El Estado socialista, según Gramsci, requiere la participación activa de los camaradas

¿Qué hacer, nos refocilamos en la votación o profundizamos el proceso?

Es banal e improcedente, seguir discutiendo si ganamos, perdimos, negamos o afirmamos si la oposición avanzó. Allí están los números con lenguaje elocuente y dicen cosas como estas:

1.- No logramos la meta propuesta. Decir ahora que era muy ambiciosa, lo que hace es afirmar que tuvimos una percepción engañosa de la coyuntura y evaluación inadecuada de nuestra gestión y posibilidades. No sólo de las relativas al gobierno, al Estado, sino de los órganos que deben vincularnos a las masas e indicar el ritmo, cantidad y calidad en el accionar. Hasta si se quiere, para satisfacer a quienes se colocan en posición defensiva, culpan al elector, del entusiasmar a los votantes para que lo hiciesen preferentemente por nosotros y hasta no se abstuviesen. Aunque, es bueno valorar con equilibrio, que la abstención, estuvo en límites que, por historia, deja muy poco margen para soñar.

2.- No le hemos podido entrar a la clase media, además de restarnos los votos (votos, está escrito) de muchos que, en el ámbito de las clases populares, antes los aportaron hasta con entusiasmo. Es valedero aquí, insistir en la casi premonitoria frase, de Fidel Castro, según la cual, “En Venezuela no hay cuatro millones de oligarcas”. Por una falla nuestra, que aún no hemos detectado en detalle, bien en las ejecutorias gubernamentales, comunicacionales, discursivas, de relaciones, política de aliados, etc., parte de esa importante votación y sobre todo militancia no adhiere la política chavista. Unos hablan de apresuramientos innecesarios en las ejecutorias, lo que parece ser más bulla que cabuya y otros de falta de profundización y entusiasmo entre la gente, incluida la clase media, por el proceso.

Asunto que no se agota en el conformismo que “ganamos y somos mayoría” o “99 es más que 65”. Fingiendo olvidar que 99 está muy por debajo de 115.

3.- No es una, ni son dos o tres simples causas que han incidido en ese cambio cuantitativo electoral. Son muchas que hay que diagnosticar con criterio asertivo para corregir y, la metodología adecuada, no es buscar chivos expiatorios, ni preparar el terreno para continuar como si nada.

4.-Son falsas las apreciaciones que remiten el asunto a un simple balance electoral, ficticio por demás, como aquél de “somos la primera fuerza” o sacamos más votos que cualquier otro factor político. También es inapropiado conformarse con haber ganado, habiendo obtenido más votos y mayor número de parlamentarios, sin percatarnos si en la entidad hemos avanzado algo significativo en materia de construcción del socialismo y la incorporación del movimiento popular al cambio mediante su inserción a las diferentes instancias que debe haber para eso. Descubrir por ejemplo que el latifundismo sigue intacto, no tenemos partido ni ha sido ambiciosa, como lo hicimos en lo electoral, la meta de empoderar al pueblo para darle un carácter distinto al Estado. Oportuna, hasta eficiente inversión de los recursos, dentro de la óptica tradicional del Estado burgués y limpidez en el manejo de los mismos, no son razones para sentirse satisfechos.

4.- Hemos podido descubrir que quienes se creen líderes, a esta altura del partido, en lugar de empeñarse en conducir el cambio, apuntalar la discusión de los asuntos que la ameritan, conducir a quienes reclaman, ansían y esperan por ello, han optado de una vez, por mostrarse como candidatos a futuro y llenar de cintillos la prensa, lo que de paso parece muy costoso. Demostrando que no están a la altura de las circunstancias, de los deberes que ellas reclaman, por falta de talento, perspicacia y actitud revolucionaria. En este caso, es pertinente decir de esos que “son más de lo mismo”. Revisemos la prensa, sobre todo “El Tiempo”.

5.- Los números reclaman revisión a fondo. No ese simplismo de decir retornemos a lo de las tres R, como un saludo a la bandera, sino hacerlo de verdad.

Volvamos, por ejemplo a preguntarnos, qué es lo pertinente:

¿Qué dirija el Estado? ¿Qué el partido sea un simple apéndice acrìtico, aluvional, como gustaba decir a Carmelo Laborit, electoralista, espontáneo, organizadamente desorganizado?

¿O volteamos la tortilla? Para se diseñen políticas que realmente, orgánicamente, recojan las aspiraciones populares, presionen al Estado mismo para que haga los ajustes necesarios y se establezcan los parámetros para los reclamos y demandas a través de las organizaciones revolucionarias como los Consejos Comunales y el partido.

Este es el gran debate sordo que se da en el Psuv. Para tomar partido frente al fenómeno que explica la operatividad de la organización y su misterioso por qué los jefes del aparato gubernamental lo son del partido, es bueno que leamos lo que sobre el asunto del Estado dice Gramsci, de conformidad a concepción marxista:

“A diferencia del Estado burgués, que es tanto más fuerte en el interior como en el exterior cuanto los ciudadanos menos controlan y siguen las actividades del poder, el Estado socialista requiere la participación activa y permanente de los camaradas en la actividad de sus instituciones”.

Por eso, parece pertinente debatir a fondo la relación partido gobierno y no caer en discusiones inoficiosas como la de buscar culpables o expiar culpas.

Esa participación de los camaradas, de la que habla el autor citado, es asunto distinto a la burocracia estatal, a la que aquellos, mediante “participación activa y permanente”, deben orientar, controlar e impulsar a través de los mecanismos correspondientes.


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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