Un análisis de la coyuntura política para entender los resultados electorales

Esta revolución no tiene destino si no construimos un partido revolucionario

“Esta revolución no tiene destino sino construimos un partido revolucionario”. Con estas palabras, Orlando Chirino, coordinador nacional de la UNT, concluyó su intervención en el acto político realizado en el capitalino Teatro Imperial, convocado por OIR y otras organizaciones políticas, sindicales y estudiantiles, para proponer al país y a los luchadores populares la conformación de un partido revolucionario del pueblo y los trabajadores que luche consecuentemente por el socialismo. Efectivamente, coincidimos con el camarada Chirino. Sin duda, este es el momento oportuno para que los activistas populares, sindicales, juveniles, comiencen a dar los pasos en la dirección de dotarnos de una herramienta política que guíe el camino hacia un genuino gobierno de los trabajadores y el pueblo.

La coyuntura por la que atraviesa nuestro proceso revolucionario es propicia para dar este “salto adelante”. Los resultados en las elecciones municipales del pasado domingo 7, caracterizados por una alta abstención, ponen en evidencia el hastío del pueblo frente a los partidos del mal llamado “bloque del cambio”. El propio presidente Chávez se ha hecho eco públicamente de este malestar que recorre todo el país, y que ahora comienza a expresarse mediante movilizaciones callejeras de distintos sectores exigiendo reivindicaciones, en la perspectiva de seguir profundizando la revolución hacia el socialismo.

Simultáneamente con la crisis de los partidos del chavismo, el presidente Chávez ha lanzado al ruedo político la discusión sobre el socialismo como alternativa al capitalismo, mientras no cesan las presiones del imperialismo sobre nuestro proceso revolucionario. Todos estos elementos ponen en el tapete la urgencia de construir una herramienta política verdaderamente democrática, que supere las taras heredadas de la IV República por los partidos de Chávez; que se levante por sobre el “socialismo del siglo XXI”, impregnado de colaboración con la burguesía, y que haga realidad la profundización del proceso, como lo plantea nuestro pueblo.

Crisis en los partidos de gobierno y presión del imperialismo
De un tiempo para acá es evidente que se ha venido produciendo un cada vez mayor entendimiento del gobierno con sectores importantes del empresariado venezolano, que se concreta en la materialización de acuerdos específicos, favorecidos por la extraordinaria bonanza económica con la que cuenta el gobierno, lo que ha llevado al propio Vicepresidente de la República a afirmar que: “ahora el gobierno cuenta con el apoyo de sectores del empresariado con el que antes no contaba”.

Sin embargo, lo anterior no se produce sin contradicciones. Los avances en el acuerdo con sectores importantes del empresariado, se desenvuelven con el trasfondo de fuertes diatribas y pugnas con el imperialismo, que nuevamente ha desatado una escalada mediática contra el proceso revolucionario venezolano; a su vez, esto está cruzado por una severa crisis entre los partidos de gobierno. A esta crisis política en el seno de los factores que apoyan a Chávez, se suman las denuncias de burocratismo, ineficiencia y corrupción que cotidianamente realizan las distintas organizaciones populares; la presión de las masas a favor de la contraloría social; las críticas recurrentes a distintos alcaldes y gobernadores “bolivarianos”; los severos problemas que se confrontan en las Misiones y el incumplimiento económico con sus trabajadores, así como la crisis de las cooperativas. Todos estos reclamos ya se dejan oír en el propio palacio de gobierno, generando fuertes pugnas entre el Presidente y sus más cercanos colaboradores, lo que ha llevado a que Chávez critique la corrupción reinante e insista públicamente en exhortar a los funcionarios a administrar eficientemente y con probidad los recursos públicos. Se trata de un Presidente que critica públicamente a su propio gobierno.

Una nueva etapa en la movilización popular
En este marco, la reacción del pueblo urgido de profundizar el proceso revolucionario, no se ha hecho esperar. Es así como estamos asistiendo al inicio de una nueva fase del proceso revolucionario donde los trabajadores y el pueblo comienzan a pasar del dicho al hecho; de las palabras a las movilizaciones de calle; de la crítica verbal a la exigencia directa a los funcionarios y al propio Presidente.

De esta forma, la situación actual ya no se caracteriza por la confrontación con la burguesía y sus partidos –aunque el enfrentamiento mediático con el imperialismo se mantiene- sino, por el contrario, la lucha se transfiere al seno mismo del proceso. Ahora la confrontación del pueblo se da directamente con los alcaldes, gobernadores y funcionarios corruptos y burocráticos, en la perspectiva de lograr sus reivindicaciones inmediatas y continuar impulsando la profundización del proceso revolucionario.

No sólo se produce un cuestionamiento abierto y descarnado hacia los funcionarios gubernamentales negligentes y corruptos, -de la que el propio Chávez se ha hecho eco, exhortando al pueblo a protestar- sino que esta crítica comienza a concretarse en movilizaciones exigiendo derechos y reivindicaciones. Es decir, la confrontación con los “adecos de boina roja” ya no es verbal o velada, limitada a determinados espacios. Ya no es “en voz baja”, sino directa, y se expresa en las primeras movilizaciones de calle, no convocadas por Chávez.

Expresión de esto han sido la movilización de los campesinos, que por miles se hicieron presentes en la capital de la República, frente al mismo Palacio de Miraflores, exigiendo que de una vez por todas se desarrolle y concrete la reforma agraria en el campo; exigiendo el fin del sicariato y castigo a los asesinos de dirigentes agrarios. O la movilización de cientos de trabajadores en Puerto Cabello, realizada el 13 de julio, y convocada por la UNT de Carabobo; planteando la solución al conflicto que los empleados y obreros de la alcaldía mantienen con el alcalde “bolivariano”, así como la crítica situación de los trabajadores de Planta Centro (Cadafe), que luchan por la cogestión, contra la voluntad de los directivos del sector eléctrico y del Ministerio. Pero también se manifiesta en la movilización de organizaciones de mujeres en defensa del derecho al aborto y su inclusión en la reforma del Código Penal, y en las movilizaciones contra el abuso policial y el castigo a los asesinos de los estudiantes de la Universidad Santa María.

El debate sobre el socialismo y la profundización de la revolución
No obstante esto último, lo más interesante es la puesta en el tapete de la discusión pública, la crítica al capitalismo y la propuesta del socialismo como alternativa. Y esto es consecuencia de lo contradictorio de la situación.

Ciertamente, lo que Chávez está planteando como “socialismo” tiene patas cortas. En realidad es una especie de capitalismo donde prevalecería la colaboración de clases; de lo que se trataría entonces es lograr una supuesta e imposible “función social” del capital, simultáneamente con una hipotética distribución más democrática de la riqueza.

El socialismo que propone el Presidente es una quimera irrealizable, que en ningún lugar del mundo se ha materializado jamás. El capital existe para reproducirse ilimitadamente, no tiene corazón ni patria y no busca satisfacer necesidades sino garantizar una tasa creciente de ganancias. Por otra parte, los intereses de los patronos no pueden convivir con los intereses de los trabajadores, son absolutamente antagónicos.

Pero más allá de estas flagrantes limitaciones, la propuesta del Presidente ha sido asumida con interés por la mayoría del pueblo y los trabajadores. Como ya ha sucedido previamente con otros planteamientos de Chávez, el pueblo se toma en serio sus propuestas, las interpreta al calor del proceso revolucionario, y las amplifica en función de darle respuesta a sus necesidades inmediatas. Quizás Chávez ni se imagina cómo llevará el pueblo a la práctica lo que él dice en determinadas ocasiones. Muy probablemente, el pueblo excederá, como en otras ocasiones, las intenciones originales de Chávez cuando comenzó a hablar de “socialismo”. Y ya esto lo estamos presenciando. Un término tabú como el socialismo; la herejía de hablar de marxismo, hasta hace poco tiempo sometida al peso muerto del pensamiento único neoliberal; la posibilidad de criticar abiertamente la explotación capitalista, son el pan nuestro de cada día, en las discusiones del pueblo y de los trabajadores. La expectativa sobre el tema de la cogestión, convive con la lucha cotidiana de los trabajadores por sus reivindicaciones económicas, por ganar algún referéndum contra la burocracia o por conformar un sindicato clasista. El interés por saber qué es socialismo, con qué se come eso, coexiste con la contraloría social de las comunidades organizadas frente a los funcionarios corruptos e ineficientes; con la pelea diaria en los comités de salud, en las mesas de agua o en los comités de tierra.

Se ha despertado una novedosa avidez por estudiar, por el debate político y teórico, por la urgencia de la formación para continuar la lucha y la profundización del proceso revolucionario, acompañada por un nuevo paradigma en la comunicación popular, impulsado por la aparición de nuevas publicaciones y medios comunitarios y alternativos. Este proceso expresa, sin ninguna duda, la profundidad del proceso revolucionario y la disposición de lucha del pueblo, la cual aún se mantiene intacta y viva.

Este es un fenómeno profundamente revolucionario que debemos potenciar al máximo. Debemos desbrozar la comprensión del socialismo de todo artificio de colaboración de clases, y acompañar el debate que se suscita febrilmente en el seno del pueblo, simultáneamente con la lucha cotidiana por profundizar el proceso revolucionario.

Es así como el camino al socialismo se traza expropiando a la burguesía explotadora, apoyándose en la movilización y la tremenda disposición de lucha del pueblo y los trabajadores. Es pasando al control de los trabajadores todas las industrias abandonadas o cerradas por los patronos, y propiciando el control obrero, la apertura de los libros de contabilidad y eliminando el secreto comercial en todas las empresas; simultáneamente con la expropiación de la banca usurera, y creando un banco nacional donde se concentren todos los recursos provenientes de la exportación de petróleo para ponerlos al servicio de un Plan Nacional de Obras Públicas y Construcción de Viviendas, discutido con la UNT y demás organizaciones populares, que comience a darle respuesta al grave problema del desempleo que padece el pueblo venezolano, simultáneamente con el enfrentamiento al déficit habitacional, todo ello como parte de una profunda reforma urbana que resuelva los graves problemas de riesgo y ambientales existentes en nuestras ciudades. Al socialismo se avanza, nacionalizando la tierra y eliminando el latifundio, como única forma de comenzar a realizar una verdadera y democrática reforma agraria.

Un partido del pueblo y los trabajadores para profundizar la revolución
Es en este contexto nacional que surge la propuesta de construir un partido revolucionario que agrupe a los dirigentes y activistas populares, sindicales y juveniles.

Este es el corolario y la consecuencia lógica de la situación antes descrita. No es un acto de voluntarismo sino una necesidad histórica del pueblo venezolano.

La tarea de los revolucionarios es aupar este proceso, contribuir a desarrollarlo y extenderlo a todo el país y a todos los sectores donde el descontento popular y la urgencia de profundizar la revolución hacia el socialismo, estén a la hora del día. Que no venga ningún funcionario con el cuento que la movilización y la lucha del pueblo “le hace el juego a la derecha y al imperialismo”; que la profundización de la cogestión y el control obrero en las empresas básicas del Estado, puede permitir la infiltración de los golpistas, ni otras perlas por el estilo que lo que buscan es frenar la disposición de lucha de los trabajadores que les garantice a ellos mejor usufructuar los beneficios del poder. Todo lo contrario, sólo la participación directa de los trabajadores en el control de la economía podrá impedir la penetración oligárquica e imperialista; sólo la movilización y la lucha –como hemos comprobado los trabajadores y el pueblo a lo largo de los últimos años- es garantía para obtener nuestras más imperiosas reivindicaciones.

Pero para continuar potenciando la energía popular y la tremenda disposición de lucha del pueblo; para continuar profundizando la revolución; para trascender el capitalismo y comenzar a construir el socialismo, sin compromisos con los empresarios explotadores, es fundamental construir un partido revolucionario de los trabajadores y el pueblo. Desde OIR y diversas organizaciones revolucionarias, hemos propuesto la conformación de dicha organización. A tal fin, convocamos el pasado sábado 9 del mes de julio, junto al colectivo estudiantil Actívate y las organizaciones sindicales clasistas, Verdad Obrera, Opción Clasista de los Trabajadores y Todo el Poder a los Trabajadores, a un acto político para proponerle a todos los revolucionarios, dispuestos a luchar por el socialismo, la construcción de esa herramienta política del pueblo trabajador.

En dicho evento, se concretó la conformación de un Comité Impulsor Nacional del Partido Revolución y Socialismo (PRS) el cual ya se reunió en la ciudad de Valencia el pasado 23 de julio, oportunidad en la que de decidió la conformación de comités regionales y la preparación de la discusión política y programática que desarrollará durante el mes de octubre en seminario de dirigentes nacionales del nuevo partido, lo cual nos permitirá arribar a finales de año o principio del 2006, a la realización de un congreso nacional que instituya dicha organización política.

Efectivamente, como dijera Chirino: “esta revolución no tiene destino sino construimos un partido revolucionario”.


*Miguel Angel Hernández Arvelo. Docente de la UCV, miembro del Comité Impulsor Nacional del Partido Revolución y Socialismo (PRS).




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Miguel Angel Hernández Arvelo*

Profesor de Historia en la UCV y miembro del comité impulsor del Partido Revolución y Socialismo. Como marxista, Hernández aboga por el definitivo rompimiento con el capitalismo en Venezuela y por la construcción del socialismo.


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