El vacío que aniquila Revoluciones

Después de siglos, se entendió que el soporte de la Revolución era el espíritu, la conciencia, el alma de las masas irredentas. Y se estableció que allí residía la fuerza de una Revolución, su suerte dependía de los niveles de conciencia, de espiritualidad, alcanzada. Esta espiritualidad revolucionaria se puede resumir en la frase: “proletarizar a la Revolución, a las masas que la apoyan”. La economía sólo tendrá sentido si sustenta esta nueva conciencia.

“Proletarizar” es entender que la suerte del todo depende de la suerte de cada uno de sus componentes, y la suerte de estos está ligada a la suerte del todo. Es adquirir sentido de pertenencia a la sociedad, sentirse ligado a ella, saber que su suerte y la suerte de sus individuos es una, se influyen mutuamente.

La ideología proletaria emana de la producción capitalista, de la fábrica donde el proceso productivo es una acción colectiva. Esa acción en la producción es la base para entender y extenderse a la organización social, de la sociedad. Cuando el hombre alcanza este estadio de la producción construye la relación material que sustenta con fuerza la idea socialista.

La idea socialista que se arraiga y surge de la clase proletaria, se puede desarrollar, puede migrar a otras clases explotadas que la adoptan, así se “proletarizan” ideológicamente. Este fenómeno hace posible la Revolución en sociedades con una pequeña clase obrera, pero es imposible sin la ideología proletaria.

La Revolución tiene como principal patrimonio la conciencia del deber social, la conciencia proletaria, revolucionaria. Cuando una Revolución hipoteca esta conciencia le quita base material, altera las relaciones sociales que la soportan, entonces, produce un vacío que inevitablemente termina devorándola.

Con el asesinato de Chávez, la Revolución sufrió una deriva ideológica que trajo como consecuencia este peligrosísimo vacío. Veamos.

Se aplica la falacia de que se deben elevar las fuerzas productivas sin importar de qué manera, quién las eleva. Es con esta excusa que la Revolución establece alianzas con los capitalistas. Ahora bien, esa elevación de las fuerzas productivas de forma capitalista es la entrega del Socialismo, la traición definitiva al legado del Chávez. Las fuerzas productivas capitalistas traen aparejadas la conciencia capitalista, de esta manera estamos formando la espiritualidad, la ética, el alma, de los sepultureros del Socialismo.

El capitalismo que la Revolución forma, mima, cría, protege y justifica exige su correspondiente político, he allí la explicación de los diálogos de entrega, de las mediaciones hechas por los enemigos del Socialismo, he allí la explicación a la traición del legado de Chávez, al olvido del “Plan de la Patria”.

Con esta conducta incomprensible de la dirigencia de la Revolución se produce en la masa chavista un vacío: ahora no hay meta Socialista, no hay enemigo, todos, aquellos y estos, se confunden en una gran sustancia gelatinosa, amorfa, que confunde a la masa chavista. El vacío político desarma a los chavistas que ahora operan de manera individual o de pequeños grupos con metas egoístas, la Revolución pierde soporte popular.

En este vacío político sólo pueden surgir monstruos, fascismo, bandolerismo, sectores inmolándose en acciones desesperadas, anarquismo. La principal tarea de los Revolucionarios hoy es llenar este vacío, impedir que sea combustible para la anarquía o tenga consecuencias peores.

Caro le sale a una Revolución apoyar al capitalismo, el precio es su vida.

¡Entregar el Socialismo es entregar a Chávez!

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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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