El aire acondicionado y la calle


Se ha hecho costumbre hablar del "aire acondicionado" como símbolo de defecto revolucionario, y en contraste, de "la calle" como símbolo de virtud. Son facilismos que dispensan el pensar y el argumentar. Así, basta decir "oficina con aíre acondicionado" para descalificar un argumento, y es suficiente decir “nació en la calle” para darle categoría superior a cualquier disparate.

  Es necesario reflexionar sobre este tipo de conducta que aplasta el pensamiento, el conocimiento y, sin dudas, mata a la Revolución. En el fondo se trata de un choque entre la teoría, simbolizada por "el aíre acondicionado", descalificada, asimilada a la vida regalada de personas que viven en torres de cristal, enfrentada a la calle, a los que “patean la calle”, a quienes supuestamente conocen la realidad que le está negada a los que viven en la fría torre… es una trampa.

  La trampa no es nueva, priva a los pueblos del arma indispensable para su liberación: la ideología que guíe la práctica. Veamos.

  Separar la teoría (el aire) de la práctica (la calle) es una forma de hacer de la Revolución una acción inocua.

  Si sólo hacemos teoría, si nos movemos sólo en el mundo del pensamiento, no modificamos la realidad, esta conducta no es revolucionaria. Ahora bien, si condenamos la teoría, si la despreciamos o la mostramos sólo como un trámite, como una fórmula vacía en uno que otro discurso o acto protocolar, si condenamos la teoría, repetimos, estaremos privando a la Revolución de su cerebro, de su sistema nervioso, condenándola a ser un mineral inerte. Esta actitud tampoco es revolucionaria.

  Si sólo hacemos práctica (la calle), si con ella sustituimos la teoría o la desechamos, estaremos dando muestra de gran actividad pero no sabremos adónde vamos, cuál es el rumbo, careceremos de estrategia, no modificaremos a la realidad.

  Los grandes revolucionarios percibieron este peligro. Martí nos habló de la fuerza de una idea justa desde el fondo de una cueva capaz de vencer a un ejército, es decir, de dirigir una práctica. Fue un gran intelectual y se inmoló en una práctica que no le pertenecía, no comprendieron en aquel tiempo que el pensamiento, la ideología, es un componente fundamental de la práctica, es práctica consciente, es lo que distingue al hombre de la ardilla o de la abeja, creyeron que la única práctica era la carga a machete, perdieron así a un apóstol.

  Lenin, hombre de "oficina", de ideas, cuya práctica fue una Revolución aunque nunca fue a una fábrica material, trabajó toda su vida en la "fábrica", "en la calle", de su extraordinario cerebro, nos dijo: “Sin teoría Revolucionaria, no habrá práctica Revolucionaria”.

  Es necesario volver al Motor Moral y Luces, pero ahora no dejarlo perecer, es necesario impulsar el estudio, pero no como una actividad formal, sino como una manera de vivir, leer debe ser igual a comer, discutir con argumentos debe ser tan vital como el agua, patear el estudio, patear los libros, debe tener igual prestigio que patear la calle.

  Podemos concluir diciendo: el día que una Revolución, sus líderes, entiendan que la idea es parte de la práctica, y prestigien la praxis como la acción dirigida por la teoría, ese día esa Revolución se hará invencible.

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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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