Alerta, Los menos pobres no pueden cargar con los más pobres

Estamos observando un empobrecimiento acelerado de los asalariados que
habían venido llevando una vida menos apretada, al punto de salir de las
estadísticas propias de la pobreza extrema.

De perogrullo, no pertenecer a la p. extrema no significa ser rico.

Si a ver vamos, el empoderamiento de los más necesitados, iniciado por el
Presidente Chávez y continuado por la actual Administración del Presidente
Maduro, no puede reducirse a quitarles a los menos pobres para que los
paupérrimos, salgan de su miseria. Esa medida no es económica en el mejor
sentido socialista. Para colmo, a los mismos ricos de antes se les repletó
sus arcas con dólares y más dólares a los que cual tostada recién sacada del
caldero todavía no se le ve el queso.

Ocurre que la causa básica y originaria de esa pobreza extrema está en los
ricos, en los verdaderamente ricos, en los fabricantes y comerciantes
debidamente autorizados por las Alcaldías, desde el bodeguero menos rico
hasta, por supuesto, el de máxima riqueza. Estas son verdades bizantinas.

Desgraciadamente, ese trasvase de poder, esa redistribución de la riqueza
practicada inducidamente entre los propios pobres, ha sido una praxis
consuetudinaria del viejo régimen burgués. “Que los pobres salven a sus
pobres”, pareciera ser la medida ahora compartida de hecho por aquella
redistribución.

Es así cómo observamos mucho énfasis, eficiencia y eficacia en la reducción
de la pobreza extrema, y eso bueno, pero, con la acelerada inflación y el
libertinaje imperante en materia de precios aplicados por el comercio en
general, tal política nos vienen luciendo muy trastocada.

Vemos cómo quienes hasta hace pocos años gozaban de alguna reserva o
ahorro, hoy ya se los han tragado los irrefrenables el comercio y la
corrupción que sigue intocable en las filas chavistas, aunque como herencia
de aquel efluvio de votos rojos que logró centralizar para sí el magnetismo
del Presidente Chávez durante su primera y exitosa campaña electoral

No olvidemos que este nuevo comerciante informal y subrepticio, si a ver
vamos, no tiene culpa originaria alguna, simplemente es un aprovechador de
oportunidades, un criterio harto burgués, asaz capitalista porque es su
modelo de actuar en la vida.

Desde acá sugerimos una acelerado cambio de staff, sin descabezamiento
alguno, pero sí con refuerzos exógenos que podrían perfectamente
coadyuvarnos en esta larga guerra que nos han declarado, que se ha
traducido en empobrecieneto de muchos y empoderamiento de pocos, aunque
estos últimos sean absolutamente pocos en verdad. “Debemos oír a Judas y a
Juditos”, como decía mi querida Abuelita.


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Manuel C. Martínez


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