Bienvenidos los trabajadores

¡Adiós, obreros y campesinos!

De los arcanos tiempos de la hoz y el martillo, de ellos vienen las discriminaciones, marginaciones y divisiones de la clase trabajadora. Esa división se traslada al marco geográfico y deriva en diferencias entre la vida rural y la   urbana o citadina, entre los técnicos y profesionales[1], entre esclavos y verdugos de ellos, entre médicos y enfermeras, entre secretarías y faenas “sucias”, entre docentes, alumnos   y bedeles. Unos son comerciantes, otros fabricantes, banqueros y otros simplemente asalariados o consumidores.

 Semejante división laboral se ha practicado, tolerado y compartido por sus propias víctimas: unos visten así, otros asao[2]. Ha sido la forma más aberrante de lo que eufemísticamente se conoce como apartheid o discriminación geosocial. En los centros de estudios se etiqueta a los docentes públicos, se les humilla a unos con bajas remuneraciones, y en los privados, donde también se crea plusvalía, a sus docentes y demás trabajadores se les segrega   con menor o mayor salario.

Pero, bien miradas las cosas, sólo somos trabajadores o proletarios, o burgueses o no trabajadores.


[1] En algunas universidades reservan el tratamiento de profesionales a los egresados de ellas, y el de técnicos a quienes lo hacen de las escuelas artesanales. Como a estas últimas han solido ir los más humildes y pobres de estas sociedades, decir técnico es poco menos que un peyorativo frente a rimbombante y eufemístico trato de “profesionales”, independientemente que estos, ya enriquecidos, pongamos por caso, mediante la “próspera” comercialización” de sus servicios, digamos médicos y abogaciles, principalmente, porque son dos de las variadas profesiones más connotadas como garrochas para saltar “mágicamente” de la pobreza a la riqueza. Es la venta “tecnoprofesional” que hace el sistema burgués.

[2] Los niños patricios de papá usaban la pretexta(Véase Aulo Gelio, Las Noches Áticas) hasta los 17 años, y ¡hay de quienes osaran irrespetarlos!, mientras los artesanos y campesinos debían exhibir visiblemente una señal de autorización para transitar por las calles y plazas “públicas”, la de San Marco, Italia, por ejemplo, plazas  construidas precisamente por esos trabajadores a quienes les estaba vedado disfrutar de semejantes espacios, prohibición que sigue vigente cuando sabemos   del impedimento que hace del edificio y la casa lujosa un coto prohibido para sus constructores, Arquitectos incluidos. El Presidente Carlos Andrés Pérez se dio por invitado nato en una soberbia fiesta por allá en la Altamira uslareña y caraqueña. Llegó sólo hasta el vestíbulo de la mansión donde el portero privado le pidió la invitación correspondiente que no pudo presentar. De nada le valió esgrimir quién era desde el punto de vista político ni sus credenciales de servil lacayo como lo fue, porque para aquellos anfitriones  e invitados  europeos tal bonche  era de disfrute exclusivo, sólo para sus miembros natos. Este CAP, pues, fue también un marginado.



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Manuel C. Martínez


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