Alquimia Política

El sujeto transdisciplinar

En estos días de abril, he iniciado la construcción del manuscrito de mi próximo libro que hasta el momento tendrá como título "El sujeto transdisciplinar". En estas líneas comparto con ustedes algunas reflexiones que serán ahondadas en esta obra, la cual refleja no solamente la necesidad de redefinir el papel del sujeto investigador en la modernidad, sino el valor de abordar la realidad desde el punto de vista de la disciplinariedad. Nuestra línea de estudio sigue siendo la filosofía de la ciencia y la teoría del conocimiento, relacionado con las posturas epistemológicas del paradigma emergente o paradigma de la complejidad. En Latinoamérica hay pocos investigadores enfocados en esta temática, por ello se tiene la fortaleza de ir consolidando en la Universidad Nacional Experimental de Los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora, los estudios atinentes al paradigma de la complejidad y las nuevas rutas de la investigación de carácter inter y transdisciplinar.

Esta investigación no tendría sentido sino se hace una proyección de las potenciales dudas que surgen de la experiencia con los informantes clave que ayudó a entretejer una serie de ideas que han sido más descriptivas y explicativas que predictivas. El sujeto moderno-investigador se ha enfrentado a un contexto difícil y complejo: una crisis de paradigmas, promovida por la globalización y sus excesos en lo tecnológico y en la imposición de líneas de pensamiento dogmático; imposición, a través de la academia, de una tradición científica positivista fuerte, así como del método hipotético deductivo como vía expedita para develar verdades en el ámbito de las ciencias sociales; y un escenario científico que encara promover investigaciones por objetivos , dejando a un lado el análisis crítico-dialéctico que asegure autonomía y creatividad en el proceso indagativo a los fenómenos sociales.

De una manera puntual, el sujeto moderno-investigador ha tenido que desenvolverse en un proceso de indagación que parte del abordaje de la racionalidad científica y la disonancia que muchas veces se plantea en la producción del conocimiento con el dogmatismo metodológico y el fundamentalismo de los medios académicos.

Es necesario entender, tal cual lo plantea, que el sujeto moderno-investigador debe buscar la verdad, en esta búsqueda no puede engañarse a sí mismo. Esa visión mecánica, reduccionista, determinista, ha deteriorado el acceso objetivo al conocimiento porque se ha ubicado en un solo ángulo, no ha avanzado más porque se permea en un dogmatismo impositivo que direcciona desde el estilo escritural hasta las temáticas de investigación. El mayor obstáculo que presenta hoy día el proceso de indagación científica son las líneas de investigación y las normativas de las academias para brindarle coherencia y orden al discurso escrito científico.

Esta realidad situacional de la investigación académica (universitaria sobre todo, porque lo académico también es extensivo a los centros de investigación independientes), promueve una crítica dura en cuanto a que se debe permitir que el investigador tenga libertad y no esté ceñido a determinadas reglas, ya que eso, motiva el impulso de mentir para satisfacer esquemas pre-establecidos en el dogmatismo del pensamiento impuesto.

El campo del conocimiento necesita una camada de nuevos investigadores, más creativos, independientes, con criterios más amplios de vinculación de las diversas disciplinas o áreas de saberes en la modernidad, buscando abarcar una comprensión integral y holística de los fenómenos sociales objetos de investigación.

Ese nuevo investigador, sujeto moderno-investigador, necesita asumir una actitud creativa, con conciencia de la capacidad de su mente y su dominio de los procesos mentales para razonar y entender la realidad desde la combinación de diversos elementos inter y transdisciplinarios que develen en sus constructos el esfuerzo reflexivo y crítico de un conocimiento que no se satisface con lo ya alcanzado, sino que busca más y se impone lo que Fayard (2004), resalta como un "…diálogo creativo entre el conocimiento y la ciencia para producir saberes útiles para los ciudadanos…"

A grandes rasgos, surge como necesario revisar el papel del sujeto moderno-investigador, pero no para maquillarlo y mostrarlo haciendo uso de nuevas técnicas y estructuras dogmáticas nuevas que encaren la realidad, no se puede hacer una revisión bajo criterios de incorporación de más obstáculos epistemológicos, ni seguir haciendo una ciencia. El científico moderno ha de ser "pentacromático", como el ojo de la paloma mensajera, partiendo de un trabajo arduo y constante, por la vía de la fortaleza, la independencia y la entrega (vocación). Y ese científico, sujeto moderno-investigador, no está aislado de los procesos de la mente (procesos que se dan en el cerebro humano), tal como ha venido afirmando los positivistas desde el siglo XIX, sino que su "yo" como persona es la manera especial que tiene el cerebro de identificar todo lo que tiene que ver con nosotros mismos. Y, sobre todo, el yo debe entenderse como un proceso o una organización cerebral. Al menos, así es como los científicos empiezan a considerarlo. Y cuando se altera esta red, empiezan los problemas del yo.

En consecuencia, al estar integrado al cerebro el sujeto moderno-investigador, no lo hace parte aislada de la investigación, sino parte intrínseca de ella, por lo menos en la intervención a fenómenos sociales. Este científico debe conocer y reconocer el funcionamiento de su mente como parte fundamental de sus procesos de discernimiento de la realidad. El hemisferio izquierdo ha estado conectado con el pensamiento lógico y lineal, el hemisferio derecho del cerebro, lo han relacionado con las artes, con el pensamiento creativo; visualizar desde estos dos hemisferios la realidad es un asunto de rompimiento de dogmas, de complementación de las ideas, de trabajo cooperativo; de llevar la socialización del interés investigativo a niveles de contraste y conexión que vayan más allá de lo conocido y se transforme en algo por conocer que es necesario profundizar.

La afirmación de que "el alma está en el cerebro" encaja en el sujeto moderno-investigador en cuanto a que, como decía Sócrates (siglo IV, antes de Cristo), solamente la "…ciencia es capaz de procurar la buena fortuna y el bienestar"; y hacer la ciencia, articularla, ponerla en movimiento, causa una felicidad inmensa que bien puede ser contrastada con el placer y plenitud de sentir la energía espiritual del alma.

En cuanto a lo contaminado que pueda estar el sujeto moderno-investigador al momento de enfrentar su proceso heurístico, es un asunto que se pierde en la diversidad de puntos de vista con que se observa la realidad. El sujeto no nace aferrado a un paradigma, hasta pudiera decirse que desconoce de paradigmas; surge orientado por la curiosidad y el interés en algunos aspectos o situaciones de la realidad, haciéndolo activo en etapas de búsqueda de la verdad que bien tienen su característica especial en el contexto transdisciplinar. Se hace mención al abordaje de ideas desde el musement, la abducción, la inducción y la deducción.

El musement, es un proceso de reflexión y meditación que consiste en dejar que sea la creatividad y la imaginación la que se pasee con libertad desde una cosa a otra; la abducción, es un proceso que se da desde una observación aguda de la realidad y desde allí se extraen las ideas primarias que darán avance a nuevos constructos; la inducción, evalúa desde la simplicidad de las partes los niveles de conexión y coincidencias que permiten crear una lógica de la totalidad al inferir constructos que tomen de las diversas disciplinas aspectos y fundamentos que le den sentido a un constructo mayor, con enfoque integral, abstracto y de contenido práctico; y la deducción, que asume la totalidad como el comportamiento general de lo indagado, pero concentrando su atención en aspectos particulares que luego se erijan como una representación acabada y más completa que la propia totalidad observada.

A grandes rasgos, el sujeto moderno-investigador, entiéndase sujeto transdisciplinar, tiene su origen en los estudios de Niels Bohr, en cuanto a su concepto de no-divisibilidad, correspondencia y complementariedad, donde existe un camino para comprender la relación entre aspectos contradictorios. De este proceso reflexivo surge la visión transdisciplinar y es con P. Nicolescu, con la denominada "Carta de la Transdisciplinariedad", de 1994, donde se expresa que la transdisciplinariedad se ha de entender como la comprensión del mundo (o la realidad) desde la unidad del saber, destacando la dinámica del conocimiento siguiendo una lógica de las emergencias, que hacen de los saberes conocidos una inquietud permanente de revisión y profundización que unifique el mundo real y el abstracto y proponga nuevos esquemas de interpretación de la realidad que al ser alcanzados propicien nuevas búsquedas y nuevos escenarios de valoración de las acciones humanas y del temperamento de esas acciones para aumentar la capacidad cognitiva del hombre.

En este aspecto, el sujeto moderno-investigador que proponemos como sujeto transdisciplinar, es un sujeto que comprende la realidad a través de un lenguaje que rompe con la creencia de la totalidad y descolonización de la sensibilidad y las posturas intuitivas, en el esfuerzo descriptivo y explicativo de lo observado, porque solamente de esa manera se puede defender el carácter objetivo de lo transdisciplinar, frente a la vorágine de un positivismo que busca abrirse a las ciencias sociales aceptando posturas crítico-dialécticas pero siempre en razón de obedecer reglas pre-establecidas, bajo la excusa de brindar coherencia al estudio o proceso de investigación, cuando en el fondo es mantener más de lo mismo: actitudes dogmáticas entorno a un pensamiento único.

A grandes rasgos, el sujeto moderno-investigador, necesita entenderse parte de la investigación, relacionarse con ella, acoplarse a sus elementos y situaciones; de allí, promovido por la interdisciplinariedad, ir delimitando la coherencia de los argumentos entorno a la unidad estructural de la realidad, porque la realidad puede ser apreciada de manera policromática pero obedeciendo a una unidad de la diversidad y no lo contrario, porque la diversidad por sí sola son ideas dispersas, vagas, sin sentido ni dirección.

La realidad, a grandes rasgos, vista con criterios reduccionistas y deterministas, destruye al sujeto, conduce a posturas totalitarias y a creencias fundamentalistas que desvirtúan notablemente la verdad. Hoy día se acompaña el pensamiento transdisciplinar con dos constructos del área de la teoría gerencial, que son "sinergia" y "resiliencia". El término sinergia hace alusión al esfuerzo extra que surge de un conjunto de disciplinas que abordan una temática determinada y dan como producto una nueva y más profunda concepción de la realidad; y la resiliencia se da como expresión de maximizar el optimismo ante la desmotivación y debilitamiento del sujeto moderno-investigador en la búsqueda de un acoplamiento de sus ideas con lo observado y de allí a definir la verdad. La resiliencia da el extra, el ir más allá y de proponer criterios de innovación y elementos de creatividad que terminan por construir escenarios más ajustados al lente temporal y real bajo el cual se dan los acontecimientos y hechos en la realidad. Tomar una fotografía de esa realidad es el papel del sujeto moderno-investigador, pero no solamente desde un ángulo, sino desde múltiples ángulos, que permitan, por la vía del descarte y simplificación de estructuras del pensamiento, dar con una imagen nítida y acabada de la verdad en el momento en el cual se ha buscado observar esa verdad; puede ser que al minuto desaparezcan esas condiciones que llegaron a una etapa concluyente, pero eso no hace que se pierda la proporción de que se orientó el estudio valorando lo transdisciplinar. Los nuevos elementos a intervenir forman parte de otra realidad transdisciplinar y así sucesivamente. Las academias trabajan el asunto de la investigación bajo la condicionante de punto y aparte o punto y final; la transdisciplinariedad aborda la investigación desde la perspectiva del punto y coma, es decir, un continuun de indagación, observación y exploración que avanza sin contemplar una meta o referente concluyente. No sería un infinito, pero si un esfuerzo constante, sin paréntesis o notas marginales al pie de página, sino un avance cuya satisfacción es no permitir que muera o desaparezca el sujeto investigador. En este último aspecto es importante destacar lo que hace unos años atrás fue toda una "moda" en el ámbito epistemológico: la muerte del sujeto. Es de destacarse que esa muerte del sujeto no se refiere al sujeto investigador, o al sujeto moderno-investigador, sino al "hombre como ser histórico", creador de los hechos y acontecimientos que le definen como epicentro de la civilización humana.

La muerte del sujeto no concita un consenso universal, ni mucho menos. Dejando ahora de lado aquellas posiciones que apuestan por una nueva subjetividad, recordaré tan sólo la de F. Jameson, quien introduce una nota sociológica y limita, así, el alcance de la supuesta muerte del Sujeto. No se trataría tanto de la muerte del Sujeto en general como del fin de la mónada, del ego o del individuo autónomo burgués, que se caracterizó por una subjetividad fuertemente centrada, en el período del capitalismo clásico y la familia nuclear, y que se ha disuelto en el mundo de la burocracia administrativa, arrastrando consigo en esta disolución las psicopatologías de este yo y esa soledad sin ventanas de la mónada encerrada en vida y sentenciada en la celda de una prisión sin salida, la de su propia autosuficiencia.

Esto apunto a ver la muerte del sujeto como expresión de una crisis que plantea su de disolución, convirtiéndolo en individuado que protagoniza el proceso de la modernidad y que surgió en el Renacimiento, llegando a una madurez epistemológica en el cuerpo teórico de los forjadores del pensamiento de la Ilustración y que desplegado hacia la hegemonía histórica a través de acontecimientos como las revoluciones burguesas, en las sociedades capitalistas y liberales del siglo XIX; la modernidad centra la Razón en el Sujeto, una razón objetivante, homogeneizadora, totalizadora, controladora y disciplinadora, pero que carece del sentido humano que luego le buscaría introducir la corriente humanística del siglo XX, sustentada en parte por la concepción que Nietzsche tuvo del sujeto, la cual no se limita a la supeditación de su razón como voluntad de poder, ni a su condición de lisiado por la educación y la cultura, ni a la fijación del devenir de su vida en una máscara social, también se expresa en la imagen del tránsito y del ocaso.

El hombre de Nietzsche busca ser superado en dirección al hombre superior, y desde éste superado hasta alcanzar la condición de superhombre; Nietzsche propone por consiguiente un nuevo egocentrismo, una nueva subjetividad, la del superhombre, pero éste sólo podrá nacer de los escombros del lisiado sujeto de la civilización occidental.

En "El Heraldo" de Bogotá, en el 2012, Diego Marin publicó un artículo ("Breve historia de la muerte del sujeto" donde simplificó el impacto que había significado el argumento de la "muerte del sujeto" en el mundo académico moderno. Decía Marin que el sujeto, aquel yo legendario que contaba historias, está muerto y sepultado, según las Escrituras, y no va a resucitar al tercer día en medio del cruel autismo cibernético, al que obsede chatear, pero jamás conversar. Y, mientras contemplo su cadáver, no sé por qué se me da por pensar en el realismo decimonónico.

En el cuerpo epistemológico de la historia, el realismo se constituyó en un episteme recurrente para las diversas corrientes del pensamiento moderno; como método creativo, de una descripción minuciosa, cinematográfica, de los ambientes burgueses, una reproducción literal, magnetofónica, de las diversas formas del habla popular y una abolición sistemática del yo del escritor que va concluir en el narrador transparente de Marcel Proust. El "yo" empieza a morirse al no satisfacer los gustos de los grupos sociales que buscaban acrecentar su historia a través de un sujeto heroico y adherido al interés supremo de las clases privilegiadas.

El aporte de Michel Foucault, pariendo de la idea de una arqueología del saber levanta la sospecha sobre el propio saber, sobre sus condiciones de producción. Continúa reprochando al marxismo su esquematismo mecanicista que le hace reducir todo lo discursivo a lo extra-discursivo. Pero también continúa reprochando a los hegelianos de toda especie, implícitos y explícitos, las síntesis discursivas apresuradas que siguen llevando a cabo utilizando supuestos continuistas y finalistas.

Foucault, parte de una concepción del poder excesivamente ritual, desconociendo las relaciones de poder naturales que se dan desde la familia, la escuela, la fábrica; creándose a su juicio la efervescencia hacia las redes del bio-poder, como apología que anuncia subrepticiamente la llegada de un nuevo sujeto, no tanto el que sustituye al ya existente, sino el que lo supera y lo reconstruye en razón de nuevos valores. La crisis de valores que llevó al sujeto a morir, solamente puede erradicarse con un nuevo sujeto y un nuevo pacto de valores, un pacto que significa cambiar radicalmente los incentivos y el modo de vida del sujeto moderno.

Foucault, sin mucho tecnicismo filosófico, propone unas coordenadas que orientan hacia una sociedad disciplinar, donde los temas intentan comprender los procesos civilizatorios, desde un núcleo central que gira en razón del esquema que va desde la construcción del sujeto hasta su destrucción, auto concebido como sujeto de conocimiento. A grandes rasgos, el pensamiento moderno se inicia con la afirmación cartesiana del cogito en el que el morfema de pronombre personal es más crucial que la actividad de pensar. Cogito ergo sum es más la afirmación del yo, su partida de nacimiento, que una implicación consistente, como de forma sobrada han demostrado los lógicos. Lo que distingue la frase cartesiana de su antecesora agustiniana (dudo, luego existo) es que en san Agustín lo que se afirma es la correlación entre una sustancia actuante, en la duda, y la necesidad de otorgarle existencia. Se trata de un paso ontológico no disimulado, mientras que en Descartes, y eso es lo que detectaba Foucault, la afirmación es ontológica -la presencia del sujeto pensante- pero simulada tras la epistemología. Foucault pondría el hecho de relieve en la descripción de un cuadro famoso: Las meninas, en el que -y no casualmente es de la misma época histórica- el autor aparece creando. La afirmación de la muerte del hombre foucaultiana se deriva, pues, del carácter temporal de las epistemologías, de los procesos de saber, culminando en la elaboración del concepto de arqueología del saber.

Foucault, parte de la construcción de la historia del pensamiento desde donde reconstrucción la formación de los conceptos de ese sujeto alienado que entreteje sus relaciones con el poder que tiene la capacidad de cambiarlo y transformarlo; Foucault se fundamenta en las ideas de Nietzsche, quien anuncia la muerte del hombre y la muerte de Dios, justificando así la idea del sujeto que domina y produce su conocimiento; también cuestiona la postura de Descartes, cuyos argumentos reduccionistas limitaron, a su entender, la capacidad del hombre de ir más allá de lo conocido; y Foucault, tomando ideas de Martín Heidegger, genera un criterio de estructuración del sistema que persigue el dominio de los entes; el sujeto asume una resistencia al poder, el poder de la razón como instrumento, y la razón que controla, domina y le adjudica competencias de instrumento a los hombres, en una sociedad débil en valores, alienada y colonizada por los saberes de los grupos de poder.

De este modo surge un cuestionamiento de la verdad, el cual lleva a la reflexión de que no hay una verdad verdadera y el sujeto al ser dominado por medio del poder, pierde su razón de ser y su esencia autónoma que le da libertad y compromiso con los aún valores individuales que han subsistido a pesar de la debacle moral colectiva; el resultado de esto es la muerte del sujeto al perder la capacidad de poder ser y hacer lo que su deseo es; esa pérdida de libertad es lo que anula al sujeto que es objeto de estudio, y eso se extrapola al sujeto moderno-investigado, si se sigue promoviendo el dogmatismo académico en esos sujetos que investigan, entonces se estaría también aniquilando al sujeto moderno-investigador, y en esa realidad se pierde la autoridad de fiabilidad y confiabilidad que le da un sentido de objetividad al proceso heurístico.

De este alcance de ideas queda por responderse nuevas interrogantes: ¿Qué elementos intervienen en el sujeto moderno-investigador para producir su desarticulación y su anulación en el escenario de las investigaciones en las ciencias sociales modernas? ¿Sobrevivirá el sujeto transdisciplinar a una academia dogmática y obtusa que impone sus reglas de juego al tener dominio de los estratos de poder? ¿Cuál será el interés de estudio del nuevo sujeto transdisciplinar que alcance independizarse del dogmatismo académico moderno? ¿Sobrevivirá el sujeto moderno-investigador o la academia a la crisis de paradigmas de la sociedad moderna?



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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