Para presentación del libro de Jorge Giordani "Encuentros y desencuentros en una construcción Bolivariana"

Como se trata de discrepar y discrepantes, empezaré por saludar en primer término al público asistente que aquí se halla para escuchar y saludar al Dr. Jorge Giordani. Quienes de repente, por discrepantes están aquí, y no en otro lado. En segundo lugar a quien es el centro de atención, el autor del libro que presentaremos, “Encuentros y desencuentros en una construcción bolivariana”. Por último, a quien este lugar de nombramiento no resta importancia, por lo menos en mí, mi excelente amigo Luis García, el culpable que yo esté esta tarde hablando en este acto.

            Esta es la segunda vez que Luis me mete en un enredo, porque hablar sobre la obra y pensamiento de un hombre de la talla de Jorge Giordani, siendo yo apenas un docente de secundaria, lo es en tono mayor.

           La primera fue tomar una novela mía, sin mi consentimiento para ese fin específico, inscribirla en un concurso nacional que terminé ganándome sin saber siquiera que concursaba.

          Esta es la segunda vez que presento un libro en circunstancias tan azarosas y como parecidas, pues no era yo en quien se había pensado en un principio. La primera vez fue en el bautizo que se hizo hace unos cuantos años atrás del libro de mi gran amigo y compañero Moisés Moleiro: “La izquierda y su proceso”. Estaba en el acto porque debía estar como un oyente más. La persona escogida para hacer el discurso de presentación, un periodista barcelonés, residenciado en Caracas, entonces muy de moda, creyó muy conveniente, tratándose de Moleiro, no presentarse para no rayarse. Pues para esa época Moleiro rayaba. Llegada la hora, explicado a Moleiro el inconveniente, el ronco, como le llamábamos, decidió designarme a mí para que cumpliese aquella formalidad; afortunadamente, no hacía mucho había leído ese libro, el cual conservo con la firma y unas generosas palabras de mi querido e inolvidable amigo.

            Poco acostumbro escribir para hacer un discurso. Me pasé la vida haciéndolos en cualquier parte y luego por años duros de contar en aulas de clase. Mi seguridad funciona al revés de lo habitual, me siento mejor cuando le doy rienda suelta a la improvisación, porque soy un sempiterno improvisador. ¡Y cómo me gusta! ¡Cuánto me divierte! Pero este reto me obliga a ser preciso; decir exactamente lo que quiero y evitarme caer en posiciones que no asumo, no comparto, por licencias habituales de la oralidad. En veces, cuando uno improvisa, sobre todo a esta altura de la vida, corre el riesgo de decir lo que otro dice y piensa en verdad; o que pongan en boca de uno palabras no pronunciadas. En muchas circunstancias eso podría no importar; son vainas de loco y se acabó. Pero en este caso intento ser estricto. Además, en todo caso, cuando escribo, no hago más que hacerle un discurso al ordenador, con la ventaja que puedo revisar.

          ¿Por qué estoy aquí? Un político en desuso. Generalmente ignorado. Encerrado en una biblioteca estrecha de quien sus opiniones no interesan. Soñador, escritor de cuentos, novelas, ensayos y crónicas. Contumaz discrepante, pero eso sí, orgulloso poder decir, también como José Saramago, citado por Jorge Giordani en un trabajo muy leído, “mientras más viejo más libre y mientras más libre”, esto lo agrego yo, más dispuesto a decir lo que auténticamente me dicte mi conciencia.

            Si Giordani fuese ministro, sin importar lo que este libro diga, no sería yo quien estuviese aquí. Estoy aquí porque “soy libre”. Tan libre que no tengo compromiso ni con el Dr. Giordani; posiblemente hubiese tenido el libro a mano, me lo hubiesen enviado antes de concurrir aquí, lo hubiese leído todo con suficiente atención quizás para encontrar allí todo aquello de lo cual pudiera diferir del mismo y poder decirlo aquí y mostrar hasta dónde llega mi independencia.

           Pero también estoy en este sitio y en lo que ahora hago, porque comparto lo que dice el exministro Héctor Navarro, en el prólogo del libro, el cual si me mandaron con tiempo, que Giordani “no oculta su compromiso con el socialismo”. He podido comprobar en varios de los trabajos que el autor cuyo libro ahora presentamos, como “Testimonio y responsabilidad ante la historia”, cree necesario y posible la hazaña de “asaltar el cielo”, cambiar la sociedad capitalista por una socialista. Aunque lo de “asaltar”, que lo digo yo, no Navarro ni Giordani, parece mi visión, un discurso ortodoxo y asimilable, hablando de la cultura capitalista, a lo de asaltar un enorme banco para acumular de un solo coñazo. ¡Pero los bancos se vengan y buscan recuperar lo suyo y la policía está para eso y con inusitada eficiencia! Pero se habló de asaltar al cielo y por allí se fueron por detrás los sueños de muchos y hasta la vida misma.

            Podrá haber algo todavía más trascendente, pues según el mismo Héctor Navarro, en este libro, Giordani “deja constancia de ello en las referencias y recomendaciones para la construcción de los caminos en la transición venezolana al socialismo, sin limitarse a los conceptos, a la teoría, sino asumiendo propuestas para la práctica de esa transición”.

           Quiero llamar la atención a los amigos que están aquí congregados sobre las frases “construyendo caminos en la transición” y “asumiendo propuestas para la práctica de esa transición”. Quiero hacerlo, porque se hace necesario insistir en ese concepto de transición, por lo menos para dejar la idea que en realidad, por ahora, sólo intentamos construir esos caminos. Porque, para recordar a mi viejo amigo y compañero del MIR, profesor Vladimir Acosta, para nosotros simplemente “El chivo Acosta”, por ese caminar “escorao”, como quien va a embestir, hoy como en invernadero, pero seguro pensando y escribiendo algo trascendente, lo de construir el socialismo no es tan fácil y expedito como eso de fundar una arepera, con capital del Estado y ponerle “Arepera socialista”. Por las frases de Héctor Navarro, al margen de lo que uno piensa, que de paso y con toda la razón, no le interesa a muchos, el asunto es más complicado y dificultoso, más exigente que lo que creíamos cuando andábamos por los años juveniles. Aunque muchos de nuestra edad, que todavía siguen anclados en aquella utópica posibilidad de derrumbar la vieja sociedad y la construcción de una nueva sociedad en una noche de decretos y euforia. Los mismos que leyeron y releyeron decenas de veces “Los diez días que estremecieron el mundo” del norteamericano Jhon Reed (El Rojo), que es una crónica sobre la revolución bolchevique de 1917, porque creyeron encontrar allí las respuestas al “qué hacer”, para preguntarnos como Lenin.

           El hecho que el Dr. Giordani u otro experto como él, habiendo pasado por la experiencia venezolana y estado en el puente de mando, al lado de Chávez, en los últimos 15 años, haya escrito sobre sus experiencias y “deje constancia de las referencias y recomendaciones para la construcción de los caminos a la transición venezolana al socialismo”, constituye un aporte excelente, al margen de lo que podamos encontrar discrepante en ese libro u otros documentos suyos o nos parezcan inoportunas sus denuncias u opiniones que le distancian del actual equipo de gobierno.

            Justamente, también por esto estoy aquí. Porque debo contribuir a que todo lo concerniente al proceso revolucionario se ventile; en revolución no hay ni debe haber tabúes. Todas las opiniones, empezando por aquellas que no compartimos, que podrían ser las acertadas y no las nuestras o complementarias de éstas, son válidas. La discrepancia forma parte inevitable y necesaria del movimiento de la vida; si ocultamos las diferencias sucumbimos. No se trata de un simple cumplimiento constitucional de permitir la libre expresión de las ideas, sino de algo como el respirar de los seres vivos.

            No estoy aquí por estar de acuerdo  o no con lo que expone el Dr, Giordani en este libro ni en otros documentos, ni por sus ejecutorias en el gobierno, de lo que podría manifestar mi “desencuentro”, para decirlo con una palabra suya, sino por contribuir, como ya dije, a abrirle cauce aguas abajo a la discusión.

           También estoy aquí, por esa bella disposición venezolana de reconocer los méritos de la gente, no estar dispuesto a tirar por la borda – es un lugar común es cierto, pero que se aviene con nuestra condición de costeño y caribeño – la contribución del Dr. Giordani al proceso revolucionario y evolución del pensamiento venezolanos. Nos llena de satisfacción hacer esto y sobre todo sé que así ayudamos que se abra la discusión “para construirle caminos a la transición venezolana al socialismo”, como dijese Navarro.

            No hubiese hecho falta mi contribución y presencia si Giordani fuese ministro. Aparte que un soñador como el suscrito, que ha dicho lo que ha dicho hasta aquí, a nadie cuerdo se le hubiese ocurrido invitarle a hablar en este acto. Además, sobrarían y hasta se pelearían entre ellos, los deseosos de estar donde ahora estoy, si Giordani fuese todavía ministro.

           El Dr. Giordani publicó en la página aporrea, la misma en la cual escribo casi diariamente, un largo artículo titulado “Testimonio y responsabilidad ante la historia”, el cual fue leído en abundancia.

          En ese documento, posiblemente lleno de lo que él llama, para mí como poéticamente, al titular su libro, “Encuentros y desencuentros en una construcción bolivariana”, recientemente editado por Vadell, Hermanos, hace una ligera referencia a sus relaciones con el comandante Chávez; dice el Dr. Giordani, “desde 1993, cárcel de Yare, nos tocó un intenso vínculo de carácter ideológico, personal y programático, reconociendo siempre en él sus dotes de conductor de pueblos”.

           No obstante lo dicho anteriormente, no deja de reconocer que entre ambos hubo diferencias, justamente porque como dijimos antes, estas son inevitables y agrega “con posiciones desde las cuales pudimos compartir un trato de permanente respeto, teniendo en cuenta las diferencias entre los dos modos de percibir la existencia humana, y la forma como debía o podía construirse un cambio social y radical en Venezuela”.

            ¿Cuánto quisiera ahora saber de esas diferencias en detalle para cubrir mis brechas y fortalecer mis trincheras? Ocultar eso tan vital para los venezolanos, sobre todo en el bando revolucionario, sería muy malo y negativo. Precisamente para contribuir humildemente que eso no ocurra estamos aquí. También es bueno saber que siendo Giordani un discrepante, lo que explica en veces su cara de pocos amigos, bravo o triste, en aquellas reuniones públicas que Chávez llamaba de gabinete, el compañero Hugo Chávez, le toleraba y le tenía a su lado. Sabía bien que lo de discrepar del “jefe” y ante él, es sinónimo de consecuencia y lealtad al proceso revolucionario, honradez y hasta valentía. Lo del presidente significaba talento para comprender la necesidad y utilidad de todo aquello.

            Ha señalado Giordani que, entre 2002 y 2007 hubo, según sus palabras citadas textualmente “una severa diferencia de concepto y comprensión de un grave problema que se venía confrontando”. ¿Quién no estaría interesado en conocer ese asunto en detalles? ¿Acaso no hace falta saber sobre esos desencuentros?

            Es evidente que el proceso bolivariano enfrenta grandes dificultades. El mismo Giordani reconoce que siendo él figura importante en el diseño de las políticas económicas venezolanas bajo el mandato del presidente Chávez, hubo que abordar de manera audaz, según sus palabras, que ante “El desafío del 7-10-12, elección de Chávez y elecciones del 16-12 del mismo año”, significó que la superación de esas metas se “consiguió con un gran sacrificio y con un esfuerzo económico y financiero que llevó al acceso y uso de los recursos a niveles extremos que requerirán de una revisión para garantizar la sustentabilidad de la transformación económica y social”.

            Lo anteriormente dicho por Giordani, quien en ningún momento escurre el bulto ni elude sus responsabilidad ante lo que menciona, y tomando en cuenta sus propuestas para superar aquella situación, uno se siente más interesado en seguir conociendo detalles para mejor ayudar a construir esos caminos, expresión por cierto, muy a la manera del gran poeta español Antonio Machado. Y expone Giordani, a su juicio, de lo que debería hacerse, lo que al margen que uno lo comparta o no, ya es un aporte sustancial a nuestra causa.

            Hace mención el autor a cambios en la conducta gubernamental en la presidencia de Maduro y hasta cuando el presidente Chávez se batía por la vida.

            Sus opiniones, muy respetables, que hablan incluso de un como “desencuentro” con la dirección de Planificación y Vicepresidencia que ejercía, ante las cuales uno no tiene opinión porque habría que escuchar “las dos campanas”, no dejan de ser importantes y dignas de conocer.

            Quizás pueda ser válido decir, como dicen muchos; que Giordani se hizo portavoz de un discurso que habla de fallas, deficiencias y hasta excesos en los cuales tuvo responsabilidad en un momento crucial de la vida nacional, cuando el proceso bolivariano se enfrentaba aparte de esos problemas a una derecha que le acosaba sin darle cuartel. Es posible que haya algo de certeza en eso. Pero también es verdad que, desde mucho tiempo atrás, cuando el propio Giordani era figura descollante del gobierno, sin mayores dificultades en el ámbito de la economía, cuando el barril de petróleo había roto la barrera de los 100 dólares, pero la derecha no dejaba de acosar y las elecciones se sucedían unas a otras, nunca ha habido el momento para que los revolucionarios podamos ventilar de manera necesaria y pertinente nuestras diferencias. Esos avatares siempre aparecen como una barrera para contener la discusión. Por todo esto estoy aquí, porque quiero, como gritaba Chávez, “que hasta las piedras hablen” y porque puedo estar hoy aquí diciendo esto y en otro sitio reclamando lo mismo, el derecho a discrepar y la necesidad que nos abramos a la discusión, porque quien represa indebidamente el río, lo desafía a encontrar cauce.

            Luis Brito García, un hombre muy discreto, declaró de manera vehemente, lo que no dejará de incomodar, que “para ganar la guerra económica hay que saber quién es el enemigo”. Lo que significa preguntarse como Rómulo Gallegos en “Doña Bárbara”, estando Santos Luzardo a bordo de la barcaza que se proponía atravesar el río Arauca para llevarle al hato “Altamira: ¿Con quién vamos?. Por eso mismo, Luis Brito, reclama se divulgue la lista de empresas que estafaron al Estado, asunto ante el cual el gobierno ha sido como excesivamente cauteloso, mientras el pueblo quiere saber ¿con quién vamos?

            Estoy aquí, hablando en la presentación de un libro de un hombre que por sus opiniones no abandona el campo revolucionario, pese que haya tocado una tecla indebida, fuera de tono o “en el momento menos oportuno”, según el juicio ya habitual y porque por lo que creemos saber, su libro es un aporte necesario hasta para quienes de él podamos discrepar. Hasta el propio presidente Maduro, días atrás informó que lo estaba leyendo y nos recomendó lo hiciésemos también,

            También estoy porque mi condición de discrepante que lo es ante Giordani mismo, lo fue ante el propio Chávez, se caracteriza por un enorme abanico o panoplia de asuntos que van desde el manejo de los asuntos económicos, diplomáticos, comunicacionales, la carga del discurso y en veces su no coherencia con los hechos, hasta la manera de concebir al partido y siendo así, no puedo negarle al personaje su derecho a discrepar.

            Oigamos, leamos al Dr. Giordani, para enterarnos de lo que piensa, recomienda, tener razones hasta para discrepar de él y discutir, la mejor manera de abrir caminos. “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, cantó Antonio Machado.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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