Pedagogización para la desmemoria y el olvido

Desde la perspectiva de una mujer afrovenezolana

Las maneras en las cuales las personas se organizan, sienten, piensan, comparten, luchan, proponen, creen y crean, es lo que llamaría cultura, y podría añadir, que la manera en la cual nos conformamos un sistema de valores que consiguen expresarse en creencias, en determinada forma. Esa forma y ese cómo, es lo que nos define. Respecto a la causa que nos junta y la forma en la cual debatimos, nos suscribe a determinados grupos. ¿Esto significaría, que el cómo nos junta, en lo cultural originario, más no en lo cultural que podríamos en determinados escenarios, haber construido?

Conversaba esta mañana con unos amigos, que los niños se desarrollan en una lógica humana, impresionante. Esto a raíz de un meme, difundido por una de esas aplicaciones que usan los muchachos y muchachas para hacer sus chistes. El meme en cuestión, era sobre un padre que enseña al niño en casa, matemática, y le preguntaba: Si tienes 5 personas y 5 naranjas, ¿cómo repartirías las naranjas de forma que alcanzarán para todos? A lo que el niño respondió: en jugo.

El sistema educativo, se empeña en imponer los conceptos, ya sea del propio acompañante educativo, maestro o profesor, y "en el siempre de los casos" el estado. Aquí entonces, entro a lo institucional. La pandemia nos acosa, en medio de los esfuerzos gubernamentales y una cultura de indiferencia de ciertos grupos sociales generados desde la institucionalidad en su ejercicio de poder. ¿Indiferencia a qué? A la concreta realidad de los sujetos y las comunidades en las cuales hacemos vida.

En los hogares, las familias ya desentrenadas en el confort de tener una escuela y unos dispositivos, "cría muchachos y muchachas", han vuelto al asunto de ser los primeros maestros de sus hijos e hijas; empero, el estado dicta normas para la educación en casa, que versan prioritariamente en la producción de contenidos sobre temas señalados, por un currículo que se basa en los temas que el estado acredita, debe conocer el sujeto educativo, según sus aspiraciones como estado. Rumas de contenidos, que terminan hiriendo el cuerpo social, espiritual y psicológico, que el sentido común orientaba certeramente en la niñez. Es decir, ya no son los dispositivos y la internet, sino que el brazo educativo de la nación es el gatillo que vuela el sentido común, y quebranta el tierno espíritu de nuestros niños, niñas y jóvenes, por no nombrar además, el andén de los acompañantes educativos, maestros y maestras, profesores y profesoras, que como representantes de la institucionalidad educativa, igualmente, han sido desprovistos en su larga o corta escolaridad, de ese sentido común tan necesario.

Para la población, estudiar es un valor. Ahora bien, este valor está subordinado a lo que puede lograrse "ser" en el futuro. Un ser, que en principio ya era, pero que en el proceso de desmemorización social, cultural y educativa, como imposición social desde las consideraciones neoliberales, se convierte en la posibilidad para el acceso al derecho de usufructo, de los derechos humanos; que por supuesto, en esta lid, dicho derecho se obtiene al pasar por la academia o ser un genio en los negocios. Cabe destacar, que en esto último, entra el talento pero desde la perspectiva del marketing. Así pues, que cualquier ideología, es refrita en cualquiera de estos sartenes. Y para cumplir con esta "pava" de no haber estudiado para algo, se justifica la pobreza desde esa mirada institucional al mejor estilo del colonialista apartheid. Claro está, sólo de hecho y de derecho, pues el discurso ofrece, las más mimadillas interpretaciones sobre ideología emancipatoria y libertaria, además del consabido cliché de que "el pueblo es sabio", siempre sea desde lo contemplativo y no desde el saber para vivir y avanzar desde el ejercicio de los derechos.

En esta perspectiva, ¿cuál es la defensa entonces, al maestro vida, al maestro pueblo y a la visibilización de los aportes de nuestros ancestros? que discursivamente, la propia institucionalidad difunde, desde la visión académica y sus parámetros del conocimiento. Dicho sea de paso, que además establece radicalmente, los tiempos del aprender y fija, según el conductismo o el cognoscitivismo, los márgenes dentro de los cuales puede construir el conocimiento cada sujeto y cada contexto, en una medida estándar. En este punto, es donde aparece una identidad, que llamaré "La Mayordomía Ladina"- la cual me permitiré tomar del Cuento del Cumbe, reseñado en mi anterior entrega-.

La Mayordomía Ladina, en una de sus muchas manifestaciones, está el meter gato por liebre. Algo así, como una lectura del tarot por un emisario del nuevo concepto de marketing experiencial. Es decir, un producto elaborado por intereses personales, que se cose a sus emociones y le da a usted, la ilusión de la ineludible llegada a la meta, con la poderosa ayuda de estos comprensivos lideres, distribuyentes de ese pedazo que nos toca, del bien común. Puede que usted llegue a un puestucho o al puestote, y si no es eso lo que aspira, entonces, quizá, a tomarse selfies con el Mayordomo Ladino, o a poder nombrarlo entre sus allegados; pero siempre a cambio de sus buenos oficios como esclavo domestico. Esto implica, indudablemente, que usted regule su propio brillo y apunte, hacia fortalecer la posición del mayordomo, desde la más absoluta y "suelistica" lealtad. Dicha lealtad consiste, en no pensar críticamente, ni en usar la parte del sentido común, que no le ha sido atrofiada. Preferiblemente, en aquel modelo patriarcal de "adivina lo que pienso y hazlo o dilo; o haz lo que yo haría".

Que idea propia, mi visible lector, puede sobrevivir ante semejante presión. Como usted se habrá dado cuenta -de seguro esto lo había notado ya- al escucharlo, dicho por otros; lo que quizá le haya faltado caer en cuenta es, que el perverso modelo es una novaversión del neocolonialismo con el cual nos asan una y otra vez, en la parrilla de la desmemoria, sobre quiénes somos y quiénes fuimos. Creyendo que el valor, nos lo dará el futuro que no hemos alcanzado y que adicionalmente, a conveniencia, se pone más lejos en cuanto nos acercamos.

Esto es a lo que he llamado el complot en el creer. Pues, tal como en el cuento del traje nuevo del emperador, quien obsesionado por sus pintas, manda a hacer un traje con dos sastres impostores, quienes ofrecían una pieza textil, tan especial, que era un termómetro para medir quienes eran dignos de su cargo, ya que se tornaba invisible, ante la incapacidad del funcionario o persona, que no lograra verlo. Por lo cual, los funcionarios del rey, se vuelven parte de la estafa de los impostores, en el complot de creer, en aquella mágica cualidad, de tan admirable innovación, e ignoran en el momento del estreno de la maravillosa pieza, la ingenua pero ganada desvergüenza, a la cual exponen a su monarca.

Nuestro legado, es cartilla segura de nuestras resistencias, belleza e inteligencia y la suma de nuestra creatividad. Las luchas de nuestros antecesores, camino seguro a redescubrir, nuestro qué podemos llegar a ser. Las comunidades de las que procedemos y en las que nos hemos desarrollado, si hemos capitalizado en la experiencia nuestros dones, talentos e ideas, son el selfie de nuestras capacidades. No hay capacidad que no se haya desarrollado desde la superación de obstáculos y la puesta en marcha de una idea, desde lo individual y desde lo colectivo. Es decir, el desarrollo de las experiencias y su reflexión, en el tiempo necesario. Reconocer las luchas por nuestros derechos, más allá del tema del racismo y la discriminación, pues en ese reconocimiento descansa la memoria histórica del sujeto político que el sistema colonialista, subyugó y que el neocolonialismo, sigue en permanente atentando, contra el mismo.

Nuestros ancestros le daban tiempo, al derecho personal, del tiempo para aprender. En mis más próximos ascendientes, mis abuelos y mis tías y tíos abuelos, mis bisabuelas, nos daban el tiempo para aprender. Conocían el camino, los ejemplos y las historias experienciales necesarias. Desde muy temprano, nuestro espíritu era fortalecido en estas historias. Su psicología cimarrona, una psicología para la insurgencia, alimentaba nuestra mente para desarrollar capacidades propias y advertirnos de posibles límites. Toda esta estrategia, desde lo pedagógico, visibilizando el saber colectivo y sus múltiples posibilidades de concreción. La pedagogización para el olvido y la desmemoria, es el saldo social de esa Mayordomía Ladina, al interior de organizaciones camellericas institucionalizadas y, por instituciones del estado, donde los verdaderos liderazgos son sustituidos por sastres impostores, que nunca hicieron ni un ruedo, ni siquiera en el condominio donde residían, y que captan en sus filas, aspirantes a funcionarios o hermanos y hermanas de débil conciencia, a quienes pintan la lucha como los impostores le pintaron al rey, el novedoso e innovador traje, tejido con las hebras de su ladino discurso.

En la actualidad, el peligro de la desmemoria es inminente. Lo más álgido en el panorama, es la múltiple interpretación de aquello que somos las y los afrovenezolanos, desde la perspectiva del imaginario institucional, descrito. Diferentes grupos y sujetos, desde los ya señalados discursos ladinos, ofrecen temas, al mejor modo de las revista española Hola.

Me he preguntado cuando los leo, en cuales estudios africanos o afrovenezolanos, han enmarcado sus experiencias en el ruedo comunitario y dónde se encuentra la gente de a pie con quienes se ha discutido los levantamientos de esos perfiles sobre los que discursean.

En el caso del afrofeminismo, más que hablar de la indumentaria, de lo madrazas que somos y lo "echás palante", de las discriminaciones por sexualidad y el déficit de oportunidades, ¿cuál es la propuesta que hacemos, dónde difundimos lo que denunciamos y qué defendemos? O es acaso, que ¿estamos separadas de la solicitud de reparaciones históricas a exigir? La agenda feminista afrovenezolana, necesita otro contenido político, cultural y educativo, y no cualquier contenido - tomado de otras historias de otros territorios- sino aquel que nos permita avanzar en otro posicionamiento, más pertinente al sujeto político que somos. Las mujeres afrovenezolanas no somos boca, trenzas, cumaco, madres lactando, detenidas por prostitución, o facileswoman.

Visibilizar permanentemente nuestras heroínas, desde la lucha por nosotras y nuestras mejores condiciones de vida, por la libre asociación en verdaderas oportunidades, por contabilizar nuestros aportes a la cultura identitaria venezolana, desde el quehacer gastronómico, la pedagogización de nuestros hijos e hijas, desde el espíritu creativo y solidario que nos caracteriza en nuestras comunidades, desde la asunción de la responsabilidad en el sustento familiar, entre otras muchas realidades concretas, este ha sido el reto. Y por supuesto, desde la voz de nuestras mujeres comunitarias afrrovenezolanas. Ninguna hada madrina, familia de Blanca Nieves, ama de llaves ladina, puede hablar por nosotras.

La mayordomía ladina, esta a vuelta de esquina. El discurso de quienes usurpan lo que otros han hecho, que disminuyen los verdaderos liderazgos desde su necesidad de posicionarse, que al mejor modo del pasado, pseudo-ofrecen regalías, a cambio de la lealtad esclava. Caer en esa trampa, es tomar sus causas en el falso envoltorio, de que son las nuestras. Suficientes compañeros y compañeras he visto en estos menesteres. Y luego, buscando apoyo de aquellos que hemos dejado claro, que No, nos prestaremos, a esos modos culturales de usurpación, abonando a la desmemoria y la pedagogizacion del olvido, de nuestros acervos contemporáneos ni del pasado. No dejaremos de reconocernos en sus luchas y sus logros, y mucho menos, jugaremos a creer en aquello cuya cuna no es la experiencia, sino una entrega más del neocolonialismo, en manos de impostoras e impostores revolucionarios, sin nada que presumir desde las causas que nos juntan.


 



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