Pronósticos y deseos

Los “analistas”, “expertos”, articulistas, columnistas, gacetilleros tarifados que, con regularidad burocrática dejan fluir sus “idóneas, reflexivas y muy sesudas” opiniones políticas y económicas, tanto en el ámbito nacional como internacional en los mass media de la plutocracia venezolana, han hecho de las mismas una monótona y tradicional forma de “pronosticar deseos”.

Pronosticar o predecir es aventurar lo que sucederá en un futuro a partir de ciertos indicios.

Los analistas económicos o personas familiarizadas con esta disciplina pueden pronosticar el curso de la economía venezolana con base en el estudio de una serie de datos estadísticos, que representan indicios, suministrados por órganos o instituciones especializadas que merecen credibilidad. Pronosticar el curso de la política es algo más aventurado, por lo que ni los más experimentados políticos, politólogos, sociólogos y demás estudiosos de la ciencia social y política son capaces de acertar con precisión el futuro del acontecer político. Las ciencias sociales tienen esa gran diferencia respecto de las ciencias exactas y de las ciencias naturales. Los factores y/o variables que intervienen en el fenómeno social no pueden ser manipulados con la precisión, con la cuantificación de las ciencias física, química y matemática. En las ciencias sociales, las circunstancias cambian con los espacios físicos y temporales además de los actores; eso es suficiente para considerar que el método de demostración positivista es inaplicable.

Es por ello que emitir opinión interesada respecto del futuro de fenómenos sociales que pueden ser mensurables mediante instrumentos de comprobada precisión, es una imperdonable irresponsabilidad. Así lo han hecho ante la reciente medida que creó el Sitme (Sistema de Transacción en Moneda Extranjera), que a través de un modelo econométrico permite monitorear la demanda de importaciones de ciertos bienes y servicios e, incluso, las necesidades de ahorro que pudieran tener personas naturales, además de cuánto van a valer esos instrumentos y a cuánto se pueden transar en el corto plazo. Al menos hay siete formas de calcularlo y se tomó una decisión, según informa el Presidente del BCV. Luego viene la parte operativa. Es decir, la plataforma que permite que esto esté en red con el sistema bancario; el software, como herramienta de transacción, y la parte legal. Se hicieron varias simulaciones para saber si funcionaba o no. Y, finalmente, entró en vigencia esta semana.

Ante estas medidas se han prendido los ventiladores de la desinformación, las reflexiones y análisis pronosticadores –o deseos- del fracaso de este instrumento. Ex – funcionarios empastelados hasta el cuello en los desaguisados de la corrida bancaria   de 1994, cuando decenas de “honorables” empresarios de la banca se dieron a la fuga con el robo a miles de humildes ahorristas de más de 8.000 millones de dólares, muchos de ellos operando ahora en el país o desde el exterior con los dineros habidos fraudulentamente en esa oportunidad, y ahora multiplicados en el hasta ahora impune negocio de la permuta especulativa, elevan gritos de alerta. Ellos, y no otros, se atreven a asegurar a través de la alcahueta prensa nacional –claro, ejercen libremente su derecho-, que están en peligro las reservas internacionales que maneja el BCV y los instrumentos –bonos- emitidos durante las operaciones de deuda emitidos por la República. Lo dicen ellos, los ladrones y sus cómplices, que estafaron en esa oportunidad y han proseguido esa práctica bajo el amparo de funcionarios corruptos infiltrados en la administración pública y la cómplice actitud de algunos fiscales y jueces desdoblados en el monito del cuento: no veo, no oigo, nada digo.

Desinforman, asimismo, sobre el carácter de la deuda soberana del país. Aclaremos que por deuda pública se entiende el conjunto de deudas que mantiene un Estado frente a: particulares, banca privada nacional o extranjera, u organismos multilaterales. Constituye una forma de obtener recursos financieros, por el Estado o cualquier poder público, materializada normalmente mediante emisiones de títulos de valores o bonos de la deuda pública. Es además un instrumento que usan los Estados para resolver el problema de la falta puntual de dinero.

Esos “analistas”, “expertos”, articulistas, columnistas, gacetilleros tarifados, son los mismos que falsean los logros de la actual gestión en educación, salud, el comportamiento de la economía, la producción e ingreso petrolero, el ingreso fiscal petrolero, el destino de los recursos del Fonden. Son los mismos que desconocen el avance del plan ferrocarrilero nacional, la diversificación del mercado petrolero internacional de Venezuela, las alianzas estratégicas con China, la Federación Rusa, India, Bielorusia y las bondades de Petrocaribe. Ante lo anterior, bienvenida sea la crítica. ¡Ah, eso sí, la crítica sana, la crítica constructiva!

cepo39@gmail.com



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César Prieto Oberto

Profesor. Economista. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Económicas del Estado Zulia. Candidato a Dr. en Ciencia Política.

 cepo39@gmail.com

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