de Venezuela, aún en el contexto de esa gran crisis, hay condiciones materiales objetivas, suficientes no sólo para atenuar sus consecuencias, sino para superarlas y contribuir con el resto de los países latinoamericanos para ese mismo propósito. Las riquezas naturales comprobadas no superan a las que están por certificarse.

Pero esas mismas condiciones privilegiadas hacen a la Patria-Matria venezolana, extraordinariamente apetecible, en estos tiempos de guerra, para las potencias que buscan hegemonizar lo que quede del mundo al día siguiente de la destrucción del planeta.

Nuestra crisis particular es, aunque suene de Perogrullo, multicausal y por tanto de pesos específicos diferentes. Una de las causas (no la única, insistimos) está representada por el acumulado de errores en materia de políticas públicas, caracterizada por el abandono del Plan de la Patria y del legado del Comandante Infinito (a pesar del discurso), el poco esfuerzo para consolidar del Poder Popular mediante sus distintas formas de organización; la legitimación del Estado rentista-capitalista, los altos niveles de corrupción que han permeado a gran parte de la sociedad; el insostenible y aberrante grado de impunidad, los mayores privilegios que se han otorgado a los sectores empresariales e, incluso, por la falta de constancia y perseverancia en la "nueva" direccionalidad.

Conscientes de tal situación es urgente y lógico no sólo un cambio en la dirección del gobierno, sino también de los actores, quienes por mayor esfuerzo y voluntad que expresen, son percibidos parte del problema. El objetivo de ese cambio debe ser retomar el camino trazado bajo la égida de Chávez. Las razones que sustentan esta declaratoria de urgencia no son las mismas de la derecha opositora, sino las nuestras: profundizar la Revolución Bolivariana y derrotar el rumbo reformista que se ha venido tomando.

Es evidente que la dirección política del gobierno, reciclada por años, carece de la visión y la capacidad para resolver la crisis porque toda la institucionalidad y su liderazgo se encuentran deslegitimados; del otro lado, el actual (viejo) liderazgo opositor nunca ha sido una opción. En síntesis, la crisis es percibida por el grueso de la población como insuperable a menos que ocurra un cambio profundo en la dirección política de la totalidad del gobierno, y de ello debe estar consciente el liderazgo político.

Con el título de este artículo, se desea expresar la idea de que somos las venezolanas y a los venezolanos quienes tenemos el deber de salvar la Patria mediante el rescate y defensa de la Revolución Bolivariana, para poder construir la sociedad del Proyecto Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; y esos pasa por unirnos para derrotar las amenazas actuales de intervención extranjera.

Si los camaradas que están en el gobierno deben salir será por decisión soberana del pueblo mediante los mismos mecanismos democráticos que los llevaron a esas posiciones; pero si mediante el ejercicio del voto los ratifica, debemos exigirles retomar el legado de Chávez. Y si contrario a todo ello el pueblo opta por un gobierno de derecha, nos toca prepararnos para le resistencia, no sólo para enfrentarla, sino para recuperar la Revolución. En cualquier caso la coyuntura nos impone organizarnos, formarnos y movilizarnos.

Pero aún, bajo las actuales circunstancias, es fundamental que la dirección política entienda que el pueblo sabe perfectamente lo que sucede; sabe que la realidad no es la idílica de los medios de comunicación controlados por el gobierno, ni tampoco la apocalíptica de los dirigidos por la derecha. Es necesario que se diga la verdad, que se deje de banalizarla, que se den lecciones de ética y moral. Ya basta de privilegios para la misma burguesía de siempre y para los nuevos ricos; ya basta de la corrupción que se practica en las instancias del gobierno, de impunidad, de nepotismo, de mentir; en fin ya está bueno de considerar al pueblo como ignorante político. Hoy más que nunca debe dársele Poder al Pueblo.

La actual dirección política gubernamental NO puede seguir con la práctica de entregarle millones de dólares a los empresarios que han estado (y lo siguen haciendo) financiando a los sectores golpistas, mientras que a los pendejos se les coloca infinidad de obstáculos y excesivos controles para acceder a recursos financieros; NO debe seguir entregando prioritariamente dinero e insumos a las grandes asociaciones de productores, y luego, lo que quede, para los campesinos; NO debe seguir reproduciendo el modelo POLAR; NO debe seguir con la nefasta práctica de institucionalizar y tutelar las iniciativas populares porque desmoviliza al pueblo; DEBE acabar con las juntas interventoras en las empresas en manos del gobierno y entregar su dirección a los Consejos de Trabajadores; DEBE, como lo imploró Chávez, profundizar la construcción de las comunas, de una sociedad diferente a la capitalista. Si no cumple con estas tareas, no puede ni debe seguir pretendiendo dirigir el gobierno.

¡Hoy es el tiempo del pueblo! ¡Hoy la tarea es hace más Revolución!



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César Alejandro González Castellano

Diputado del PSUV a la Asamblea Nacional por el estado Portuguesa.

 lamdogsa@gmail.com

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