De bajones en bajones

—Aló, ya va que hubo otro bajón.

Con este ya deben haber acompletao las dos docenas por hoy.

Diga

—Compita, cómo está.

—Como voy a estar.

Asustado, porque se me puede quemar la piscina.

—Caracha, ¿mandó a hacer una piscina?

—No vale, así se le dice a la nevera porque eso es agua y luz.

Se queman los aparatos con esta parranda de bajones a cada rato.

Recuerde que ya se me quemó el barrigón y desde esa vez no veo televisión.

Cuando no es una es otra.

Qué cuenta usted.

—De contar no mucho.

—Eso es porque no ha salido. Y mejor así.

Haga caso y quédese guardado, porque creo que el gobierno no paga el entierro si le da el corona ese.

—Vio lo de Chuao y Macuto, compita.

—Solo le voy a decir una cosa.

Y oiga bien, porque no se lo voy a repetir.

El 3 de julio de 1816, Bolívar desembarcó en Ocumare de la Costa con 13 barcos de los cuales sólo 7 estaban artillados y un ejército de 650 hombres.

No le digo más.

La cosa hubiese sido más impactante si hubiesen metido una mortadela en la bolsa clap.

A la comadre le llegó, 160 mil le costó. 6 arroz, 2 pasta, 2 harina de maíz y una de arvejas. Eso me dijo.

Usted cree que un cristiano va a tener ánimo para hacer algo, comiendo eso.

Porque no se crea, que tienen más plata para comprar la carne y el pollo en el mercado, que va.

Hasta ahí le llega la poca fuerza.

¿Ha podido comprar con los precios acordados?

—Dígame dónde para ir.

¿Usted conoce algún local comercial donde estén vendiendo con los precios esos?

—Ninguno. Pero eso no quiere decir que no existan.

En algún lugar deben estar esos productos.

Porque mintiendo no pueden estar.

—Así es.

Lo que pasa es que uno pregunta y nadie sabe dónde los venden.

Y a uno le entran dudas.

—Ninguna duda, puede haber.

No puede usted desconfiar de la palabra de esos señores.

Si así lo establecieron así es.

Ahora, todo el mundo para vender se quedó pegado el dólar 200 mil, ha bajado pero los precios no.

—Eso es porque es más fácil subir que bajar.

Así creo que lo dijo Niuton, en unas de sus leyes.

—Esa es la teoría de la gravedad, de abajo para arriba.

Y usted tiene razón, como siempre.

He visto mucha gente en la calle y muy despreocupados.

—Qué le parece lo de Petare.

—Esas son zonas de paz.

Y nadie tiene que meterse en sus asuntos, la gente de paz arregla entre ellos sus cosas.

—Eso es muy cierto.

Ya deben haber llegado a una solución.

—¿Sabe alguna noticia?

—Nada.

De ese muchacho no se sabe nada.

—Así es.

Silencio absoluto.

Esas es la realidad.

Usted, cree que llegue a diciembre.

—Eso espero, con el favor de Dios.

—No se ponga a esperar de más nadie.

Porque se lo lleva el autobús.

No se olvide de los presos políticos, que esos tienen quien los llore.

Y le dijo: Por ahora, apriete.



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Obed Delfín


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